Javier Risco.
Uno de los
ejercicios en pro de la democracia de este proceso electoral más interesantes
es el proyecto Democracia sin Pobreza. Su objetivo es mapear los lugares donde
se reportó compra o coacción del voto. A través de tres vías la información es
recolectada: la primera, por medio de un formulario llenado por ciudadanos
reportando el hecho en tiempo real; la otra, el monitoreo de más de 70 medios
nacionales en relación a la compra de votos, y las condiciones de opacidad de
los programas de desarrollo social. Así, por primera vez en la historia de las
elecciones mexicanas, se obtuvo un mapa detallado de los lugares donde se trató
de comprar el voto, menuda muestra de la corrupción que nos incluye.
Aunque vienen días de intensa compra
–es evidente que la jornada donde se replica más esta práctica es el día de la
elección–, ayer hicieron un corte de caja del proyecto, presentando una
encuesta para conocer el alcance de esta trampa electoral, y el resultado es un
México que avanza hacia la madurez democrática, al menos caminamos hacia la
esperanza.
De acuerdo
con la encuesta realizada por Data OPM, patrocinada por Democracia sin Pobreza:
“en el curso del proceso electoral de
2018, 33.5 por ciento de los encuestados –que equivalen a 30 millones de
votantes elegibles en la lista nominal– estuvo expuesto a la compra del voto
por alguno de los partidos políticos que participan en la contienda que
culminará el próximo domingo.
“A pesar de que el intento fue
intenso y masivo, entre quienes estuvieron expuestos a las ofertas de compra
del voto poco más de la mitad rechazó ofrecimientos de dinero, tarjetas,
bienes o promesas de incorporación a programas sociales –según consignan los
resultados de la encuesta–, lo que representaría una respuesta madura de los
ciudadanos”.
¿Y qué
partidos fueron los que incurrieron en esta práctica? De acuerdo con el
comunicado publicado, la oferta de compra de voto se dio por parte de todos los
partidos políticos nacionales, lo cual es una buena noticia porque “pulverizó
sus potenciales efectos en los resultados de los comicios”; si esta práctica dañina es generalizada, se
anula su resultado y no es determinante, por lo menos para elecciones de gran
tamaño; en el caso de elecciones locales y cerradas, sí podría tener algún tipo
de injerencia.
De este 33.5
por ciento de mexicanos expuesto a esta práctica, 17.3 por ciento de la
población rechazó los objetos o el dinero; un 10.2 sí aceptó algún tipo de
regalo y 6.0 por ciento recibió sólo promesas que se cumplirían después de las
elecciones.
Democracia
sin Pobreza señala que tal vez lo más
preocupante es que 2.5 por ciento de los encuestados declaró que los que se
acercaron a ellos para comprar su voto se quedaron con su credencial de
elector; cerca de 2.3 millones de personas sólo serán espectadores del proceso
porque su credencial será devuelta hasta después del 1 de julio.
Aplaudo este esfuerzo de la sociedad
civil con las autoridades electorales, ahora viene la parte de las
consecuencias: de nada sirve tener un mapa del mapacheo y la compra de votos,
si no existen responsables multados o en la cárcel. Pero no sólo hay que sancionar
a esos que hacen trabajo de campo y que reparten millones de pesos, la acción
de las autoridades debe llegar a las cúpulas de poder de los partidos. Este
gran esfuerzo llamado Democracia sin Pobreza sólo es una parte de la solución,
se aplaude la madurez política de esos 15 millones de mexicanos que dijeron no,
pero hay que trabajar en la consciencia de esos que normalizaron la práctica.
Hoy tenemos esta evidencia, caminamos hacia un país donde los corruptos son
expuestos, insisto: hay
esperanza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.