Salvador
Camarena.
A veces pasa
que las calabazas no se acomodan en el camino, que lo que arrancó mal sólo
empeora, que las personas confirman que son lo que son y nada más, que la
alquimia no hará de una ocurrencia una genialidad. Una de esas veces ha
sucedido, oh sorpresa, con la terna nominada por el presidente Andrés Manuel
López Obrador para ocupar el asiento que en la Suprema Corte de Justicia de la
Nación ha dejado José Ramón Cossío.
Porque
cuando uno escucha que el mandatario del “cambio” manda una terna compuesta por
sus allegados Juan Luis González Alcántara Carrancá, Loretta Ortiz y Celia
Maya, de repente surge la esperanza de que tras uno de esos ya clásicos
silencios pejistas, el Presidente agregue: “Ah-vea, noscierto, ellos no son la
terna, me canso ganso que se la creyeron…”. Pero no, sí era la terna, la buena
(es un decir), la formal. En este caso, el titular del Ejecutivo no hizo un
Banxico, nada de proponer a un Jonathan Heath, no, acá mandó a gente que
destaca por un valor poco jurídico: la cercanía al mandatario de origen
tabasqueño.
Como no da
uno crédito a tan cuestionable terna, se anhela, quién sabe por qué, que en una
de esas el Senado escuchará las críticas y dispondrá que al menos en la
comparecencia los candidatos a ministro sean exigidos, que se les hará
demostrar que se merecen tan delicado nombramiento.
Si andan de
ánimo para ver que ni el Senado ni los candidatos se tomaron en serio lo que no
debería ser un trámite, lean esta reseña publicada en Nexos el martes, donde
los autores concluyen que “una vez más, nos encontramos frente a un
procedimiento que carece de la rigurosidad que exige la designación de un
ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación”.
Y ahí es
donde toda esperanza en el rayito de ídem se apaga. Porque si es cierto lo que
dicen, que esta terna era en realidad de uno, que las dos mujeres fueron
enviadas de relleno, comparsa y simulación, si eso es cierto y el presidente
López Obrador quiere a su bro Juan Luis González Alcántara Carrancá en la SCJN,
pues luego se le va a uno la quijada al suelo cuando lee lo que dijo en el
Senado el flamante candidato.
Preguntado
con respecto a los derechos de las personas lesbianas, gay, bisexuales, trans e
intersexuales (LGBTI), González Alcántara Carrancá respondió: “Yo tengo
respeto. Los veo como seres humanos, no los estigmatizo, sino simplemente son
personas que tienen sus gustos, como a uno le pueden gustar las gordas, a otros
les pueden gustar las jóvenes”.
No, no me
digan que estas son las palabras de un cuasi ministro. No me digan que en vez
de responder, digamos, que el Artículo 1º de la Constitución de los Estados
Unidos Mexicanos establece desde hace años que todas las personas gozan “de los
derechos humanos reconocidos en esta Constitución” y que ahí mismo se señala
que “queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional,
el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de
salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales…”, que en vez de
eso, en tono condescendiente, el señor González Alcántara respondió que él
respeta “los gustos”, no los derechos, y de remate se puso a estigmatizar con
aquello de “las gordas”.
Dios (porque
lo de hoy no es ser laico), no me digan que tendremos un ministro a la altura
(es un decir) del Bronco, ese señor tramposo de Nuevo León que se ganó que el
Conapred le abriera un proceso cuando dijo que “a las niñas gordas no las
quiere nadie”.
No me digan
que alguien que podría dirimir sobre derechos en el máximo tribunal, no domina
que según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), “la
discriminación es una práctica cotidiana que consiste en dar un trato
desfavorable o de desprecio inmerecido a determinada persona o grupo, que a veces
no percibimos, pero que en algún momento la hemos causado o recibido”.
No me digan
que a la Corte llegará alguien al que no le habría caído nada mal la campaña
lanzada por el Conapred en 2015, llamada “Sin Tags”, en la que indicó que “hay
personas que son víctimas de la discriminación todos los días por alguna de sus
características físicas o su forma de vida (…). Discriminar lleva a poner
etiquetas: #gordo, #naco, #marginal” ¡Esto, no nos define!” .
Pues no. El
candidato oficial a ministro sí dijo lo que dijo. Ya estaba mal la caballada, y
luego el Senado no se toma en serio nada, y los candidatos decepcionan…
Lo dicho.
Porque la realidad luce increíble, a veces uno se queda esperando un milagro.
Pero nada.
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