A Norma le dijeron que la tierra de
su casa no era fértil. Lo dudó. Cuando esperaba a su quinto hijo, le ofrecieron
una cuna y comprar su vivienda. No aceptó. Le secuestraron y torturaron a su
esposo. Resistió. Le arguyeron que ya no había zetas; pero que los empresarios
mineros podían excavar en total libertad. Se rebeló.
Norma
Saldaña Ramírez es una de las mujeres
que defienden su patrimonio ante la voracidad de las minas en Cloete.
Son apenas
las 11 de la mañana y el termómetro ya marca 38 grados. Los rayos penetran el
suelo árido y de nuevo emergen de él.
– Hay que apurarnos antes de que
salga más el sol. Después de las 12, la temperatura sube a 42 grados
centígrados, a veces, hasta los 50”, advierten Martha, Norma y María del
Carmen, mientras caminan por el terreno agreste y muestran la destrucción que
dejaron las minas a cielo abierto, cuevas y pocitos que irrumpen en Cloete
Norte.
Cloete es un pequeño poblado, de no
más de cuatro mil habitantes, ubicado en Sabinas, dentro de la llamada Región
Carbonífera de Coahuila, donde yace la mayor concentración de reservas de este
mineral en México.
Una llanura invadida por profundos
socavones negros que devoraron árboles, calles, matorrales y cuanto encontraron
a su paso. El paisaje evoca a una imagen de guerra tras un bombardeo.
Los boquetes dividen colonias, como
la Cocedores, Barrio dos y Lomas Altas. En esos fraccionamientos viven Norma Saldaña
Ramírez, Martha Alicia Martínez Ortiz y María del Carmen San Miguel Montalvo.
Este trío, desde hace tres años y
junto otras vecinas, han desafiado a los caciques mineros de la región.
“Nosotros nos opusimos a que
trabajaran. Tenemos una lucha durante dos años con ellos para que no abrieran
sus tajos y minas ilegales. Fueron constantes pleitos para que se retiraran de
nuestra comunidad. Ellos no querían”, dice María del Carmen.
Al fondo del
tajo, ubicado a menos de 80 metros de la colonia Lomas Altas y menos de 30
metros de la casa de Norma Saldaña, circulan camiones de volteo que descargan
tierra y material.
Martha explica que las máquinas
“rellenan” la oquedad abierta años atrás, sin los estudios y estándares que
ordena la ley. Esto –dice- materializa el éxito de la lucha.
LA INVASIÓN
Y EL TERROR.
Hace más de
30 años entraron a Cloete y La Agujita las empresas extractivas de carbón.
María del Carmen reseña que primero
aparecieron en la zona sur del pueblo. En aquel entonces ella veía lejano el
problema, hasta que las excavaciones amenazaron su casa.
Las minas se expandieron como plaga
por todo Cloete durante el periodo de Humberto Moreira, quien gobernó el estado
de 2005 a 2011.
Norma Saldaña siempre ha vivido ahí,
al menos desde que tiene memoria. En 2003, relata, llegó Álvaro Jaime, actual
regidor del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Sabinas, Coahuila. El
político-minero se presentó como concesionario y dueño de los terrenos de Cloete,
dice Norma.
Anunció al avecindado que abriría
tajos y ofreció comprar las propiedades en 30 mil pesos cada una y reubicar a
quienes aceptaran.
En ese
entonces Norma estaba embarazada, esperaba a su quinto hijo. El minero le ofreció regalarle una cuna y pañales
si convencía a su esposo de vender. Para tratar de subyugarla, le argumentó que
el terreno donde vivía no era tierra fértil, y su inmueble carecía de más valor
por estar cimentado en una zona rústica. Norma y Martín, su esposo, rechazaron
la oferta. Otros ejidatarios tampoco aceptaron.
“Nos juntamos más de 60 vecinos que
no estábamos de acuerdo en sus propuestas de reubicación, mientras que otros
pobladores sí se cambiaron porque no querían emprender una batalla”, rememora.
La gente que se pronunciaba en contra
de los tajos y pozos era amenazada y amedrentada.
