Salvador
Camarena.
Recientemente
alguien en una reunión preguntaba cuál sería la kryptonita de López Obrador. Se
contestó que seguridad, pero yo opté por señalar que el golpe a la línea de
flotación del actual Presidente sería un escándalo de corrupción en su equipo.
No hay forma
de minimizar a la violencia como un factor que puede descarrilar al gobierno de
Andrés Manuel. Sin embargo, el poderío de los cárteles, la debilidad de las instituciones
de procuración de justicia, la multiplicidad de agentes de cuya participación
depende una mejora en ese rubro, permiten a López Obrador tener en tan delicada
materia un colchón de tiempo o excusas.
No por nada
el Presidente ha dicho que comenzará a informar sobre los gobernadores que
estén haciendo la tarea en seguridad.
Porque hace
falta que hagan su trabajo los mandatarios estatales, pero también los
munícipes (que a veces no tienen recursos económicos, o capacidades operativas,
o voluntad, o libertad para montar capacidades policiacas y preventivas
reales), y los jueces locales y federales, y ya no digamos los policías de
investigación y los peritos, etcétera. Todo eso hay que arreglar, todo eso nos
puede costar el hoy nacional, pero todo eso no está en manos de AMLO, así tenga
mayorías y mandato. Sin mencionar, por supuesto, lo urgente de sanear esos
centros de criminalidad intra y extramuros que son las cárceles.
Así que la
violencia puede ser la kryptonita de México, pero no necesariamente el iceberg
donde estrelle Morena su futuro político.
En cambio,
un escándalo de corrupción en el entorno del Presidente que ha prometido ser el
ejemplo de la honestidad sí podría atascar el principal de sus motores: el
discurso anticorrupción que él ha presentado como llave maestra del desarrollo
e incluso de la seguridad.
Al dejar el
gobierno de sangrar a empresarios y ciudadanos con sus moches, la economía
despegará. Al no ser ya un gobierno de corruptos, no hay razón para que otros
crean tener permiso para delinquir. Con la honestidad, el maná caerá del cielo
y la gente vivirá en armonía, es la parábola de López Obrador. Y parece que los
mexicanos se la están creyendo.
El martes
pasado El Financiero publicó una encuesta que recogía la opinión sobre el
primer año de AMLO. Cuestionados sobre el rubro en que el Presidente ha tenido su
mayor logro, la respuesta que más concitó aprobaciones fue el tema de la
corrupción: 17%; en tercer lugar quedó el combate a la pobreza, con 12%.
Datos de
Reforma el domingo arrojaron un similar resultado: 19% cree que el mayor logro
gubernamental ha sido en combate a la corrupción; 15%, combate a la pobreza, y
14%, educación.
¿El
Presidente combatió la corrupción en su primer año? Es cierto que juicios a una
exsecretaria de Estado que se volvió símbolo de la indolencia presidencial (“no
te preocupes, Rosario”), a un exdirector de Pemex que huyó del país, a un
abogado que era visto como intocable. Eso, más la renuncia de un líder sindical
que personificó como pocos la ostentación y el desdén por la rendición de
cuentas. Todo eso, y un poco más, hemos visto en este año.
Pero, sobre
todo, hay una secretaria de la Función Pública muy visible (con Peña Nieto
hasta se congeló largo rato ese cargo y por cierto el último año ni procurador
titular hubo), una sanción administrativa a un delegado de Morena, un escándalo
inmobiliario de Bartlett en un limbo y un Presidente de la República que día a
día promete que las cosas ya cambiaron.
El primer
año el Presidente redobló la apuesta en anticorrupción. Insiste en que nadie
quedará a salvo si se prueban desvíos en la conducta.
En cosa de
semanas cerrará el primer ciclo de gasto. Veremos ahí las primeras pistas de la
utilización honesta, eficiente, descuidada o corrupta, según sea el caso, de
esos dineros. En otras palabras, si hay kryptonita, ésta ya fue incubada y sólo
es cuestión de tiempo para que aflore. Y como ya se sabe que la riqueza es algo
que no se puede ocultar… pues ya nos enteraremos de si hay cambio verdadero.
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