jueves, 26 de marzo de 2020

Áreas de gobierno también frenan - Exhortación a IP a cumplir - Barbosa: inmunidad de pobres - Más saqueos a tiendas.


Julio Astillero.

La nueva fase de la estrategia federal contra el coronavirus arribó a escenarios más complicados. Para empezar, la administración pública federal suspende actividades a partir de hoy, salvo en áreas estratégicas que requieren continuidad. Por otra parte, se empuja a las empresas privadas a que cumplan en sus circunstancias con las nuevas normas emitidas por la Secretaría de Salud y decretadas por la Presidencia de la República. Y hasta las emblemáticas conferencias matutinas de prensa de Andrés Manuel López Obrador están en periodo de observación para algunas remodelaciones menores en cuanto a las formas de asistencia de periodistas a ellas (por lo pronto, hoy la mañanera será a las ocho de la mañana, pues el Ejecutivo participará en una conferencia virtual del G-20 sobre la pandemia en curso).

La parálisis gubernamental en el ámbito federal podría considerarse en el ánimo popular como la mayor aceptación institucional del grado de riesgo en que se está, luego de la polémica reticencia del jefe del aparato gubernamental a cesar sus giras y entreveramiento con público y seguidores, sin sana distancia alguna y con mal ejemplo constante. Sólo se mantendrán los rubros básicos, relacionados con el suministro de energía, la venta de combustibles, los servicios de limpia, los hospitales y la seguridad pública.

La Iniciativa Privada, en tanto, ha demandado que se precisen las formas y términos en que deben practicarse los lineamientos gubernamentales, en cuanto a enviar a casa a trabajadores en lo que sea posible y de manera obligada respecto a mayores de 65 años de edad y personas con riesgos graves a causa de su vulnerabilidad física.

Luis Miguel Barbosa es gobernador de Puebla gracias a una maniobra de oportunismo político: peleado con el grupo de Los Chuchos, en alianza con el cual había hecho carrera en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), anunció a finales de febrero de 2017 que apoyaría a plenitud a Andrés Manuel López Obrador para presidente de la República en las elecciones del año siguiente (es decir, al probable candidato de otro partido y no al propio). En marzo, encabezó la desbandada de 12 senadores perredistas y en abril anunció su renuncia al partido del sol azteca.

En pago por haber activado desde dentro una de las varias detonaciones que terminaron por desahuciar al citado PRD, y sin ningún signo de crítica sobre el pasado desde el que acababa de saltar al obradorismo, Barbosa fue hecho abanderado de Morena al gobierno de Puebla, en un empecinamiento que pareció ser de Yeidckol Polvensky, aunque ella en realidad siempre cumplió instrucciones superiores. Empecinamiento e instrucciones reiteradas cuando se confirmó a Barbosa como aspirante en segundo turno, luego de la muerte de quien oficialmente había sido declarada ganadora en primer turno electoral, Martha Érika Alonso, muerta en un accidente aéreo, ya siendo gobernadora en funciones, junto con su esposo Rafael Moreno Valle.

Barbosa ha resultado, como gobernador de Puebla, lo que era previsible y bastante más. Ayer, su precariedad política e intelectual dio una muestra que con rapidez ganó espacios mediáticos, al asegurar que la mayoría de los contagiados de coronavirus son gente acomodada, pues si ustedes son ricos, tienen el riesgo (del contagio). Si ustedes son pobres, no. Los pobres estamos inmunes (desde luego, Barbosa no entra ni por equivocación en la categoría de los pobres). Luego, sostuvo con Felipe Calderón una controversia tuitera en la que éste señaló al poblano como alguien diabético y obeso, a lo que Barbosa respondió mencionando que los riesgos de salud también pueden alcanzar a los borrachos. Puras finuras.

Y, mientras se multiplican los saqueos a tiendas departamentales organizados por medio de redes de Internet, en un adelanto del descontrol social que podría agudizarse usando como motivo el desabasto o las restricciones derivadas de la batalla contra el coronavirus, pero que también podrían tener inducciones con fines políticos.

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