“En el 2007, como no estuvimos de
acuerdo, empezaron a golpear y secuestrar gente para que se fuera de la zona.
Decían que las minas eran de los zetas; pero no sabemos si de verdad eran zetas
o los concesionarios”, platica Norma.
La población no podía oponerse al
avance de las minas porque estaba aterrorizada, pues se decía que en la
Agujita, Cloete, Las Esperanzas y Nueva Rosita eran del sanguinario grupo
delictivo.
El temor paralizó a varios habitantes
que -como Norma-, en ocasiones, llegaron a quedarse sin salir de sus casas por
días y noches. Ni siquiera por comida o para enviar a sus hijos a la escuela.
Algunos de los pobladores no
soportaron y prefirieron dejar la villa.
Las minas a las que se referían como
propiedad Zeta, eran dos pozos operados, en esos años por el concesionario
Servando Guerra, quien hasta la fecha trabaja concesiones del regidor priísta
Álvaro Jaime Arellano, detalla la Familia Pasta de Conchos en un informe
elaborado en 2018 con apoyo de la organización internacional
Heinrich-Böll-Stiftung.
El costo por resistirse a la mina fue
alto para Norma y Martín. En ese 2007, el joven carbonero fue privado de la
libertad tres días y torturado.
Martín y un primo de él -narra-
fueron detenidos por la policía municipal de Sabinas. Norma acudió a la
comandancia para pedir información sobre el arresto de su esposo. Oteó el libro
de detenciones de la policía local, halló el nombre de su pareja y preguntó por
él; pero no le permitieron verlo. Horas después regresó y le anunciaron que ya
había sido liberado.
Norma volvió a su casa, pero su
esposo no estaba allí. Por tres días no supo nada de él. Martín, alto y de complexión
muy delgada, regresó golpeado: había sido entregado a un grupo armado que lo
torturó.
“Tenía la espalda toda molida, yo
pensé que ya no se iba a levantar porque llegó a rastras. Era un viernes por la
noche”, recuerda
Norma.
Los agresores ordenaron a Martín,
mientras lo vapuleaban, que tenía que dejar su finca. La golpiza dejó
incapacitado por más de un año al carbonero, quien es el sustento de su
familia.
Martín no podía mantenerse en pie y,
mientras vomitaba sangre, se tragada el dolor, pues no quiso acudir al hospital
o algún doctor por el temor. Esa había sido otra de las advertencias de los
atacantes. Los parientes del matrimonio y el jefe del minero los apoyaban: la
familia con comida y el patrón con un poco de dinero.
En el pueblo se esparció el rumor de
que a Martín lo “tablearon” los Zetas por oponerse a las minas. Así se sometió
a los pobladores.
Los colonos que quedaban para
combatir las minas fueron divididos.
“En 2008, dijeron que cinco personas
habíamos vendido la vivienda. En esa versión falsa, nosotros éramos de los que
(supuestamente) habíamos vendido. Que mi esposo había agarrado medio millón de
pesos y no fue así. Los habitantes se fragmentaron. Cada quien andaba por su
lado”, abunda Norma.
LOS SEÑORES
DEL CARBÓN.
El carbón que se extrae de Coahuila
era adquirido por Promotora para el Desarrollo Minero (Prodemi), un organismo
descentralizado del Gobierno de Coahuila -creado en 2003- y que funge como
intermediario ante la Comisión Federal de Eléctricidad (CFE), que usa el
mineral para el abastecimiento de las Centrales Termoeléctricas José López
Portillo y Carbón.
Álvaro Jaime
Arellano, primer regidor del PRI del
municipio de Sabinas, es el propietario de las concesiones de Cloete Norte
[título 217332] y Cloete Centro [título 216996]. Unas zonas de estas
concesiones están en la superficie que es propiedad de Miguel Valdés, y de
Fernando Mendoza Bernal, documenta el informe Carbón Rojo 2018.
Servando Guerra Rodríguez y Reynol
Bermea Castilla son los que administraban las concesiones de Álvaro Jaime, sin
Manifiesto de Impacto Ambiental.
