Alejandro
Páez Varela.
El febrero
de 2019, a propósito de otro ataque contra la prensa, escribí:
Es odio que
lleva años corriendo, enlodando la vida nacional. Quizás desde 2006: más de
doce años. Ahora son más los que defienden a AMLO pero entonces, recuerden, le
llovían las mentiras y las ofensas. Le llovía la suciedad a López Obrador. Con
dinero de sus opositores y con mucho dinero de empresarios. Fueron miles de
millones en campañas de mierda; una ofensiva brutal contra un sólo individuo.
Sembraron tanta mierda que se cosecha mierda por todos lados.
No justifico
a los que ahora atacan –no tienen justificación, ni hoy ni nunca–, y el que
lanza mierda siempre se embarra la mano. Digo que ésos que ahora atacan no
salieron de la nada, no vienen de la nada. De eso hablo, pues: de cuánta
basura, cuánto encono, cuánto odio por todos lados. O de un lado y de otro.
Basura que vuela encima de unos y de otros, pero que embarra a todos. Basura
que no sirve para amasar un ladrillo porque no pega, y apesta. Basura que no
tiende un puente, que no tapa un bache. Basura que nada más es basura; que es
simplemente odio. Basura que distrae de lo que importa: echar a andar la
economía, frenar el saqueo del país, acabar con los homicidios y los
feminicidios (en particular, los feminicidios), presentar ante la justicia a
los culpables, crecer, hacer Patria.
Un “cállate
puta” es un cállate puta. Un “chingas a tu madre” es un chingas a tu madre, sin
comillas. Reporteras y reporteros lo leen, lo resienten. Unos tienen más dura
la piel, pero otros no. Esto tiene que parar. Afecta a los periodistas, pero
dañará seriamente a quien pretenden “defender”: el Presidente. No le hacen un
favor al Presidente. La basura tiene el poder del búmeran: siempre se regresa.
Paren ya.
–“El poder
del bumerán”
En marzo de 2019,
a propósito de otro ataque contra la prensa, escribí:
La rendición
de una buena parte de la prensa tradicional ante Enrique Peña (y Felipe
Calderón, y Vicente Fox y…) tiene que ver con el dinero. Se ha doblado décadas
por dinero. Con Peña, el puñado de medios que no se rindió debió enfrentarse a
la hostilidad del régimen y a la desigualdad generada por los recursos
entregados a manos llenas a medios afines.
Ahora,
curiosamente, la 4T encontrará que cierta prensa se le doblegará por dinero;
pero es sólo la misma prensa que ya se dobló con todos los anteriores
presidentes, porque esa es su especialidad, incluso su vocación. La que no se
doblegará (espero, confío) es la que no se doblegó en el pasado.
La que no se
dobló antes es la que ayudó a exhibir la podredumbre peñista y de carambola
ayudó a AMLO a llegar a Palacio Nacional. No lo hizo por ayudarle: lo hizo
porque era su deber; un deber que ahora llama a decir, como antes, las cosas
por su nombre.
Pronto,
López Obrador se dará cuenta que no todos van a caminar hacia la rendición. Y
que la rendición es una mala noticia si de lo que se trata es de fortalecer la
democracia. A menos, claro, de que la idea sea abatir la democracia.
–“Rendición”
En abril de
2019, a propósito de otro ataque contra la prensa, escribí:
El
Presidente califica a toda la prensa de corrupta. Toda, sin excepción. Y luego,
después de generalizar una y otra vez, dice que no todos; que algunos
periodistas se salvan. Le dice a los reporteros que si se portan mal verán lo
que les pasa, pero a la vez tiene un consejo de empresarios de medios que son
de lo más fifí: los fifís de los fifís –utilizando sus propia jerga–, para ser
correctos. Y todos los demás son, en pocas palabras, sus enemigos. Por supuesto
que entre los periodistas existe una sensación de que va a ser un sexenio
difícil; que serán seis años de constante golpeteo y desacreditación; un
periodo en el que todos son (somos) chayoteros salvo aquellos que el jefe
supremo diga que no.
