Julio Astillero.
No fue lo
mismo protestar en activo que hacerlo por la vía pasiva. Denominado, con
ambición, como un paro nacional femenino, el ausentismo de este lunes no tuvo
la contundencia de la marcha dominical conmemorativa del Día Internacional de
las Mujeres.
Para
empezar, no hubo la posibilidad de una medición inmediata, como en el caso de
la caminata del domingo anterior. Y la brecha socioeconómica fue clara: una
gran parte de quienes faltaron a sus labores lo hicieron debido a que tuvieron
condiciones propicias, ya fuera porque sus patrones lo permitieron o
promovieron (instituciones de gobierno o empresas privadas que dieron previo y
veraz permiso para faltar sin descontar el día no trabajado) o porque su
bolsillo personal o familiar soportó sin problema esa decisión absentista.
Cierto es que en general pudo apreciarse una actividad social y económica
disminuida, pero en diversos grados, conforme el punto de observación.
Aparte de
las razones socioeconómicas mencionadas líneas arriba, hubo también segmentos
femeninos que de manera consciente decidieron no participar en el mencionado
paro, pues estimaron que la convocatoria y promoción de esta inactividad
organizada tuvo una marcada carga de intencionalidad política contra el
gobierno de Andrés Manuel López Obrador, tratando de convertir este paro en una
supuesta muestra nacional de repudio a las políticas del máximo morenista.
Otros segmentos mantuvieron su respaldo a las demandas en general del
movimiento feminista pero consideraron que un paro laboral en poco o en nada
ayudaría a esa causa. También ha de mencionarse la franja de mujeres que por la
índole de sus actividades estimaron contraproducente o dañino el dejar de
prestar sus servicios.
Una primera
lectura de lo sucedido el domingo y lunes recientes podría sugerir que el
primer día se aprovechó de manera natural el calendario internacional
conmemorativo de las luchas de las mujeres, sin convertirlo en un acto
premeditado de oposición al obradorismo, aunque sí de exigencia a la
Presidencia de la República y demás poderes públicos para que se apliquen a
resolver los graves problemas planteados en la marcha. El segundo día, ayer, la
vía pasiva de protesta no parece haber aportado más ingredientes al menú ya
conocido el domingo y podría resultar muy difícil que algún grupo partidista
pretenda reivindicar como propio el logro de ese ausentismo que sí sucedió pero
ya no impactó más que el activismo abierto del día anterior, acaso porque el
multimencionado paro acabó siendo apoyado explícitamente por grandes medios de
comunicación convencional, empresas privadas nacionales y extranjeras deseosas
de revanchismo contra la actual administración pública federal y, de manera
irónica pero al mismo tiempo desactivante más allá del corto plazo, por dicha
administración obradorista y sus aliados institucionales.
Dave Graham,
periodista de la agencia Reuters, dio a conocer ayer una noticia que, de
confirmarse en los términos publicados, significaría un peligroso conciliábulo
de potencias extranjeras para tratar de modular o doblegar la política de la
Presidencia de México en la delicada materia de los recursos energéticos.
Fuentes habrían dicho al reportero que Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá
y seis países europeos sostuvieron conversaciones conjuntas para discutir sus
preocupaciones sobre la política energética de México, en un contexto en que el
presidente Andrés Manuel López Obrador se esfuerza por otorgar al Estado un
papel más relevante en el sector.
Según la
publicación, el encuentro se realizó el viernes anterior en la embajada de
Estados Unidos en México, con participación de diplomáticos de Canadá,
Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, España y los Países Bajos. Habrá de
verse si ya tiene alguna vertiente de política interna opositora la
preocupación de representantes de esos países por la actitud obradorista
revisora o adversa de contratos por miles de millones de dólares firmados
durante la administración peñista.
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