Las minas de las concesiones Cloete
Norte y Cloete Centro son las que, durante el Moreinato, le adjudicaban a los
zetas mediante rumores, detalla el reporte de OFPC.
Reynol Bermea Castilla era hermano
Joel Bermea Castilla, dueño Minera Las Cuatas. Ganó contratos con Prodemi a
partir del año 2009.
Reynol, que
no tenía una compañía, rentaba el terreno colindante entre la concesión Cloete
Norte.
Servando Guerra obtuvo tres contratos
durante los gobiernos de los priistas Humberto y su hermano Rubén Moreira
Valdez, quien gobernó Coahuila del 1 de diciembre de 2011 al 30 de noviembre de
2017. La Organización Familia Pasta de Conchos (OFPC) estima que el trío de
convenios representa al menos 146 millones 250 mil pesos, tomando el precio
mínimo pagado que paga Prodemi.
Álvaro Jaime
Arellano y Antonio Nerio Maltos, actual diputado local por Partido
Revolucionario Institucional (PRI), son dueños de la empresa Integración
Minera.
CÓMO INICIA
UNA BATALLA.
Álvaro Jaime Arellano, Servando
Guerra Rodríguez y Reynol Bermea Castilla se apropiaron poco a poco de los
terrenos en Cloete.
Los tajos se extendieron hasta llegar
al patio de la casa de Norma Saldaña. Un socavón estaba a 30 metros al norte de
su vivienda y otro al lado. “Ya estaban escarbando casi en mi patio hacia abajo
de mi casa”.
El miedo seguía dentro de Norma y su
esposo; pero aun así recurrieron a los vecinos y familiares, en busca de
respaldo para detener la expansión de minas que afectaban su inmueble, el cual
ya tenía severas cuarteaduras, hondas grietas y parte del suelo se sumía.
“Fuimos con la gente a que nos
ayudaran porque los tajos nos iban a tumbar las casas. Y no es justo. Ese es
nuestro patrimonio, de nuestros hijos. Nos están quitando todo lo que hay aquí,
en Cloete”.
Los residentes de Barrio Tres y
Cocedores hicieron un plantón en 2014. Detuvieron parte de la maquinaria que
carcomía el territorio y quería avanzar hacia la vivienda de Norma, cuenta la
ama de casa.
La calle Australia en Cloete sólo se
encuentra en los mapas de Google porque en la realidad no existe. Los tajos
destruyeron caminos e incomunicaron a colonias de la zona.
El 31 de octubre de 2014, Reynol
Bermea Castilla fue ejecutado en Coahuila. No pasó mucho tiempo cuando Servando
Guerra y Álvaro Jaime Arellano, junto a autoridades municipales de Sabinas,
fueron con los residentes de Cloete y anunciaron que “ya no había Zetas”, narra Norma.
Las familias se armaron de valor,
pues temían que sus hogares, de un momento a otro, fueran absorbidos por la
tierra. Desde entonces se enfrentaron a los mineros que – avalados por las
autoridades locales – extraían carbón bajo la ilegalidad.
Cristina
Auerbach Benavides conoció a Norma y a los pobladores de Cloete en el 2015,
mientras las residentes trataban de detener las retroexcavadoras.
La defensora de los mineros explicó a
los pobladores que las minas actuaban mal; que violaban sus derechos y que
ellos -los afectados- podían denunciar.
Las minas no solo hacen tajos también
perforan por debajo de las casas.
Dentro de los socavones hacen cuevas
o, desde un pozo de tiro, meten a los mineros y cavan “túneles” para extraer
carbón, según explica Martha Alicia Martínez.
El 9 de
febrero de 2015, Norma acudió a las
oficinas del Ministerio Público local para denunciar a las minas por los tajos.
La joven recuerda que Juan Jaime
Zamora, en ese entonces encargado de la agencia receptora de denuncias de
Coahuila, se negó a levantar la querella pues ni siquiera le preguntó el
nombre. Sólo le cuestionó qué quería exponer.
Saldaña
Ramírez narró su situación; pero el
funcionario le respondió que no podía hacer nada porque ese terreno ya estaba
vendido. El servidor público le comentó que mejor llegara a un acuerdo con los
empresarios, asevera la entrevistada.