Y ya no le
sigo para no “ganarme” una buena tunda en redes, como las que sabe el
Presidente que existen para los periodistas y que, dice, no vienen de él sino
de “la gente”.
Sólo diré
que no termino de entender por qué tanta virulencia. Qué gana AMLO, qué busca.
De verdad lo quiero entender, y si quieren hasta darle la razón si la tiene.
Pero no puedo. Y no entiendo.
También
quiero preguntarme, en voz alta, si no existe gente cerca de él que le diga
cómo se ve desde afuera del círculo que lo rodea; cómo se leen sus discursos,
los mensajes que manda en las mañaneras, los ataques, su jerga del siglo XIX
como contexto para gobernar a golpes. Me pregunto, en voz alta, si ha dejado de
escuchar. Porque si es así, si ya no escucha, entonces no necesitaba dejar Los
Pinos: se trajo el embrujo de Los Pinos con él a Palacio Nacional.
–“El
embrujo”
La semana
pasada, este julio de 2019, a propósito de otro ataque contra la prensa,
escribí:
El
Presidente Andrés Manuel López Obrador se lanzó hoy, después de sus tradicionales
ataques a Reforma, contra la revista Proceso. Dijo que dejó de leerla porque
“no se porta bien” con él. Y luego, de manera velada, se refirió al portal
SinEmbargo, el único medio que publicó que su hijo menor vacaciona en uno de
los más exclusivos “camps” en San Luis Potosí, que cobra 64 mil pesos por 14
días, o 40 mil por semana.
El
Presidente dijo que SinEmbargo cobró chayote con Enrique Peña Nieto a pesar de
que el Presidente mismo sabe que no es cierto. Lo saben Jesús Ramírez y Jesús
Cantú, sus hombres de prensa. Ni SinEmbargo, ni sus accionistas, ni sus
directivos, ni sus columnistas (entre los que estuvieron Genaro Villamil,
Sanjuana Martínez, Gabriel Sosa Plata o Jesús Robles Maloof, hoy en la 4T)
aparecieron, aparecerán o podrían aparecer en ninguna lista de chayoteros.
Ramírez y Cantú deberían recordárselo.
Por cierto,
el Presidente nunca desmiente lo publicado en SinEmbargo. Sólo se molestó.
Atacó con el argumento más fácil: descalificando.
No le hace
bien a la democracia que el Presidente descalifique sin datos, o que suelte
golpes como soltar argumentos. No le hace bien a su gobierno, o a él.
Por lo
demás, los periodistas independientes y honestos sobrevivimos a Fox, a
Calderón, a Peña. Sabremos sobrevivir a López Obrador.
En mayo de
este año escribí:
Espero que
pronto, antes de seguir haciéndonos daño, empecemos a darnos cuenta que la
defensa ciega de un proyecto no le ayuda nadie; ni a nosotros mismos, ni a una
causa. Que participar en la vida cívica del país requiere más responsabilidad y
que una mayor reflexión y prudencia permite tener mayor incidencia en los
otros.
Hemos dejado
de conversar cuando eso, conversar, es compartir conocimiento. Hemos dejado de
mediar con el intercambio inteligente porque nos enamoramos del que gruñe. Nos
apuramos en aceptar conclusiones en una línea de texto y una repasada al
timeline porque es más fácil que pensar. Y entonces nos destruimos. Y entonces
le hacemos gordo el caldo al que sí razona su odio: lo lanza, porque le
interesa colocarlo para sacar ganancias.
Me parece
que la irreflexión de estos días nos llevará a tomar malas decisiones y a la
frustración. Me parece que la conversación pública en México debe transitar de
los ladridos a los argumentos inteligentes. Para eso se necesita que todos pongan
algo de su parte.
Pero, por
desgracia, no veo cuándo empezaremos a escucharnos; no veo cuándo podremos
argumentar si todos estamos apurados en arrebatarnos la palabra, a gruñidos.
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