Julio Astillero.
En el fondo,
el principal perdedor fue Gustavo de Hoyos Walther, el beligerante
antiobradorista que no pudo procesar al interior de la Confederación Patronal
de la República Mexicana (Coparmex) el nombramiento de vocero especial para la
defensa del estado de derecho que en favor de Javier Lozano Alarcón había
maquinado y dialogado con éste a lo largo de meses.
En cuestión
de horas (menos de diez), Lozano Alarcón pasó de la selectividad de una
presunta vocería oficial (que había sido anunciada mediante un tuit matutino el
martes por el propio De Hoyos) a la masificación intrascendente de un
voluntariado más, entre miles de socios de la citada Coparmex. Agraviado (yo
como el esposo ofendido, el último en enterarse), Lozano no aceptó tal
degradación y se manifestó abiertamente contra quien le prometió y no le
cumplió: qué decepción; yo pensé que este cuate tenía más habilidad y más
talento para operar estos temas, pero pues no, lo rebasaron. Agregó que Gustavo
de Hoyos se le cayó de la nube, pues pensó que estaba hecho de otra madera
(según lo dicho ayer en Astillero Informa por el político y abogado que fue
secretario del Trabajo con Felipe Calderón Hinojosa como jefe:
https://bit.ly/35i1Mnm ).
Más allá de
la personalidad e historial políticos de Lozano Alarcón, que generaron una
cascada de críticas en las redes sociales en cuanto se conoció el anuncio de su
vocería especial patronal, el tema de mayor trascendencia política es la
impericia política del dirigente empresarial que ha pretendido erigirse en
corrector y casi mentor de la política nacional, especialmente contra lo que
postula y practica el presidente López Obrador.
Poco aliento
da a su causa un representante de los patrones del país cuando urde un
nombramiento tan peculiar como el anunciado el martes en la mañana y menos de
diez horas después tiene que recular, presionado por sus propios presuntos
representados que repararon a tiempo en la imprudente declaración de guerra
política al obradorismo que significaba la creación de una vocería especial.
Es probable
que este sonoro zape dado por sus presuntos representados a De Hoyos Walther
(quien no es patrón más que de los miembros del bufete jurídico que creó en el
norte del país para defender intereses patronales) signifique cierto grado de
contención, así sea temporal, de la excitada conducta de quien ha convertido a
la citada Coparmex en la más rijosa oposición desde la iniciativa privada a
López Obrador y en una sigla más incorporada al catálogo de partidos (PAN, PRI
y PRD, sobre todo) que preparan candidaturas y campañas para 2021 y la
presidencial de 2024, elección ésta en la cual el citado De Hoyos pareciera
empeñado en participar.
Además,
habrá de verse el alcance de la oleada que frenó la decisión de De Hoyos.
Exhibirlo públicamente como incapaz de entender los alcances de un nombramiento
tan denso, el de Lozano, y obligarlo a ejecutar una maroma de muy baja calidad,
son formas de deslegitimar tal liderazgo. El propio Lozano dijo ayer que le
parecía timorato el empresariado ante el Presidente de la República, pues no es
capaz ni de defender sus intereses. No sé, señaló, si tienen miedo, están
amenazados o tienen cargo de conciencia. Con tales criterios en una vocería
especial que no logró consolidar, ¿para qué quiere enemigos (internos) el
descalificado De Hoyos Walther?
Astillas:
La
secretaría de Gobernación, formalmente a cargo de Olga Sánchez Cordero, hizo
llegar una invitación a Heliodoro Díaz Escárraga (coordinador de Protección
Civil con Alejandro Murat) para que fuera el delegado (¿no que no habría más
delegados?) en Oaxaca. El recuerdo del papel siniestro de Díaz (acusado de
coordinar escuadrones de la muerte) durante la represión del entonces
gobernador Ulises Ruiz contra el movimiento social encabezado por la Asamblea
Popular de Pueblos de Oaxaca, en 2006, tumbó tal pretensión y fue colocado otro
político en tal cargo. Pero, ¿quién y por qué intentó colar al impresentable
Díaz como delegado de Segob?
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