“El Ministerio Público me dijo que yo
me fuera de aquí; que vendiera y me retirara. Sentí horrible porque yo fui a
pedir ayuda y me dijeron lo contrario”, abunda.
Norma no se rindió. En compañía de
varias mujeres, se apersonaron con el entonces alcalde de Sabinas, Ignacio
Lenin Flores Lucio para exhibir el problema.
Álvaro Jaime Arellano, Servando
Guerra Rodríguez también arribaron con el munícipe, al igual que José Pichardo
González de Protección Civil local mismo que defendió a los empresarios.
“Pichardo decía que dejáramos
trabajar a la mina, que ellos estaban en su derecho porque el concesionario
había comprado la casa de enfrente y podía hacer lo quisiera”, agrega.
Las
pobladoras refutaron.
Norma afirma que el mismo alcalde de
Sabinas le sugirió a Servando y a Álvaro que podían demandar a los ciudadanos
nos demandaran por despojo. Y así sucedió.
En el 2016, las mujeres de Cloete
fueron acusadas de “distraer” las máquinas y no dejarlas trabajar. La demanda
reclamaba la pérdida al menos 80 millones de pesos por parar labores. “Nos
inculpaban de cosas que no eran ciertas”, acota Norma.
LAS MUJERES
DE CLOETE.
La distancia
cada vez más corta entre el bordillo de la mina y su casa alertó a Martha
Alicia Martínez Ortiz que algo estaba mal. El tajo estaba a 50 metros de su
hogar. Fue en 2015.
–¿Por qué están trabajando tan cerca
de nuestros hogares? – cuestionó Martha a uno de los trabajadores. El
supervisor de la obra se limitó a decir que ellos tenían permiso de Antonio
Nerio y que ya nada podía hacerse.
“Nos trataron muy mal. A mí eso me
dio tanto coraje que mi reacción fue de levantarnos y pelear, porque no es
justo que vengan a tumbar nuestras casas”, asevera Martha con determinación.
María del
Carmen Sanmiguel, también de Lomas Altas, está en la misma situación. Las vecinas decidieron ponerse a indagar y
pronto encontraron que el diputado priísta Antonio Nerio Maltos, ex alcalde de
Nueva Rosita y empresario minero era el hombre detrás de la mina que se
consumía la zona y que Miguel Valdez -dueño del terreno- le otorgó un supuesto
permiso para trabajar”.
“Los alcaldes, los regidores y
gobernadores son los que dueños de todo esto; pero se echan la bolita unos a
otros”, dice María
del Carmen.
Las mujeres
empezaron a reunirse para detener la invasión minera en sus hogares.
Cristina Auerbar Benavides, que desde
el 2006 da acompañamiento a las familias de Pasta de Conchos, asesoró a las
ciudadanas: les enseñó mapas, las instruyó sobre el tema y las puso a estudiar
el Manifiesto Ambiental que deben cumplir todas las compañías.
“Nos enseñó cómo nos debíamos de
defender, que hay un manifiesto ambiental de que tiene que respetarse”, detalla María del Carmen.
El conocimiento de los reglamentos,
en especial el que establece 350 metros de distancia entre los bordes de las
minas y las zonas habitacionales, dio las armas a las ciudadanas para luchar
por sus patrimonios.
Desde entonces, salieron a poner un
alto a los tajos de Cloete, enfrentándose a mineros e incluso fuerzas
policiales.
Martha
recalca: “Mientras ellos estén a 350
metros nosotros no los debemos molestar, pero si ellos están a menos de eso,
nosotros teníamos que luchar”.
Su batalla empezó a rendir frutos en
2016. La Procuraduría Federal del Medio Ambiente (Profepa) clausuró el tajo de
Cloete Norte de Álvaro Jaime y Antonio Nerio por operar a menos de cien metros
de la zona habitacional.
Pero los empresarios mineros no se
habrían de quedar de brazos cruzados.
Las Mujeres
de Cloete, integrantes de Organización Pasta de Conchos, cobraron
reconocimiento en la región carbonera después de sostener una protesta en la
que “enfrentaron” a elementos del Ejército a inicios del 2017.
