Enrique
Quintana.
Cuando usted
lea este texto, el Inegi ya habrá dado a conocer su indicador oportuno del PIB
durante el primer trimestre de este año.
No puedo
darle la cifra que seguramente usted ya conoce, pero tenga la certeza de que
estará en números negativos.
Podría estar
entre el -1 y el -3 por ciento.
Una
referencia inmediata fue la que ayer dio a conocer el Departamento de Comercio
de Estados Unidos cuando reveló que el PIB norteamericano cayó en 4.8 por
ciento. En realidad, si homologamos la metodología para hacer la medición, es
como si la caída fuera de 1.2 por ciento.
Es muy
difícil desconectar a la economía mexicana de la economía norteamericana. El
año pasado, sin embargo, mientras que Estados Unidos creció 2.3 por ciento en
México nos quedamos estancados.
Si queremos
evitar que en este año tengamos una caída económica mayor a la de Estados
Unidos, va a ser necesario que trabajemos intensivamente en sincronizar los
ciclos económicos.
Para ello es
de gran relevancia que los sectores que están conectados a través de cadenas de
valor, como notoriamente lo es el automotor, tengan un calendario de reapertura
uniforme. La economía industrial de Estados Unidos no podrá arrancar si no lo
hace también la economía mexicana.
Si se
lograra que el sector exportador manufacturero de México arrancara sus
actividades razonablemente pronto, sería un muy importante amortiguador de la
caída de la economía mexicana.
Hay indicios
de que diversas plantas del sector automotor norteamericano van a reiniciar
operaciones en mayo y ya están requiriendo insumos de sus proveedores
mexicanos. Adicionalmente, como ayer se hizo manifiesto, legisladores
norteamericanos están empujando por una pronta reapertura sincronizada.
Esto no es
incompatible con el resguardo de las condiciones necesarias para impedir la
propagación de la pandemia. Se trata simplemente de seguir protocolos bien
definidos para asegurarse que en plantas altamente automatizadas, así como en
el transporte de personal, se siguen reglas para evitar la pandemia.
Abrir una
planta industrial a la actividad no es como abrir una plaza pública. Hay
mecanismos mucho más claros para evitar los contactos y establecer protocolos
de protección para los trabajadores.
Eso requiere
un cambio en la visión que hasta ahora se ha instrumentado. No sólo se necesita
de los insumos más usuales como cubrebocas, guantes, gel, mascarillas, entre
otros, sino que además se requiere que exista la aplicación de pruebas.
Hasta este
momento la visión ha sido aplicar pruebas exclusivamente a quienes manifiestan
síntomas de la enfermedad. Para poder reabrir plantas industriales se necesita
que la aplicación sea generalizada, más de carácter preventivo de contagios que
para verificar si alguien con síntomas tiene el virus.
Además, se
requiere algo que tampoco se ha hecho suficientemente en nuestro país, que es
el desarrollo de mecanismos claros de trazabilidad de contactos, para poder
detener los contagios de manera más rápida.
Si se quiere
que tengamos en el plazo de algunas semanas nuevamente una industria
norteamericana en actividad, va a ser indispensable que se modifique la visión
que hasta ahora se ha tenido en el sector salud.
Esto no
implica olvidarnos que estamos llegando a los niveles de mayor contagio en la
pandemia.
Eso no
limita la búsqueda inteligente para conciliar el confinamiento que evita los
contagios con el comienzo de la actividad productiva, al menos en los sectores
en donde es posible e indispensable hacerlo.
Esperemos
que en este terreno no gane la ideología o los prejuicios, sino que se adopte
la política más adecuada para el país.
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