Salvador
Camarena.
Aunque hizo
un batidillo de conceptos y supuestos equivocados en torno al anuncio del BID
Invest y el Consejo Mexicano de Negocios de préstamos hasta por 12 mil millones
de dólares, la respuesta de ayer del presidente Andrés Manuel López Obrador a
ese tema refuerza la noción de que no le disgusta que le critiquen o ataquen,
pero que lo que le saca de quicio es que lo dejen fuera de la fiesta.
No es la
primera vez que López Obrador reacciona mal frente algo que no le alude en la
forma que él tiene previsto. Lo vimos, no hace mucho, pero por desgracia muy
reveladoramente, con las protestas de las mujeres de 2019 y 2020.
Como el
reclamo no venía de un grupo de poder específico que AMLO reconozca y pueda
descalificar fácilmente, y al mismo tiempo como las mujeres no demandaban una
mesa de diálogo, presupuesto, una cita, una negociación, etcétera, sino ser
visibilizadas en la agenda –lo que le restaría a él el supremo derecho a decir
qué es tema y qué no– y justicia real y pronta frente a la violencia, los
asesinatos y la discriminación –la agenda de género, que nunca ha sido
prioritaria para Andrés Manuel–, el asunto le hizo crisis durante varias
semanas. Y quizás ahí seguiríamos de no ser por la pandemia.
Si hubiera
taurinos todavía en este mundo, podríamos decir que en el tema de las protestas
de las mujeres se hizo lo que dictan las añejas, y hoy mal vistas, leyes de la
tauromaquia: sacaron a AMLO de sus terrenos, y ahí, donde no domina la plaza,
siempre es más sencillo verlo en su real dimensión.
Lo mismo ha
ocurrido con el anuncio del domingo. Qué más da que el Presidente haya
confundido préstamos entre privados con algo que debe avalar, e incluso
fondear, su gobierno. Lo revelador es que le caló “el modito”.
Su respuesta
fue a trompicones. Iba y venía en la descalificación: “no me gusta mucho el
modito de que se pongan de acuerdo y quieran imponernos sus planes. Si ya no es
como antes, antes el poder económico y el poder político eran lo mismo, se
alimentaban, se nutrían mutuamente; ahora ya no, ahora el gobierno representa a
todos, hay una separación entre poder económico y poder político. Entonces,
¿cómo que se hace un acuerdo y que ahora Hacienda lo avale? ¿Y qué, nosotros
estamos aquí de floreros, de adorno?”.
Y de ahí el
Presidente se fue a su cantaleta del Fobaproa, de Zedillo, de que sólo quieren
que él apruebe, de que ya tenían cocinado quién sabe qué acuerdo, blablabla...
AMLO se fue
de bruces en su respuesta de este lunes no porque desconociera que BID Invest
es un brazo del BID que presta en otros países y en México, donde ya tuvo antes
una ronda de créditos, a particulares. Y que sus iniciativas de préstamos
tienen el componente financiero, sin duda, pero también un mandato de que esos
proyectos terminen por generar desarrollo, misión que es congruente con el eje
rector de su matriz, el Banco Interamericano de Desarrollo. Pero lo que haga
BID Invest no depende del gobierno del país donde se ponen a financiar. Y cosa
parecida hace el Banco Mundial. O sea, todo es bastante más rutinario de lo que
parece.
Donde en
realidad se atoró el Presidente es al ver que el comunicado de este domingo no
lo hacía a él el niño del bautizo. Eso sí calienta a un priista. Que se mueva
la hoja del árbol sin su visto bueno, así sea para anunciarlo él, le puede. Y
mucho.
Seguro en su
equipo ya tuvieron tiempo para explicarle que, en lo técnico, ni al caso su
reclamo. Pero en lo político hay otra arista interesante. El vicepresidente,
perdón, el supersecretario, oooh, el coordinador de la pandemia, Marcelo
Ebrard, y la secretaria de Economía, Graciela Márquez, saludaron el anuncio de
los préstamos. Ni modo que ahora borren sus tuits. Y sobre todo que ni modo que
no intenten explicar en el extranjero que lo de ayer de AMLO fue sólo “un
pronto”, que no hay en su reacción una pelea de fondo con los empresarios con
iniciativas reales para la crisis y menos con apoyos de instituciones
multilaterales en las que México participa.
Qué bueno
que Ebrard tiene aspiraciones presidenciales, porque así, con un futuro qué
jugarse, tendrá que cuidar quedar bien con su jefe y con sectores, nacionales y
extranjeros, que necesitarán en el futuro ver que es un tipo confiable, y no un
mero instrumento de YSQ.
En resumen:
el desplante de López Obrador confirma que él sólo tiene un guion. Y que otros
escriban fuera de ese libreto puede enriquecer la trama, así enerve al señor
del Palacio.
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