Martín
Moreno.
Quienes lo conocen, ubican a Gerardo
Ruiz Esparza como el personaje que más sabe sobre los secretos financieros de
Enrique Peña Nieto. Cercano al presidente, discreto, representante puro de la
casta priista mexiquense, el Secretario de Comunicaciones y Transportes hoy es
un personaje repudiado por su insensibilidad ante la tragedia que costó la vida
a dos personas en el socavón de Morelos.
Quienes lo
conocen, instalan a Ruiz Esparza,
prácticamente, como un socio de Peña Nieto desde los años en el Edomex, cuando
Peña era gobernador y Gerardo titular de la SCyT estatal. Socios en el
gobierno.
Quienes lo conocen y, sobre todo,
conocen la estrecha y sólida relación entre Peña Nieto y Ruiz Esparza, afirman
que el presidente no despedirá a su colaborador, amigo y socio, de la SCyT
federal. Allí permanecerá, inamovible, los 13 meses que le restan al sexenio
peñista.
Ruiz Esparza
no se va.
Se queda al
lado de su amigo Peña Nieto.
De su socio
del poder.
Del “mal rato” a los “gajes del
oficio” que para Ruiz Esparza significó la trágica muerte de Juan Mena López y
su hijo, Juan Mena Romero, en el socavón del Paso Exprés en Cuernavaca, a la
protección presidencial ordenada desde Los Pinos al socio del presidente, se
configura, en la recta final del sexenio, otra historia más de impunidad. Sí,
una más.
Impunidad fincada en una relación
añeja y pasada por filtros del lealtad y complicidad entre Ruiz Esparza y Peña
Nieto. Los socios del poder.
Basta un
botón incluido en el libro El derrumbe (Random House/Aguilar Martín Moreno Cap.
Los empresarios consentidos Páginas 262 y 263):
“En 2015, la empresa española OHL y
el gobierno de Enrique Peña Nieto se vieron envueltos en escándalos de evidente
corrupción, al divulgarse grabaciones de conversaciones entre altos directivos
de la compañía y funcionarios gubernamentales, como Gerardo Ruiz Esparza,
Secretario de Comunicaciones y Transportes, y colaborador de extrema confianza
de Peña Nieto.
“Diálogo del
1º de abril de 2015 entre Ruiz Esparza (pieza clave en el engranaje del esquema
política-negocios de Peña Nieto desde el Edomex, primero, y hoy en el ámbito
federal, además de ser uno de los más íntimos y cercanos colaboradores del presidente),
y Pablo Wallentin, representante de OHL en México. (Relevantes e imposibles de
ignorar la cercanía, confianza y chabacanería entre ambos personajes).
(A
continuación, se incluyen en el libro dichos diálogos entre Ruiz Esparza y
Wallentin, donde se evidencia el innegable conflicto de interés ante el
evidente favoritismo del gobierno peñista en favor de OHL).
Y en la
página 269 de El derrumbe, se plantea:
“Hagamos un
ejercicio de comparación del poder político:
“Si el secretario del Transporte de
los Estados Unidos, Anthony Foxx, fuera descubierto mediante una grabación
asesorando al representante legal de una empresa con inversiones en Estados
Unidos, en demérito de otra empresa, revelando lugares, nombres e intenciones
en claro favoritismo para con la empresa asesorada (como lo hace Ruiz Esparza
con Wallentin) y el asunto – envuelto en un claro conflicto de interés y
tráfico de influencias- llegara a los medios estadounidenses, ¿qué ocurriría?
No hay que ser mago para saberlo: Foxx sería despedido de inmediato del
gobierno de Barack Obama”.
Hasta aquí
lo escrito en el libro.
Pero en México las cosas,
desgraciadamente, son diferentes.
Ruiz Esparza podrá tener
responsabilidad pública como cabeza de sector en la tragedia del socavón en
Morelos, y nada le pasará.
Ruiz Esparza podrá mostrar
insensibilidad ofensiva hacia la familia Mena, intentando comprar su dolor con
dinero – ofreció un millón de pesos como cura al luto -, calificando de “mal
rato” lo que para estos mexicanos significó una tragedia que marcará su vida
para mal y por siempre, y exhibiéndose como un Secretario de Estado ajeno al
humanismo, y nada le pasará.
Ruiz Esparza
podrá enfrentar más escándalos durante el gobierno de Peña, y nada le pasará.
Es la
ventaja de ser socio del poder con el presidente.
¿Qué nos
puede decir del socavón de Morelos? -, le preguntaron a Peña Nieto el sábado
pasado. El presidente estaba en shorts, con sus tenis coquetos y fresco como si
un socavón no se hubiera tragado y matado a dos mexicanos. Listo para su mini
maratón.
Hoy no es tema…-, respondió Peña
Nieto, ignorando cualquier apunte sobre la tragedia que enlutó a la familia
Mena.
Otra
declaración más que desafortunada del presidente de México. No se puede ni se debe decir que una tragedia ha dejado “de ser tema”,
cuando el dolor todavía hierve en una familia mexicana.
Aún más:
Ese mini maratón tuvo la abierta y
calculada intención de enviar un mensaje: aquí no ha pasado nada y el presidente
continúa con sus actividades normales. Es un corredor nato. Demacrado, con el
pellejo colgando en el cuello, pero corredor. La vida sigue y allá los Mena si
no quieren recibir su millón de pesos.
Peña Nieto y Ruiz Esparza, unidos por
el poder, por la sociedad como funcionarios, por la insensibilidad, por la
indiferencia y la ruindad.
Tal para cual.
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