Martín
Moreno.
Las estimaciones financieras de
Bloomberg y LMCapital Group, son demoledoras: las pérdidas por la cancelación
del nuevo aeropuerto en Texcoco, ascenderán a … ¡5 mil millones de dólares!,
fortuna que – aunque cifra menor, pero pérdida finalmente-, será pagada como
ocurrió con el Fobaproa: por generaciones enteras de mexicanos.
Algo injusto
y cruel para el país.
Algo que pudo evitarse si el
presidente Andrés Manuel López Obrador no se hubiera obsesionado con cancelar
el NAIM Texcoco. Hasta ahora, ni él ni su gobierno han dado una razón
contundente, de peso y, sobre todo, financieramente justificada, para
convencernos de que fue una decisión adecuada y certera. No ha sido así.
Aún más:
Las dudas sobre la viabilidad de la
alternativa del gobierno obradorista – construir dos pistas más en la base
militar de Santa Lucía-, cada vez son mayores, tanto en distancia, operatividad
aérea, viabilidad y comodidad de millones de pasajeros al año. Demasiados
contras para un proyecto al cual no se le han hecho, hasta el momento, los
estudios técnicos y de viabilidad ambiental que en cualquier parte del mundo se
requieren.
No, señor. Un proyecto hecho, literal, sobre las
rodillas del Presidente: en una hoja de papel y un lápiz. Así.
Y cómo no dejar de mencionar esta
puntada de AMLO:
“Estamos confiando al Ejército la
construcción de las pistas, de la terminal, de todo. Hoy voy a ver el proyecto
(de construcción) que ya está prácticamente terminado”.
¿Acaso nuestro país, pródigo en
arquitectos destacados mundialmente, no tiene otra opción para la construcción
de su nuevo Aeropuerto que los trazos geométricos de los militares con pistola
al cinto? ¿Acaso los soldados son albañiles?
Con todos
estos ingredientes, ¿cómo no dudar de
que todo esto se trata de un mero capricho presidencial?
Si había corrupción o irregularidades
de los contratistas del NAIM Texcoco, ¡que se investiguen y los castiguen! No
se trata de encubrirlos ni de solaparlos. No. Ya estamos hartos de tanta
impunidad. Pero una cosa es modificar los contratos y otra, muy diferente, es
cargar en los hombros de los mexicanos el costo de esta decisión presidencial
cada vez más cuestionada y debilitada.
A final de
cuentas, los contratistas e
inversionistas no perderán dinero: allí está la generosa oferta del gobierno de
AMLO para la recompra de bonos del nuevo aeropuerto. Con los impuestos de
todos.
Y como los banqueros en 1995, que
tampoco perdieron dinero.
Sí, otra vez (en mecanismos
financieros), como el Fobaproa.
Que los mexicanos paguen a largo
plazo.
Que se jodan.
“La oferta de recompra de bonos del
NAIM limpia el camino para la construcción del aeropuerto en la base militar de
Santa Lucía…agradecemos la actitud responsable de inversionistas”, dijo AMLO.
La respuesta se la dejamos a los
especialistas financieros que manejan la frialdad de los números:
“Esta es una victoria política para
López Obrador, pero los mexicanos son los perdedores”, advierte Édgar Cruz,
analista de crédito de BBVA Bancomer.
Y más:
“Van a pagar a los tenedores de bonos
por un largo tiempo, y luego tienen que deshacer lo que ya hicieron, y eso no
va a ser barato”, señaló Luis Maizel, principal director gerente de LM Capital
Group, quien elaboró el cálculo de 5 mil millones de dólares…
“A estos
costos, la nueva administración deberá
agregar los mil 800 millones de dólares en notas que acordó recomprar a los
inversionistas, dinero que provendrá del fideicomiso del aeropuerto creado para
construir un centro futurista diseñado por el arquitecto Norman Foster.
“Si bien el acuerdo fue una gran
victoria para la administración, ya que evita una batalla potencialmente
desagradable con los tenedores de bonos, la oferta de recompra que acordó –
valor par más intereses devengados y no pagados-, fue mucho más cara de lo que
había previsto inicialmente”. (El Financiero. 21-XII-2018. Andrea Navarro y Nacha Cattan).
Lo dicho: pérdidas que deberán pagar todos los
mexicanos.
Los caprichos
suelen costar caros, y máxime, si ese capricho lo hacen los poderosos.
Costaron caros los caprichos de
corrupción y frivolidad de López Portillo, y todos los pagamos.
Costaron caros los caprichos de un
falso primer mundo de Salinas de Gortari, y todos los pagamos.
Costaron caros los caprichos de una
guerra sangrienta contra el narco perdida de antemano de Calderón, y todos los
pagamos.
Por lo
pronto, ya sabemos cuánto nos costará el
capricho de AMLO de cancelar – sin necesidad técnica ni justificación
financiera ni viabilidad usuaria-, el nuevo aeropuerto: 5 mil millones de
dólares.
A pagarlos
todos.
Como
siempre.
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