Martín Moreno.
La historia suele repetirse: primero,
como tragedia; luego, como farsa, y lo segundo anuncia la clausura de un ciclo
histórico, sentenció
Marx. Bien, esa máxima ha comenzado a
operar en México, de cara a la elección presidencial del 2018. Este espejo
político-electoral no vaticina nada bueno para la cada vez más debilitada
democracia del país. Muy al contrario: amenaza con dinamitarla.
Al costo que sea, sin importar la
viabilidad que México tenga como país a futuro; valiéndole un cacahuate la
normatividad democrática y la ética política; vamos, ni siquiera guardando ya
las formas, Enrique Peña Nieto y su Gobierno han marcado, desde ahora, la ruta:
ganar la Presidencia el año próximo a cualquier precio, cueste lo que cueste,
aun pasando por encima de la decisión mayoritaria de millones de votantes. Así
de grave es el asunto.
Treinta años después, como en 1988,
mediante un escandaloso fraude electoral, entronizando a Carlos Salinas de
Gortari en Los Pinos por encima del verdadero ganador: Cuauhtémoc Cárdenas, el
sistema priista pretende repetir la historia en 2018, valiéndose de tres pilares
fundamentales para la engañifa histórica: el
dinero, la impunidad y la ceguera de los árbitros electorales. Con esos tres
bastiones pretende asumir la máxima marxiana.
El objetivo:
llevar a Los Pinos a José Antonio Meade.
El enemigo a
matar: Andrés Manuel López Obrador.
La ruta: la
elección de Estado, vía el fraude electoral.
De ese
tamaño es el riesgo para la democracia mexicana.
¿Cuáles son
los paralelismos entre 1988 y 2018? Revisemos:
PRESIDENTE PRIISTA DÉBIL. Como en el 88 con Miguel de la
Madrid – un presidente cooptado por el equipo salinista; obligado a correr del
gabinete a Jesús Silva Herzog (el único priista que estaba por encima de
Salinas), y dejando detrás un país lastimado por la crisis económica y la
corrupción-, la Presidencia priista de
Peña Nieto es todavía más débil que la de don Miguel. Allí está la
demoledora encuesta de la influyente firma Pew Research Center con sede en
Washington: 93 por ciento de los
mexicanos no confía en el gobierno de Peña Nieto. Vamos, ni siquiera Nicolás
Maduro tiene tales niveles de rechazo, ya que, de acuerdo a PRC, registra
un 73 por ciento. EPN es uno de los
presidentes peor evaluados del mundo, para acabar pronto, según la encuesta
surgida en la capital estadounidense. Esta debilidad presidencial, como hace 30
años, es un detonante y factor fundamental para que haya un cambio de partido
en la Presidencia.
CANDIDATO PRIISTA DÉBIL. En el 88, el PRI tenía un candidato
débil: Carlos Salinas de Gortari que, inclusive, provocó que fuerzas tan
importantes dentro del PRI como el sindicato petrolero (La Quina), operaran
abiertamente en favor de Cárdenas. Salinas tenía el rechazo de millones de
mexicanos y de millones de priistas que nunca estuvieron de acuerdo con su
designación, más por coptamiento a de la Madrid que por convicción de los
sectores que integraban al partido. ¿Qué Salinas ganó? Sí, vía un fraude electoral.
No nos engañemos. Y hoy, ese mismo PRI
tiene en el no priista José Antonio Meade a un candidato no tan identificado
con la corrupción priista y con un rostro un tanto diferente, sí, pero que,
sencillamente, ni repunta en las encuestas ni despierta una tormenta de
simpatías ante su posible candidatura. ¿Osorio Chong? Es parte del PRI más
aborrecido hoy. Ni Meade ni Chong garantizan el triunfo priista. No, al menos,
a la buena.
CANDIDATO OPOSITOR FUERTE. Como en el 88, el PRI se enfrenta a
un candidato opositor fuerte y que es visto como opción por la mayoría, según
revelan todas las encuestas: López Obrador. Tanto Cárdenas hace 30 años como
AMLO hoy, son el único contrapeso que abiertamente se ha pronunciado en contra
de continuar bajo el régimen priista y, con nombres y apellidos, citan a los
responsables de la corrupción y del mal gobierno que hoy tiene a México hundido
en el descrédito y el desconcierto. Margarita Zavala lucha, primero, por
recolectar las 866,593 firmas para ser candidata independiente (a la hora de
entrega de esta columna apenas llevaba 13,303 firmas, según la columna Templo
Mayor del diario Reforma). Ricardo Anaya se ha vuelto un opositor declarado del
gobierno peñista y del PRI lo cual, de alcanzar la candidatura presidencial del
Frente Ciudadano, podría catapultarlo en la carrera bajo la bandera de ser
enemigo del régimen, y posicionarlo como opción presidencial. Mancera y El
Bronco son chistes de mal gusto.
APARATO ELECTORAL FAVORABLE AL PRI. ¿Quién será, treinta años después,
el Manuel Bartlett del 2018: ¿Lorenzo
Córdova del INE, o Constancio Carrasco, del TEPJF? La abierta incondicionalidad
de los órganos electorales en favor del PRI, su ceguera ante los abusos financieros de campaña en 2012 – con los
millones de dólares ilegales entregados al equipo de Peña Nieto vía Odebrecht,
entre muchos otros esquemas, y que hoy están más que comprobados con documentos
validados que en cualquier país ya le hubiera costado el puesto al Presidente
en turno-, así como los evidentes delitos electorales en Coahuila y el Edomex
en la elección de junio pasado que fueron ignorados tanto por el INE como por
el Tribunal, nos dan la pauta para encaminar la elección presidencial de 2018
bajo tres vertientes: ceguera, impunidad y favoritismo al PRI y a su candidato
presidencial. Por eso, la pregunta es obligada: ¿quién será el Bartlett del
2018?
Ocurra lo
que ocurra con Santiago Nieto – que sea restituido por el Senado como Fiscal
Electoral o que su despido sea ratificado -, algo queda muy claro: en Los Pinos ya se toman decisiones salvajes y
dignas de una dictadura política que harán todo – y por todo entiéndase hasta
un acto violento contra algún candidato opositor-, para mantener el poder en
2018.
El cese de Santiago rompió formas
políticas, reventó la estabilidad institucional y marcó el arranque de la
guerra sucia que Peña y el PRI darán por derrotar a sus opositores.
¿Cuál es el
miedo de Peña Nieto y de su equipo? La respuesta nos la dio Jorge Zepeda
Patterson esta semana en su columna en SinEmbargoMX: “Los gobernantes no sólo
se están jugando la silla presidencial sino también la posibilidad de dar con
sus huesos en una celda”.
Con Salinas
detrás de Peña Nieto, el PRI quiere
repetir la maniobra de 1988: el fraude electoral.
Ya veremos qué tanto aprendimos los
mexicanos en los últimos 30 años.
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