Un fuerte estruendo, seguido de
sonidos de la maquinaria pesada en circulación avisaron a las mujeres de Cloete
que pretendían reiniciar operaciones en el tajo clausurado.
Al menos 15 señoras se congregaron en
el socavón y se apostaron frente a la maquinaria que conducía un joven obrero.
Al muchacho le explicaron que no podía seguir y que ellas no permitirían
efectuar ninguna labor extractiva. Después, se plantaron hasta estar seguras de
que no habría algún otro conato de apertura.
María del
Carmen cuenta que “los empresarios
enviaron a elementos del Ejército para tratar de ahuyentar a las mujeres”.
La presencia de los militares -según
expuso uno de ellos – se debía a que reportaron que en esa manifestación tenían
a un hombre “secuestrado”. En ese momento, el empleado de la mina se tomaba un
refresco junto con las manifestantes, -detalla María-. El obrero aclaró que no
se trataba de ningún plagio.
Pero no
quedó ahí. Uno de los elementos del
Ejército amenazó con llevarse detenidas a las mujeres si no retiraban la protesta.
Las luchadoras no llevaban pistolas,
ni rifles. La única arma que tenían para confrontar a los soldados era
argumentos jurídicos. Y así lo hicieron.
Los caciques mineros arguyeron que la
Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) ya les había retirado
la clausura. Las mujeres, a sabiendas del comportamiento de los dueños de las
minas, dudaron y solicitaron ayuda para Cristina para corroborar la
información. En
efecto, la dependencia había ordenado el
levantamiento de la clausura, pero no para reiniciar operaciones sino para
tapar el enorme hoyo que dejaron en la zona.
Integración Minera y Grupo México
pretendían extraer carbón con el título ya cancelado de la concesión; pero las
mujeres de Cloete lograron impedirlo.
La compañía y Álvaro Jaime Arellano
planeaban obtener 200 millones de pesos (de ese año). Un 10 por ciento sería
para Álvaro Jaime, por ser el dueño de la concesión, mientras tanto, a Miguel
Valdés se le pagarían 600 mil pesos, asienta la organización “Familia Pasta de
Conchos” en su
informe “Carbón Rojo 2018”.
Cuando las
mujeres de Cloete, como parte de la organización “Pasta de Conchos” se
levantaron para defender sus derechos y su patrimonio empezaron a ser
señaladas. Marta tiene fresco el recuerdo.
“Fuimos llamadas revoltosas y
problemáticas. Pero no lo hacemos por capricho. Existen leyes y la ley dice que
no puedes trabajar a menos de 350 metros. Fuimos tachadas de muchas maneras […]
pero vamos a seguir, porque hemos visto muchos cambios y uno de ellos aquí
está: —señala al socavón– cerrar un tajo que está tan cerca de nuestras casas”.
Martha y Norma continúan caminado por
el sinuoso sendero. Muestran una estructura de madera y fierro viejo sobre un
agujero angosto y largo del que salen moscos y emanan olores nauseabundos que
penetran las fosas nasales hasta hacerlas arder.“Este iba a ser uno de los pocitos que también paramos y cerramos”, dicen con orgullo las mujeres.
Al menos cinco tajos han sido
cerrados en la lucha de estas mujeres.
Las vecinas de Cloete y sus familias
se mantienen en alerta. Un estallido o cualquier ruido extraño y se llaman
entre sí. Ante cualquier indicio de que los “coyotes del carbón” intenten reactivar
un tajo, cueva o pozo clausurado, se juntan para ir a evitar que continúen.
Martha advierte: “Nosotros vamos a
seguir luchando porque ya nos gustó el cambio, el vivir en la tranquilidad en
tener el pueblo y ver el cambio que hemos logrado”.
EN TIERRA
MACHISTA.
La pujanza
de las mujeres de Cloete y su movimiento sobresale porque nace y crece en las
hoscas tierras del carbón que aún conservan un enraizado “machismo”.
Esto es
parte de un cambio en la sociedad de la región carbonífera y las familias de
los mineros a raíz de Pasta de Conchos, la tragedia que giró los reflectores a
toda esa zona.
