Dolores
Padierna.
Estos días
han sido de vértigo para la causa de las mujeres, y ya era hora que así fuera.
La lucha que protagonizan mujeres de todas las edades, pero sobre todo las
jóvenes, se ha replicado en todo el territorio nacional. El “ya basta” de las
mujeres vino para quedarse, porque el añejo sistema patriarcal –y sus
expresiones más crueles, como el feminicidio– es incompatible con la sociedad
libre, democrática, incluyente y justa a la que millones de mexicanas y
mexicanos hemos aspirado por décadas.
En las
últimas semanas han arreciado las protestas de mujeres de todas las edades,
incluyendo maravillosas niñas que reclaman su derecho a una vida libre de
violencia y de acoso. Estas movilizaciones no pueden ni deben tratar de
explicarse a partir de teorías de conspiración o con el viejo expediente de los
“intereses oscuros”.
Las causas
están a la vista: la cultura patriarcal y machista, la violencia sistémica, las
agresiones sexuales y los feminicidios, la expresión más cruel de un entorno
que considera desechables a las mujeres, simples objetos que pueden usarse.
Los sectores
de la derecha que pretendieron subirse a la ola feminista no encontraron eco
porque las causas de las mujeres no sólo les son ajenas, sino que están en
contra –y así lo han demostrado sus hechos durante largos años– de que las
mujeres decidamos sobre nuestros cuerpos, de la igualdad, de que las mujeres ocupemos
cada vez más espacios en todos los ámbitos de la vida nacional.
Los
oportunistas se han exhibido a sí mismos en las redes sociales y en algunos
medios que les han dado voz. Han mostrado sus contradicciones y algunos de sus
voceros más radicales incluso han rechazado el derecho de las mujeres a
manifestarse libremente. Sus voces, más allá de la estridencia en las redes,
son irrelevantes en un debate nacional necesario y urgente.
Las
expresiones de enojo, la hermosa rabia de las jóvenes que ya no están
dispuestas a esperar y exigen respuestas claras y realizables, deben llevarnos
a los siguientes pasos: escucharnos, dialogar y construir sobre bases firmes
para construir políticas públicas efectivas y para desmontar el patriarcado
paso a paso.
La vida de
cada mujer es valiosa y un gobierno progresista está obligado a actuar para
proteger a todas y cada una, para ofrecer justicia pronta y expedita, para
cerrar la brecha de la desigualdad salarial y promover la inclusión.
Como ha
señalado Claudia Sheinbaum, es preciso atender las desigualdades que se
traducen en violencias. Las mujeres integrantes del gabinete han acompañado su
solidaridad con el movimiento feminista con informes sobre las acciones
concretas que, cada una en el ámbito de su competencia, han emprendido para
avanzar en el camino de erradicación de las desigualdades y la violencia.
La jefa de
Gobierno de la Ciudad de México ha informado sobre cambios legales que
fortalecen el combate a la violencia física y sexual hacia las mujeres, de acciones
para contar con funcionarios públicos con perspectiva de género, de la creación
de un sistema de protección para las víctimas de violencia y de programas para
promover la autonomía económica de las mujeres.
Un Día sin
Mujeres representa una exigencia a la sociedad entera, al Estado en su conjunto
y a un gobierno progresista que no debe dejar duda alguna sobre su compromiso
con las justas demandas de las mujeres, que debe actuar cada día con mayor
fuerza y eficacia ante los agravios.
En el
Congreso hemos dado pasos firmes e importantes que, con todo, son
insuficientes. Es urgente desarrollar políticas públicas efectivas contra la
violencia de género y que respeten el derecho de las mujeres a decidir sobre
nuestros cuerpos.
Las mujeres
movilizadas en las calles merecen todo nuestro respaldo. Ellas son la voz del
hartazgo y la lucidez frente a ese horror llamado violencia machista.
Las luchas
por la igualdad, la equidad y el ejercicio pleno de las libertades indigestan a
la derecha desde siempre. En esta coyuntura histórica, para las mujeres y sus
causas, y para el país entero, las izquierdas, a pesar de las responsabilidades
de gobierno, o precisamente por ellas, deben estar en su sitio natural: al lado
de la justicia, los derechos y la justicia, que en esta hora mexicana están en
el movimiento feminista.
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