Dolia
Estévez.
Al margen de si es condenado o no por delitos
de narcotráfico, para sus víctimas y para los que padecieron su tiranía, el
legado de Genaro García Luna ya está escrito. Los depositarios de ese legado
son 120 mil muertos que dejó cuando salió huyendo a la Florida, acusaciones de
contubernio con los capos y ser el primer secretario de Estado alcanzado por el
largo brazo de la justicia estadounidense.
En un
reciente seminario, organizado por El Colegio de México y coordinado por Sergio
Aguayo, Tony Payan, director del Centro México del Instituto Baker de la
Universidad Rice, presagió que el legado de García Luna será de “constructor de
instituciones”, frase que atribuyó a Eduardo Medina Mora. Tras describirlo como
un “personaje muy complejo, que entendía muy bien su trabajo, su visión y lo
que él tenía qué hacer en materia de seguridad”, consideró que el que haya
evidencia de que pudo haber tomado sobornos del narco, no le quita mérito.
“No creo en
el tema de héroes y villanos. Personalmente llegué a entender muy claramente su
trayectoria, un hombre del esfuerzo, que nunca tuvo privilegios del Estado, que
no viene de familia adinerada”, dijo y, sentenció, “hay un legado de García
Luna. Tiene su lugar en la historia asegurado” (“García Luna y la DEA”,
09/06/2020 YouTube).
En sus años
de exilio dorado, abruptamente interrumpido por su detención en diciembre de
2019, Genaro García Luna se esforzó en cultivar la imagen que de él tiene
Payan. Se abrió puertas en centros académicos en Washington, Nueva York y
Houston. Lanzó e una campaña publicarrelacionista que lo perpetuara como el
inventor de un enfoque científico sobre seguridad pública en México que él
mismo buscó implementar. Y que, de paso, redituara ganancias a GLAC Consulting,
la firma de asesoría que cofundó, cuyo teléfono y página web hoy están
desactivados.
Payan invitó
a García Luna a impartir dos pláticas en 2017 y 2018. La última tomó lugar el
10 de diciembre de 2018, tres semanas después de que Jesús “El Rey” Zambada
García declarara bajo juramento en el juicio de El Chapo Guzmán, que dos veces
entregó maletas con 3 millones de dólares a García Luna. Nadie trajo a colación
el incómodo tema. Fue tabú pese a la cobertura que generó en esos días. Y es
que el operador de Calderón no fue a Houston a ser cuestionado. Fue por el
sello aprobatorio a su reinvención como teórico, autor y orador.
García Luna
y Payan, en el Centro México de Universidad Rice, 10 de diciembre, 2018. Foto:
bakerinstitute.org
“Estoy
convencido que es un pensador profundo, y hasta un académico en esos temas
[protección pública y seguridad] por mérito propio”, dijo Payan al presentarlo.
“Difícilmente se puede encontrar a alguien, con conocimientos tan amplios y
profundos como nuestro invitado de hoy” (video “Security and Well Being: A new
security model for México”, bakerinstitute.org).
En el marco
de la conferencia, Payan y Guadalupe Correa, profesora adjunta en la
Universidad George Mason e investigadora no residente del Centro México en
Rice, pasaron tres distendidos días, tardes y noches con García Luna,
entrevistándolo y ahondando en su “compleja personalidad”. Hasta lo que se
sabe, fueron los últimos académicos que convivieron con él antes de su arresto
un año después.
Con base en
esos intercambios inéditos, y en un trabajo de investigación previo, Payan y
Correa están por publicar uno o dos libros sobre la estrategia de seguridad de
Calderón y la trayectoria de García Luna. Pedí a Payan ver el borrador, pero me
dijo que, tras consultar con la casa editorial, “por ahora es mejor mantener el
manuscrito en sus manos”. Se halla bajo revisión y verificación de datos.
“…Confinar
todo el problema de lo que falló durante y después del sexenio de Calderón en
una figura… trae riesgos morales. Es muy fácil encontrar un culpable y una vez
condenado, los demás actores se lavan la conciencia y se nos pasa la
oportunidad de aprovechar a alguien como GGL y su historia como un método para
analizar lo que sucedió y sigue sucediendo. Finalmente, GGL es causa, sí, pero
también síntoma de algo que sigue pendiente”, me dijo Payan vía correo
electrónico.
Pocos en
México dan a García Luna el beneficio de la duda. Mucho antes de que fuera
encarcelado, investigaciones periodísticas documentaron su complicidad con la
DEA, el FBI y la CIA para proteger al cartel de Sinaloa, so pretexto de
combatir a los más violentos Zetas; el derroche millonario de recursos del
erario para pavonearse en Washington y Nueva York, con libros firmados por él,
pero escritos por empleados del gobierno; el montaje con Televisa que casi
provocó el rompimiento diplomático con Francia; el uso del aparato de espionaje
del gobierno para grabar llamadas de adversarios (“en lugar de grabar a El
Chapo”, Josefina dixit); la sumisión de la Policía Federal a los mandos
prepotentes de la DEA; y la estructura gansteril que impedía a policías
honestos denunciar la corrupción, ineptitud y abuso de poder por temor a
represalias o a ser “eliminados”.
“Todavía
falta que le indaguen toda la corrupción de mandos en la Policía Federal; por
tráfico de puestos de confianza, quitando policías de carrera para poner
ineficaces en oficinas como Inteligencia, Coordinadores Regionales, así como el
trato indigno a personal de campo; destacando a hacer a un lado a los Cdtes.
Herrera Valles, poniéndolos en la cárcel por denunciar las tropelías que
acabaron con dicha corporación. Que se pudra en la cárcel”, escribió un lector
en uno de mis artículos. Javier Herrera Valles fue acusado de nexos con el
cartel de Sinaloa tras denunciar por escrito a García Luna. Pasó tres años en
la cárcel.
Abundan
los ejemplos de personas con negras verdades ocultas que al salir a la luz
pública difuminan los logros reales o virtuales que pudieron haber alcanzado.
Así, el legado de Nixon no es el acercamiento a China sino el Watergate; el de
Salinas de Gortari, no es el TLCAN sino la corrupción de su hermano y la
subasta de empresas estatales a sus cuates; el de Epstein, no son los millones
de dólares que donó a la academia y la ciencia sino la red de tráfico sexual y
pornografía infantil que comandó; y el de García Luna, no es haber creado la
Policía Federal y la AFI, independientemente del mérito, sino su complicidad
criminal en la guerra de Calderón.
Por la
memoria de los miles de mexicanos que perdieron la vida por culpa de un presunto
visionario, García Luna tiene un lugar reservado, pero en el basurero de la
historia.
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