Cristina
Auerbach explica que en la minería del carbón se agravan los atributos que, por
cultura, se dice pertenecen a los hombres: como la fuerza y la valentía.
No obstante,
la activista considera que, en doce
años, las mujeres se han apropiado del tema de las mineras del carbón.
Ejemplifica que ahora un gran número de las mujeres de la región saben de
minas. “Eso no existía antes, ni siquiera conocían el lenguaje. Muchas de ellas
no sabían ni de terrenos, ni de seguridad de las minas; muchas siquiera sabían dónde
estaba Pasta de Conchos, no tenían idea. Ahora las mujeres hablan de minería”.
Martha
Alicia Martínez coincide en que hay una
notable transformación: “Aquí es tierra de hombres machistas; pero ahora hay
muchos hombres que dejan que la mujer vaya adelante, porque antes la mujer era
atrás, y no podía decir nada”.
“Cuando empezamos nuestra lucha en el
tajo, cuando la gente supo de esa vez que luchamos contra el Ejército, decían:
‘¿¡Cómo pude ser posible que ustedes hayan luchado y hayan estado frente el
Ejército!?’. Es bonito saber que muchas mujeres se sienten identificadas con
nosotros y que nosotros ahora somos ejemplo” comparte.
Martha era
un ama de casa que dedicada sus días a los quehaceres del hogar, preparar la
comida para su esposo, llevar los niños a la escuela, quedarse en su vivienda y
esperar a que su marido retornara del trabajo. Si salía, era al supermercado o
con sus padres y nada más. Ese era un día normal para ella.
Al día de hoy, la mujer divide sus
tareas hogareñas con las movilizaciones, las reuniones con sus compañeras,
diligencias, la vigilancia de los tajos y apoyo para otras causas.
“Ahora me siento orgullosa de saber
que logramos mucho [en su pugna contra las minas ilegales]. Me da orgullo saber
y decir que somos mujeres. Que somos nosotras las que -con el apoyo nuestras
familias que están detrás- vamos al frente” expresa con efusividad.
María del
Carmen San Miguel Montalvo confirma que
la batalla emprendida ha sido inspirada y por las familias de Pasta de Conchos.
Cristina Auerbach sostiene: “Creo que
Pasta de Conchos es una lucha que ganamos las mujeres en una cultura donde está
exacerbado el machismo”.
Norma llega
a su casa apurada para organizar la maleta.
La joven madre, que años atrás se encerró por temor, hoy se prepara para viajar
a otro estado a un encuentro de activistas que confrontan los mega-proyectos de
energía que violentan la tierra, su sustentabilidad y los derechos de sus
hijos.
Su esposo
Martín, un carbonero y aliado de las mujeres de Cloete, ayuda a Norma con los
detalles finales de su viaje y se dispone -junto con su hijo varón mayor- a
preparar la comida para los invitados: sale de su casa y se dirige a un pequeño
invernadero, al lado de la vivienda. Toma unas cebollas.
Allí, en esa tierra que los caciques
del carbón les afirmaron era infértil, el matrimonio ya tiene una modesta
cosecha de cebolla, chile, cilantro, y sandía.
Las familias de Norma, María, Martha
y miles de personas de la región carbonífera se enfrentan todos los días a las
violaciones a los derechos humanos, promovidas, protegidas y alentadas por el
mismo Estado, y nadie dice nada, destaca Cristina Auerbach.
La activista
concluye que hay un mito en torno a los
proyectos extractivos porque debieran generar desarrollo y bienestar, pero más
bien, afectan a las comunidades sin asumir ninguna responsabilidad.
“La carbonífera muestra el resultado
de una Reforma Energética que deja en manos de las empresas un modelo
extractivo que no señala responsables, culpables y que, además, no brinda
ningún desarrollo a la región”, afirma.
La defensora concluye: “Lo que
muestra esta región es que es de una fortaleza brutal. Uno entiende por qué han
sido capaces [empresas y Estado] de tratarlos de esa forma, cuando uno ve lo
que son capaces de resistir”.
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