Raymundo
Riva Palacio.
La presión
de Estados Unidos finalmente ha hecho que el gobierno de México ceda en sus
prioridades. En la reactivación de su economía estratégica, colocaron al
presidente Andrés Manuel López Obrador una vez más en la disyuntiva. Varios
sectores de la economía norteamericana integrada, especificados por ese país,
se reabrirán de manera coordinada en México, Estados Unidos y Canadá el próximo
mes para que no se interrumpan las cadenas de suministro.
López
Obrador perdió la oportunidad de tomar la iniciativa cuando este tema se volvió
un asunto de seguridad nacional para el presidente Donald Trump, a mediados de
abril, y tuvo que ajustarse a las necesidades de sus socios del norte.
López Obrador
le encargó al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, trabajar con
las secretarías de Hacienda, Economía, Salud y Trabajo, además del Seguro
Social, la reapertura de, para comenzar, dos sectores estratégicos para Estados
Unidos, indicados por altos funcionarios del gobierno de Trump en
conversaciones con el mexicano: el automotor y el aeroespacial. Los
funcionarios mexicanos están analizando la forma como van a reiniciar las
operaciones en esas plantas en su territorio y en la proveeduría para esas
industrias.
La
reapertura será gradual y el regreso de los y las trabajadoras a las plantas no
será como si nada hubiera pasado.
La pandemia
del coronavirus obligará a una serie de medidas, todavía en estudio, sobre
quiénes no van a regresar a sus trabajos, por ejemplo, quienes tengan más de 60
o 65 años, así como también a tener listos protocolos de seguridad para evitar
la transmisión del contagio del Covid-19. La Secretaría de Salud es fundamental
para saber qué zonas o regiones del país podrían ir adelantando la reapertura
económica, pues la pandemia no ha tenido un impacto homogéneo en el país. En
todo caso, la cadena de suministro de esos sectores se encuentra focalizado en
el centro y norte del país.
Los tiempos
son importantes. El plazo máximo que se tiene para restablecer una parte de la
cadena de suministro, aunque no únicamente en esos sectores, es el 1 de julio,
cuando entre en vigor en Estados Unidos el Tratado de Comercio con México y
Canadá, conocido como el T-MEC, pero probablemente la industria automotriz sea
la primera en reabrir. Esta semana el periódico The Wall Street Journal reportó
que General Motors, Ford y Fiat-Chrysler, establecieron el 15 de mayo como
fecha tentativa para reiniciar operaciones en Detroit, mientras que armadoras
extranjeras como Toyota y Honda estaban considerando abrir el 4 y el 11 de
mayo, respectivamente.
Las
armadoras suspendieron su producción en todo el territorio T-MEC por la
emergencia sanitaria, y en algunos casos, como la planta de General Motors en
Toluca, fue reconvertida temporalmente para producir las mascarillas
quirúrgicas que pidió Trump. No son las armadoras de automóviles en México lo
único a considerar en la reapertura, sino toda la proveeduría, o actividades
como empaques, pallets, contenedores, sus canales de distribución, y todo lo
que tiene que ver con el transporte y la logística.
Toda esa
cadena de suministro tendrá que ser restablecida en México y conectada a
Estados Unidos para que no se rompa. Por mencionar un ejemplo, si en el proceso
no se armoniza con la reapertura de las plantas de NSU Corporation en El Bajío,
no habría engranajes, o si sucediera lo mismo con la empresa Borg Warner, que
produce autopartes en Chihuahua, Coahuila y Jalisco, la cadena de suministro
afectaría la producción y no habría producto final. La restauración del sector
automotor no depende únicamente del gobierno federal, sino que también tiene
que ser discutida con gobiernos estatales, como el de Sonora, que tiene
disposiciones que impiden que se pueda reabrir la planta de ensamble de Ford en
Sonora.
El otro
sector que se reabrirá es el aeroespacial. En este espacio se mencionó hace
casi dos semanas la importancia de México en la cadena de suministro para el
complejo industrial-militar de Estados Unidos. Dos ciudades citadas fueron
Nogales, Sonora, donde está Cadence Aerospace, que fabrica componentes para los
helicópteros de guerra Black Hawk, y Tijuana, donde se encuentra una
subsidiaria de General Dynamics, que se encuentra entre las principales
proveedoras del Pentágono. En esa misma ciudad se encuentra una planta de
Lockheed Martin, que produce radiosondas, que se utilizan en la meteorología y
son instrumentos vitales para temas militares.
Como se
publicó la semana pasada en este espacio, varias de las principales empresas
aeroespaciales, que juegan un papel importante en el complejo
industrial-militar de Estados Unidos, como la propia Lockheed Martin, Textron,
Boeing y Honeywell, dependen de los suministros de México. Boeing ya había
hablado con el embajador Christopher Landau, expresando su preocupación por el
cese de operaciones de sus proveedores en Sonora. Boeing es un revelador caso
de estudio porque tiene más de 20 proveedores en 22 ciudades, prácticamente
todas estadounidenses. La subsecretaria de Defensa de Estados Unidos, Ellen
Lord, fue la primera en hacer pública la preocupación de su país, cuando hace
casi dos semanas dijo que estas compañías eran especialmente importantes para
Estados Unidos, y su gobierno necesitaba asegurar su capacidad industrial a
largo plazo.
López
Obrador no descifró que era el inicio de presiones públicas del norte para
obligarlo a restablecer la actividad económica en sus áreas estratégicas.
Ahora, sin espacio de maniobra, su gobierno tendrá que homologar criterios
sobre las empresas esenciales, basados en los establecidos por el Departamento
de Seguridad Interior de Estados Unidos, que son el obstáculo operativo con el
que primero tienen que armonizarse las secretarías de Estado mexicanas. Una vez
más, México tiene que ser reactivo a las presiones de Washington. Lamentable
que después de más de un año de repetirse la dinámica presión-omisión-presión,
el presidente López Obrador no haya aprendido la lección.
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