Enrique
Quintana.
Al
presidente López Obrador no le gustó el programa de apoyo a las Pymes que
lanzaron el BID y el Consejo Mexicano de Negocios.
“No me gusta
mucho el modito de que se pongan de acuerdo y quieran imponernos sus planes. Si
ya no es como antes, antes el poder económico y el poder político eran lo
mismo. Ahora ya no. Ahora el gobierno representa a todos, hay una separación
del poder económico y del poder político. ¿Cómo que se hace un acuerdo y ahora
que Hacienda lo avale?, ¿que nosotros estamos aquí de florero, de adorno?”.
Antes de
evaluar el contenido del esquema, el presidente lo descalificó porque no fue él
quien lo anunció y probablemente ni lo autorizó.
No importó
que el canciller y coordinador de las políticas públicas contra la pandemia,
Marcelo Ebrard, se haya congratulado por la iniciativa ni tampoco que la propia
secretaria de Economía, Graciela Márquez, lo haya anunciado y haya aludido a
Hacienda como parte de este esquema.
Suceden dos
cosas.
Al
presidente no le gusta que una organización del sector privado le quite la
iniciativa. Hubiera sido muy diferente si él hubiera anunciado el programa en
la mañanera.
Lo segundo
es que ve moros con tranchetes por todos lados. Supone que un esquema como el
planteado en realidad es para beneficiar a las grandes empresas y piensa que se
va a realizar con recursos fiscales.
Por eso
luego corrigió en la propia conferencia. Tal vez recapacitó y dijo que si era
sin recursos fiscales, adelante.
La fijación
presidencial en no poner recursos fiscales para hacerle frente a esta crisis le
puede costar mucho al país, pero también a las finanzas públicas.
Supongo que
en algún momento, la Secretaría de Hacienda explicó al presidente López
Obrador, que el indicador relevante en las finanzas públicas no es el nivel
absoluto de la deuda sino la proporción que esta tiene respecto al PIB.
Esa
proporción es un quebrado, donde la deuda es el numerador y el PIB el
denominador.
El valor del
quebrado (la proporción de la deuda sobre el PIB) es mayor si el numerador
crece o si el denominador decrece.
Este jueves
tendremos los indicadores fiscales a marzo, cuando Hacienda entregue al
Congreso su informe correspondiente al primer trimestre.
Sin embargo,
de acuerdo con las estimaciones para fin de año que fueron presentadas por
Hacienda hace un mes, la deuda pública al final de 2020 representaría 52.5 por
ciento del PIB, contra un nivel de 45.5 por ciento correspondiente al final del
año pasado.
Es decir, en
la propia estimación de Hacienda, la deuda pública tendría un incremento de
11.02 billones de pesos al cierre de 2019 a 12.78 al término de este año.
El
incremento sería de 1.76 billones. Claro, una parte importante de esta alza es
efecto de la depreciación de nuestra moneda frente al dólar.
Considerando
ese incremento, pero asumiendo una caída del PIB de 7 por ciento como es ya el
consenso, en lugar del descenso de 3 por ciento aproximadamente, que es la
estimación puntual de Hacienda, entonces el resultado sería una deuda pública
equivalente a 55 por ciento del PIB.
Es decir, en
el ánimo de evitar que la deuda crezca en términos absolutos, el gobierno de
AMLO está propiciando que el PIB caiga más por la inacción fiscal frente a la
crisis.
El resultado
es que ese quebrado habrá crecido en casi 10 puntos porcentuales respecto a
2019 y en poco más de nueve puntos respecto al cierre del gobierno anterior.
La falta de
entendimiento del comportamiento de una fracción decimal, un quebrado, puede
poner en apuros a las finanzas públicas al no percibir que el valor crece ya
sea que suba el numerador o que caiga el denominador.
¿O es que es
demasiado complejo?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.