Gustavo De
la Rosa.
Cada lunes,
este artículo debe estar listo y en la bandeja de entrada de SinEmbargo entre
las 2 y 3 de la tarde, por lo tanto es muy poco lo que puedo opinar sobre el
paro nacional de mujeres con cierto grado de certeza; pero en un día tan
importante para la historia de México, abordar otro tema sería, desde mi punto
de vista, simple frivolidad, por eso prefiero hacer una observación al respecto,
aunque tal vez equivocada, desde la percepción que tengo de los días previos al
9M.
He advertido
una crítica feroz en contra de las mujeres que forman parte del Gabinete
federal y de muchas empleadas y trabajadoras del Gobierno de la República,
incluyendo a mujeres policías; no voy a repetir los adjetivos e insultos que
les lanzan, porque no seré yo su caja de resonancia, sólo quiero usar mi voz
para defenderlas a través de este medio periodístico.
Un derecho
que debemos reconocerle a todas las mujeres, entiéndase a todas, es su derecho
a desempeñar el trabajo que puedan conseguir, lejos del rol de amas de casa,
como cualquier varón; muchas de ellas trabajan en la iniciativa privada, otras
por su cuenta en sus propios negocios, otras en la academia o en la docencia y
algunas más para el Gobierno de los estados, municipios o el federal.
El gabinete
federal de esta Administración es el más equitativo en cuanto a número e
importancia de puestos que ocupan mujeres destacadas y distinguidas en la
nación, y alcanzar este nivel de integración en puestos clave gubernamentales y
de representación ante las cámaras legislativas y el Poder Judicial, ha sido
una de las demandas que vienen de lo más profundo del reclamo feminista. Cuando
estudiaba derecho, y aún durante las administraciones pasadas, las mujeres no
existían en los puestos de alta decisión del Gobierno o empresas privadas, y
sólo eran visibles en el escándalo.
Cumplir con
sus labores y defender sus razones para desempeñarlas, sus ideas y sus
convicciones acerca de acciones y movimientos sociales específicos, así como
llevar a cabo las tareas que les corresponden conforme lo establece la ley y la
Constitución, es un derecho que tienen todas y cada una de las mujeres que
trabajan para el Gobierno, y pensar por cuenta propia es un derecho que no
podemos agredir.
Por eso me
parecen facciosas y sectarias aquellas opiniones que las descalifican con
adjetivos muchas veces infames; el paro nacional de mujeres se presenta como
una reacción en contra de la situación actual de inequidad y desatención a las
problemáticas específicas que ellas enfrentan y sufren.
Entiendo que
es un llamado para que todas las mujeres actúen desde su perspectiva
individual, por lo tanto, sostengo que debe permitirse, sin descalificaciones,
que cada mujer, desde su situación propia, haga el máximo esfuerzo posible por
concientizar a los otros acerca de la necesidad del progreso, porque los
hombres llevamos 10 mil años gozando de privilegios que no nos corresponden.
Es por ello
que me permito exigir respeto por las decisiones de todas las mujeres que, por
circunstancias o motivos personales, no se incorporaron al paro nacional, y por
todas aquellas que trabajan en los diversos niveles del Gobierno federal,
independientemente de su partido.
Este
movimiento, se ha dicho y repetido, no es un movimiento en contra del Gobierno,
ni es anticapitalista o contra los hombres en general, es a favor de ellas, en
busca de mejores prácticas sociales, gubernamentales, políticas y cotidianas
para la mujer, y por sus derechos.
Por eso
insisto, debe haber respeto irrestricto para todas las mujeres.
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