Adela
Navarro Bello.
El Día
Internacional de la Mujer es un movimiento, como se advierte en el enunciado,
internacional. Se vive y se conmemora en todo el mundo. En distintas épocas, en
contextos específicos, es más grande, aglutina a más mujeres, o suele pasar
discreto. México no ha sido la excepción. Cuando había menos libertades para
las mujeres, las manifestaciones y exigencias en ese día solían ser nulas,
mínimas, o minimizadas.
Al tiempo
que los mexicanos hemos ido madurando como sociedad, cuando hemos tenido acceso
a la democracia, por ejemplo, cuando se ha avanzado a partir de leyes con
gobiernos y entornos laborales paritarios o en camino a serlo, las mujeres se
han empoderado y en ello va tomar las calles como lo hicieron este 8 de marzo,
Día Internacional de la Mujer, en todo el país, resaltando por su número de
residentes y por lo tanto en el nivel de participación de la mujer, la Ciudad
de México, la misma que concentra los poderes que integran el Estado mexicano.
Aparte del
empoderamiento que la mujer mexicana ha tenido en los últimos años, hechos de
violencia recientes, notorios casos de acoso, de feminicidios, de violencia
doméstica, acoso sexual y de una impunidad que también pega a las mujeres, este
año el movimiento creció hasta convertirse en un hecho histórico.
Cientos de
miles de mujeres salieron a manifestarse en una marcha que fue, sin lugar, a
dudas en un 99.9 por ciento de la participación pacífica. Aun cuando las
autoridades de la Ciudad de México pretendieron minimizar la marcha del #8M
obsequiando una cifra de 80 mil participantes, se sabrá en estos días una cifra
más cercana a la real, que sin duda sobrepasará esa oficial.
La marcha
por el Día Internacional de la Mujer fue eso, una manifestación andante para
exigir condiciones de seguridad ante la violencia y el acoso que las féminas
viven todos los días en el país; exigir justicia para que los feminicidios no
queden como están ahora, en la impunidad. Demandar leyes que lleven a la
paridad no sólo en posiciones de trabajo, también en sueldos, en respeto a las
capacidades de las personas. Para buscar un trato igualitario, y un lenguaje
inclusivo, para hacer notar la importante presencia de la mujer mexicana que no
está sola, que está acompañada de todas, porque “no somos una, somos todas”.
De las
cientos de consignas cantadas, gritadas, entonadas, fue rara aquella que
trajera una contra el Presidente de la República. En el periódico Reforma
hicieron un recuento de 100 consignas, hubo más, la algarabía les dio para más.
Pero considerando esas 100 levantadas por el diario, entre las escritas en
mantas, en cartulinas o cantadas a toda voz, sólo en dos de ellas se hace
referencia directa al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador:
“AMLO queremos protección, no que te preocupes por rifar el avión”, y, “AMLO
macho”. Sólo esas.
De manera
indirecta, tres fueron las referencias al Presidente López Obrador en el conteo
de Reforma, y se debieron a sus posicionamientos públicos y las prioridades
que, ha demostrado, tiene el Gobierno que encabeza: “A cómo el cachito de
justicia”, en relación a la gran venta de cachitos que ha emprendido el
mandatario nacional y que incluso consideró y así lo anunció, iniciar la venta
el 9 de marzo, día del paro de mujeres, aunque después reculó. Otro, “Las
paredes se lavan, nuestras mujeres no vuelven”, en alusión directa a la
petición del Presidente para que en las manifestaciones feministas no se
pintaran las paredes ni la puerta de Palacio Nacional, su casa.
Hubo otras
dos referencias al Estado, no a él directamente: “Fue el Estado” y “México
feminicida”.
Fuera de
esas pocas pintas directas al Presidente López Obrador, o indirectas a sus
prioridades, no hubo consignas para derrocar a su Gobierno, tampoco llamados a
la insurrección, a la reacción, mucho menos arengas políticas; ideológicas
partidistas tampoco.
La realidad
que el Presidente López Obrador no quiere, o no puede entender, es que el Día
Internacional de la Mujer fue eso, y no un acto en su contra. No fue una marcha
anti-lópezobradorista, como tampoco fue una manifestación contra su Gobierno.
Muy pocas -las anarquistas cuya presencia fue mínima en relación a la
concentración masiva- de las miles de mujeres que marcharon ese día, entre
cantos, bailes, consignas, lo quieren tumbar de la silla presidencial que ocupa
desde el 1 de diciembre de 2018 después de una votación tan democrática como
histórica.
Pero en la
paranoia política, el Presidente López Obrador ve pretendidos golpes de Estado,
insurrecciones y acoso, y no entiende que detrás del movimiento de mujeres que
este 8 de marzo del 2020 tuvo una participación histórica, está sólo el ánimo
de sentirse seguras, libres, respetadas, con acceso a la justicia, al progreso,
a una paga justa y ambientes laboral y social, libres de acoso.
