Enrique
Quintana.
Ayer por
la noche, el gobierno federal, a través del subsecretario López-Gatell, anunció
la suspensión de actividades del gobierno. Qué bueno que prevaleció la sensatez
y no la ideología. Qué malo que lo hicimos, a mi parecer, ya a destiempo.
Le presento algunos
argumentos.
1.- Las
pruebas. Si el gobierno federal hubiera sido transparente respecto al volumen
de pruebas que se han aplicado desde que apareció el primer caso en los últimos
días del mes de febrero, tal vez pudiéramos haber tenido plena confianza de la
estadística oficial. Hemos percibido, quienes hemos sido observadores de este
proceso, que se ha inhibido la aplicación de exámenes, lo que me parece, ha
impedido tener una razonable certeza respecto al número de personas que están
infectadas.
2.- Las
fases. Si no tenemos una información de fiar a propósito del número de personas
que padecen la enfermedad, tampoco la podemos tener respecto a los momentos
oportunos para aplicar las diferentes estrategias. Si es correcto que hasta el
día de ayer hubiésemos tenido 475 casos, entonces tal vez tuviera racionalidad
la estrategia del gobierno. Sin embargo, si resulta que por la falta de
aplicación de exámenes, ni siquiera la autoridad sanitaria sabe cuál es el
alcance de la infección, entonces tenemos el riesgo de estar decidiendo a
ciegas, y tener la posibilidad de estar aplicando las estrategias a destiempo.
3.- Un
solo criterio. Si tuviéramos una autoridad federal abierta a considerar
opiniones, criterios y argumentos, entonces podríamos considerar que se trata
de una visión plenamente objetiva, quizás debatible pero honesta. El hecho de
que tengamos un gobierno que pretende imponer su criterio y deja mínimo espacio
para el cuestionamiento en la toma de decisiones, nos hace pensar que es muy
probable que el criterio impuesto no sea sostenible.
4.- La
explosión de casos. El temor que tenemos muchos, ojalá estemos equivocados y la
realidad nos lo demuestre, es que en cuestión de unos cuantos días, tal vez dos
a tres semanas, tengamos una etapa de crecimiento extraordinariamente rápido,
derivado de que hubo un lapso de contagio que no se pudo contener por no haber
instrumentado a tiempo medidas de distanciamiento social.
5.- La
crisis de salud. La consecuencia de este hecho es que es probable que en el lapso,
cuando mucho de un mes a seis semanas, tuviéramos un crecimiento espectacular
en la demanda de servicios hospitalarios de quienes van a ser afectados por el
virus. Para entonces, es probable que tengamos una crisis de los servicios
públicos de salud.
6.- Los
fallecidos. Como consecuencia de la falta de capacidad de nuestro sistema
público de salud, no descarte usted la probabilidad de que tengamos un
escenario de fallecidos cercano al italiano o al español.
7.- La
estrategia. Salvo que asumamos que, ni modo, se han de morir los viejos y los
enfermos, como parecen asumirlo algunos políticos y algunos capitanes de
empresa, lo que tendremos es la decisión de política pública de prolongar por
varias semanas, en un periodo más largo del que se pudo evitar, la cuarentena.
Y, eso nos va a llevar a un desastre económico que algunos dicen querer evitar.
Como le he
comentado insistentemente en este espacio, ojalá yo esté equivocado, pero me
temo que el año 2020 pasará a la historia del país como uno de los más desastrosos
en todos los ámbitos, tanto en la salud como en la economía.
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