Jorge Zepeda
Patterson.
La declaración de Miguel Ángel Osorio
Chong no tiene desperdicio: el gobierno no puede ser omiso ante las faltas de
Nieto, dijo a los diputados, para justificar el despido de Santiago Nieto como
fiscal de delitos electorales. Lo que no dijo Osorio es que la falta del
funcionario no fue jurídica, sino política y se trata de un pecado imperdonable
para el sistema: exhibir a miembros del primer círculo de poder del país.
En teoría
Osorio Chong, secretario de Gobernación, se refería a la supuesta violación del
secreto jurídico que cometió el funcionario cuando reveló al diario Reforma que
había recibido una carta de Emilio Lozoya, ex director de Pemex, en la que este
presionaba al fiscal para que lo declarara inocente de la acusación de haber
recibido sobornos de la empresa brasileña Odebrecht durante la campaña
presidencial de Enrique Peña Nieto. Las
declaraciones de Nieto incendiaron Troya. Bastaron algunas horas para que el
sistema se revolviera en contra del arranque de honestidad del funcionario y le
aplicara todo el rigor de la “justicia” política punitiva. El viernes 21 fue
despedido, una semana después lucha para no terminar con sus huesos en la
cárcel.
El gobierno, que sí puede ser omiso
con gobernadores que robaron durante seis años lo inimaginable o con directores
de Pemex enriquecidos a mansalva, encuentra ahora inadmisible el arranque de
honestidad, autonomía y ligereza de Santiago Nieto y se dispone a despedazarlo.
Con súbita
indignación los abogados de Emilio Lozoya y de Arturo Escobar (ex dirigente del
Partido Verde, procesado por Nieto por delitos electorales) presentaron
denuncias penales en contra del ex fiscal. El
propio Reforma, resentido quizá por el hecho de que un Nieto asustado llegó a
decir que el diario había sacado de contexto sus declaraciones, tituló este
sábado que el ex fiscal “acumula denuncias en su contra”, aunque solo revela
las de los dos políticos, Lozoya y Escobar, que claramente forman parte de la
estrategia persecutoria del sistema. Y en su columna Templo Mayor, el diario
menciona que “andan circulando archivos con información reveladora sobre un
asunto personal que tiene que ver con su pasado y que, de hacerse público, lo
pondría en una posición muuuy (sic) comprometida”. Una filtración que seguramente salió de círculos oficiales para
beneficio del diario, que se presta al linchamiento de Nieto incluso sin
necesidad de precisar su supuesto delito o pecado. Por no hablar del hecho de
que esa filtración es también una violación del secreto jurídico si es que se
trata de una investigación en proceso. Castigan a Nieto echando mano del mismo
recurso por el cual lo están crucificando.
No tengo idea del cadáver en el
closet que puedan estarle fincando a Santiago Nieto ni meter las manos al fuego
por su inocencia (nadie llega a fiscal en este sistema por ser la Madre Teresa
de Calcuta). Lo que sí me queda claro es que, con el aparato mediático al
servicio del poder, pueden destruirlo incluso por haberse disfrazado de ratón en
una fiesta infantil hace 40 años.
La miscelánea fiscal es tan compleja
y tan sujeta a interpretación que cualquiera puede convertirse en defraudador
fiscal si la autoridad así lo determina. En todo caso, es evidente que Nieto ya
no quiere queso sino salir de la ratonera (si se me permite extender la
alegoría del roedor). Por lo pronto ya le avisó a Gamboa Patrón y a sus otros
Torquemadas, que renuncia a sus intentos de ser reinstalado en la fiscalía y se
dedicará a defenderse de las denuncias jurídicas. O en palabras de Andrés
Manuel López Obrador, ya tiró la toalla.
Las
reconversiones de Santiago Nieto en los últimos diez días ilustran, mejor que
cualquier otra cosa, la sociedad política pre moderna en la que vivimos. El ex
fiscal de delitos electorales pasó de ser un funcionario más del sistema y
relativamente desconocido, a efímero paladín de la honestidad, para
convertirse, horas después, en un paria perseguido por el sistema. El mensaje es evidente: “al que se mete
con nosotros lo destruimos”.
Habrá que ver qué juez o fiscal se
atreve a procesar a un poderoso del primer círculo después de la moraleja que
deja este terrible capítulo. Y si lo hace, ahora ya sabe que no terminará como héroe sino como
mártir o, peor aún, como delincuente.
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