El tema de
Baja California está proveyendo de material político y propagandístico a una
oposición al obradorismo que, hasta ahora, ha fracasado en sus diversos
intentos de asir una bandera política redituable. Las marrullerías realizadas
por Jaime Bonilla Valdez y su equipo (en el que destaca Amador Rodríguez
Lozano, a quien se apunta como probable secretario de Gobierno) han permitido a
esos adversarios de la autodenominada Cuarta Transformación (4T) sembrar y
alimentar especulaciones respecto a eventuales intenciones del
obradorismo-morenismo en sostenerse en el poder más allá de los términos
constitucionales y a través de cuanto recurso les sea posible.
Ese virus
del miedo ha funcionado en otras ocasiones contra la figura de Andrés Manuel
López Obrador y ahora se están conjuntando intereses y grupos, a los que une el
rechazo ardiente contra la mencionada 4T, para fomentar la percepción de que
hay pretensiones autoritarias que irían más allá del lapso sexenal entregado en
urnas en 2018, ya fuera mediante la misma persona que hoy ocupa el máximo cargo
público del país (por más que esta persona diga lo contrario y por más que se
firmen y certifiquen firmas para garantizar que no habría relección, alegan
esos opositores) o mediante otra figura política (¿Claudia, Marcelo o Ricardo,
por ejemplo?) que se beneficiaría del asistencialismo electoral, la
remodelación institucional y, en particular, el debilitamiento y cambio en
materias comiciales.
Asoma en
escena de manera desatada el ex ocupante de la silla presidencial Felipe
Calderón Hinojosa, quien, con la displicencia y desmemoria que le son
características, aboga por liberar a México por la vía de un partido familiar
que trata de construir. El escritor Enrique Krauze ha tuiteado: Urge crear un
Frente Nacional Antirreeleccionista. Cuauhtémoc Cárdenas puede encabezarlo.
Muchos lo seguiríamos. Organismos empresariales, con el presunto precandidato
presidencial prematuro Gustavo de Hoyos a la cabeza, también afinan y
multiplican sus críticas a la administración andresina. Por primera vez desde
que esos grupos e intereses fueron aplastados en las urnas, encuentran alguna
forma de vertebración y trabajan de manera más unitaria en un proyecto
Contra4T.
En el flanco
económico se lleva un proceso de doble cara. Los organismos empresariales y
financieros se reúnen con amabilidad con el Presidente de la República,
anuncian inversiones, expresan confianza en el futuro del país y se toman
fotografías de avenimiento con el político tabasqueño al que en privado critican
y repelen. Por otra parte, organismos de análisis, estudio y difusión mediática
de esos grupos sueltan referencias desalentadoras respecto al futuro inmediato
del país en términos económicos. Ayer tocó el turno, en este carrusel, a
Citibanamex, con una nota especial en la que se habla de un estancamiento sin
rebote a la vista: consideramos ahora que el crecimiento anual del PIB en 2019
será de 0.2 por ciento.
En esa nota
se incluyó un párrafo que no debe haber alegrado al gobierno obradorista, pues
se asienta que en contraste con las recesiones de los últimos 25 años, en esta
ocasión no hay un choque económico externo significativo ni importantes
desbalances financieros que tengan que autocorregirse; el escenario de bajo
crecimiento que visualizamos es esencialmente resultado de factores locales.
Con esos
ingredientes y desde diversos flancos, está en curso el mayor ataque concertado
que hasta ahora se ha podido elaborar contra el obradorismo. A ello colaboran,
voluntaria o involuntariamente, pifias graves como la sucedida en Baja
California con las trapacerías cometidas por un amigo del Presidente de la
República para quedarse tres años más en el cargo. Trapacerías de las que López
Obrador no se ha desmarcado tajantemente: al contrario, en la práctica (más
allá de lo discursivo) las está solapando cuando menos con tretas elusivas poco
eficaces, que están dando más armas de descalificación a sus adversarios, que
están pasando del acecho a la acción abierta.
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