No todo en
la manifestación social de este país gira en torno al Presidente Andrés Manuel
López Obrador, como tampoco él tiene la exclusividad de la toma de la calle y
el abarrotamiento del Zócalo capitalino. No es él el protagonista de todas las
marchas. Ese domingo 8 de marzo, como con el paro del 9 de marzo, las
protagonistas fueron las mujeres. Pero el Presidente las irrespeta con sus
manifestaciones verbales, en un foro donde ahí sí, solo él y nadie más es el
protagonista, en sus mañaneras, en una de las cuales, por increíble que
parezca, soltó esta frase para referirse al movimiento feminista en México:
“Tiene varias aristas, son mujeres que luchan contra los feminicidios, pero hay
otra vertiente que están en contra nuestra y lo que quieren es que fracase el
Gobierno y no se consolide la cuarta transformación. Es el conservadurismo
disfrazado de feminismo los que quieren que fracase”.
Nada de eso.
Las miles de mujeres llegaron acompañadas de otras mujeres por voluntad propia,
porque la tienen y porque de eso se trató la marcha también, de la
dignificación de la mujer, de la mujer libre que toma decisiones, que no es
alfil de partido político, ni de grupo ideológico o de un Gobierno manipulador.
Pero eso no lo entiende el Presidente López Obrador. Para él toda
manifestación, así sea en un día de conmemoración internacional, forzosamente
tiene que ver con él. Se mete solo a la narrativa social y agrede. Insistió en
su conferencia del #9M, un día después de la histórica marcha:
“…de quienes
están en contra nuestra y lo que quieren es que fracase el Gobierno y sobre
todo que no pueda consumarse la cuarta transformación de la vida pública del
país. Es el conservadurismo disfrazado de feminismo o de lo que resulte”.
Agredió
también a los medios de comunicación que ante el alcance histórico que ya se
previa sobre la marcha hicieron enlaces en vivo, al tiempo que se pretendió
erigir como el único que puede –o podía, pues ya es Gobierno y no soporta, es
evidente, las manifestaciones- tomar la calle, el Zócalo, y ser noticia:
“Me llamó
mucho la atención ayer, porque nosotros venimos de la lucha social, de la
oposición, y hemos hecho infinidad de marchas y hemos llevado a cabo muchas
concentraciones, yo creo que en los últimos años hemos estado como unas 30, 40
veces en el Zócalo, y hemos luchado, y nunca este, tuvimos cobertura de los
medios como ayer, Televisa en vivo, Milenio en vivo, todos, este, muy atentos
informando, eh, bueno no todos también, un número considerable de medios”.
Pretendiendo
tener un tono más conciliador, cuando ya era tarde, refirió protección para la
manifestación; “afortunadamente, repito, se garantizaron las libertades, no
hubo represión, hechos aislados…”.
Y en su
discurso, una vez más, minimizó a la mujer, a las miles que marcharon las
redujo a títeres de los grupos que acusa de conservadores. Lo dijo con todas
sus palabras el Presidente: “no pudieron los conservadores articularse, siguen
sin poder agruparse para formar todo lo que conocemos como reacción. Siempre
que hay un movimiento de transformación como respuesta un movimiento reaccionario…
ahora están moralmente y políticamente derrotados, como decía el Presidente
Benito Juárez, el triunfo de la reacción es moralmente imposible…”.
No fue así.
La del domingo fue una marcha feminista con cantos, con bailes y tambores, con
consignas exigiendo justicia, seguridad, un mundo libre de violencia, alto a la
impunidad, alto a los feminicidios, valentía femenina. Miles de mujeres que
debieron saltar los obstáculos que puso el Gobierno de la Ciudad de México al
cerrar calles y avenidas para provocar embudos de manifestantes y retrasar la
llegada al Zócalo, mismo espacio que fue cerrado, tapiado, para que no
llegaran, para que no se manifestaran ahí, acciones por parte de un Gobierno
que paradójicamente está encabezado por una mujer.
Pero las
mujeres no se arrendaron. Tiraron las vallas que impedían el acceso al Zócalo y
entraron poco a poco como fueron llegando debido a los retrasos por el cierre
de calles. Fallaron en su estrategia de minimizar la marcha, en la estrategia
de demeritar la denuncia con la participación de muy pocas mujeres haciendo
disturbios, vandalizando empresas, o lanzando bombas molotov a un tapiado
Palacio Nacional que ya no es la casa del pueblo, sino el hogar y las oficinas
privadas del Presidente.
Es una
lástima que el titular del Ejecutivo Nacional no entienda a un sector tan
importante en la sociedad mexicana como lo son las mujeres. Que no entienda que
la marcha fue de ellas, para ellas, que él no es el protagonista de todo, ni el
centro de la manifestación pública en el país. Es lamentable que se cierre a
cambiar una estrategia para proveer seguridad, justicia e igualdad a la mujer,
cuando es evidente, por los acontecimientos de violencia, el acoso y la brecha
salarial, que no está funcionando.
Es
lamentable que el Presidente no entienda que el movimiento del #8M fue
internacional, que debía acompañar en lugar de agredir, en un día que para las
Naciones Unidas, se trata de “un buen momento para reflexionar acerca de los
avances logrados, pedir cambios y celebrar la valentía y la determinación de
las mujeres de a pie que han jugado un papel clave en la historia de sus países
y comunidades”.
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