Julio Astillero.
El caso Baja
California sigue produciendo material político de baja estofa, en consonancia
con las hechuras que buscan prolongar el mandato como gobernador del morenista
Jaime Bonilla Valdez. Ahora ha sido el dirigente del Partido Acción Nacional,
Marko Cortés, quien ha aportado una versión a destiempo y sin mayores pruebas
de que la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, y la casi renunciante
secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, habrían intentado canjear una
gubernatura interina en Puebla por la extensión del periodo de mando en Baja
California, considerando que dicha prolongación favorecería a quien fuera
candidato de Morena al mando en la entidad norteña.
Hasta ahora,
se trata de dichos. El panista Cortés se atiene a sus propias palabras y la
morenista Polevnsky refuta en los mismos términos. La ex dirigente empresarial
agregó que el blanquiazul le habría propuesto que Morena no presentara
candidato a la gubernatura interina luego de la muerte de Martha Érika Alonso
en Puebla para ceder cortésmente el paso a Acción Nacional, que oficialmente
había ganado la gubernatura de seis años: Yeidckol habría contestado que no,
que eso sólo podría suceder sobre su cadáver.
Por lo
pronto, queda de manifiesto una ruptura en los términos convencionales de
diálogo entre políticos profesionales que suelen explorar con la mayor soltura
las más extremas, y a veces aberrantes, posibilidades de negociación en casos
complicados, con la confianza de que esos diálogos crudos quedarán en la
confidencia del oficio. Cortés aparece así como alguien que es capaz de revelar
pláticas confidenciales para afectar a sus contrincantes aunque en ello se
juegue la futura confianza de sus interlocutores.
En ese
contexto, los entretelones que se sugieren, ciertos o falsos, exagerados o
acotados, añaden elementos de polémica y duda en procesos tan accidentados
(incluso en términos prácticos, aeronáuticos) como han sido los de Puebla y
Baja California. En la entidad citada en primer término se aplastó política y
electoralmente a Acción Nacional mediante una extraña alianza con segmentos
priístas que permitieron colocar como gobernador interino a Guillermo Pacheco
Pulido, miembro relevante del partido tricolor, quien facilitó el camino para
el triunfo de Miguel Barbosa. En Baja California hubo una alianza entre el
panismo del gobernador saliente, Kiko Vega, y el morenismo del amigo Jaime
Bonilla Valdez, para garantizar tranquilidad al primero y continuidad de
calendario al segundo.
La gran
ironía es que con tanto esfuerzo por abatir las especulaciones sobre
pretensiones releccionistas del morenismo y, en particular, del propio
presidente Andrés Manuel López Obrador, el tema de la continuidad en el poder
está más presente que nunca en una mesa de discusiones públicas precozmente
montada y probablemente de duración prolongada.
Ni siquiera
la firma ante notario público del compromiso de AMLO de no aferrarse a la
Presidencia satisfizo plenamente a sus encarnizados adversarios. A unos les
pareció tramposo el fraseo utilizado, otros consideraron que ese compromiso
notariado podría ser tirado al bote de la basura circunstancial si el pueblo le
pidiera al tabasqueño que buscara más tiempo al timón nacional para completar
sus proyectos y algunos más protestaron incluso por la discusión tan amplia de
este tema cuando debería bastar la lectura de la Constitución para asumir que
no habría cabida para intentos de mantenerse en el poder fuera de los plazos
sexenales.
Por lo
pronto, cancelado mediante la mencionada firma del compromiso andresino, el
tema de la relección sigue en cartelera y probablemente seguirá a lo largo de
la temporada sexenal, con funciones redobladas cuando se acerque el tramo final
de la estancia de AMLO en la silla presidencial.
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