Por Israel
Hernández
El asesinato del periodista Cándido
Ríos Vázquez ha silenciado a Hueyapan de Ocampo: la mañana del miércoles 23 de
agosto, esta región del sur de Veracruz despertó sin la única persona que
dedicaba día y noche a informar lo que aquí ocurría. A partir de ahora, nadie
estará para documentar los homicidios y ningún personaje se atreverá a
cuestionar a los políticos que han mantenido en la pobreza a este municipio.
El crimen que acabó con la vida
reportero, así como del ex inspector de la Policía de Acayucan, Víctor Arcelio
Alegría, y de un empresario ganadero, ocupó la primera plana del Diario de
Acayucan, periódico del que era corresponsal y vendedor.
Los titulares que él solía pregonar
en las calles de Juan Díaz Covarrubias, Hueyapan de Soconusco y Hueyapan de
Ocampo -la cabecera municipal- ahora él los protagonizaba: “¡No nos callan!
‘Nuestras armas no disparan balas, disparan verdades’: Cándido Ríos”, se leyó en el principal del rotativo
local. Esa frase, la cual lanzó en un video publicado el 13 de agosto de este
año, fue acompañada por el rostro del reportero.
VIVÍA
AMENAZADO.
Para Hilda Nieves Martínez, esposa de
Ríos Vázquez, su asesinato está relacionado directamente con la rencilla que
había con el ex alcalde de Hueyapan, Gaspar Gómez Jiménez, la cual data de hace
16 años, cuando el político y cacique regional llegó por primera vez a la
presidencia municipal.
Abrumada por el dolor, la pareja de
Pabuche -como lo llamaban en su pueblo natal- rememora las múltiples amenazas,
hostigamientos, golpizas y encarcelamientos que sufrió su marido por órdenes de
Gómez Jiménez.
“Una vez me
hablaron que lo tenían en la cárcel porque había cometido no sé qué delito.
Tuvo que ir un trabajador de Cecilio Pérez -directivo del Diario de Acayucan-
para pagar la fianza y sacarlo. Lo
golpearon tanto que se le hizo una hernia, no podía ni caminar. Lo hacían con
saña y aun así no dejaba eso (el periodismo)”, relata.
Nieves Martínez, autodefinida como
una mujer de casa, siempre fue ajena a la actividad periodística de Cándido. En
medio del llanto recuerda que temía por su propia vida y no tenía ningún
interés en conocer sobre el trabajo de su esposo.
Antes de ser
reportero, recuerda su esposa, Pabuche
fue trailero. Con esos ingresos mantuvo a sus dos hijas y construyó una pequeña
casa ubicada en la comunidad de Hueyapan de Soconusco. Tras más de 16 años de
chofer, sin estudios de por medio, Ríos Vázquez se inició en los medios de
comunicación en Coatzacoalcos.
Su aventura
por la ciudad petrolera fue corta y regresó a su pueblo. No se cruzó de brazos y emprendió un proyecto que llamó “La Voz de
Hueyapan”, un periódico que él reporteaba, formaba, imprimía y vendía en la
región habitada por unas 30 mil personas.
En sus páginas documentaba la vida
política de la zona: lo mismo escribía sobre las aspiraciones de sus paisanos a
ocupar la presidencia municipal que criticaba la mala utilización del dinero
público.
A Pabuche le tocó reportear donde, según los
reportes del INEGI, 7 de cada 10 habitantes viven en la pobreza. Aquí el empleo
se limita a la siembre de caña, plátano y piña, y a la cría de ganado, actividades
cada vez más impactadas por el cambio climático y la falta de una política
pública que impulse al sector.
También se daba tiempo para redactar notas sobre la
actividad deportiva de las comunidades y, por supuesto, narraba los
acontecimientos violentos que se registraban, desde homicidios, robo de ganado,
asaltos a comercios, entre otros delitos.
“Él tenía su propia prensa, pero se
la robaron hace 7 años, una vez que fuimos a Toluca a ver mi hija porque iba a
tener a su bebé. Desde entonces dejó de hacer su periódico y siguió en el
periódico de Acayucan”, precisa la esposa.
El miedo de Hilda era un asunto de
todos los días: si bien poco sabía de los asuntos que trataba Cándido, tenía
muy presente que el ex alcalde Gaspar Gómez quería hacerle daño.
“Aquí venían muchas camionetas a
vigilar la casa. Yo los veía y cada que podía le pedía que ya no se metiera en
problemas, que hasta a mí me iban a matar”, refiere la señora.
Hace apenas tres meses, recuerda
Nieves Martínez, el comunicador de 59 años fue golpeado por unos sujetos. Esa
agresión, insiste, provino de Gaspar Gómez debido a los fuertes señalamientos
que hizo el periodista sobre su entonces candidatura a la alcaldía, la cual
buscaba por tercera ocasión.
NO SIRVIÓ LA
PROTECCIÓN.
La gravedad
de las amenazas que recibió cuando Gaspar Gómez estuvo al frente del gobierno
municipal de Hueyapan de Ocampo hicieron mella en el único reportero del
municipio. Asesorado por otros colegas de Acayucan e interesado en salvaguardar
su integridad, el periodista buscó apoyo gubernamental.
Con las golpizas, amenazas y
detenciones arbitrarias documentadas, Cándido Ríos pidió los apoyos del
Mecanismo Federal para Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y
Periodistas.
La oficina
dependiente de la Secretaría de Gobierno atendió su llamado y convirtió la casa
del reportero en un búnker: la pequeña propiedad fue cercada con una reja
metálica y reforzada con una tira de alambres de púas.
Si alguien
se interna en la vivienda quedará registrado por una de las cinco cámaras
instaladas en todos los flancos de la casa. El Gobierno Federal también equipó
la casa con un sistema de alarma y dotó al periodista de un teléfono satelital
y un botón de pánico.
Nada de eso sirvió para evitar su
muerte. Tampoco funcionaron las denuncias que interpuso en los últimos 16 años
en las agencias del Ministerio Público de Hueyapan de Ocampo, Acayucan y San
Andrés Tuxtla por las agresiones, violaciones a sus derechos humanos y
encarcelamientos derivados de delitos fabricados.
Jorge Morales, secretario Ejecutivo
de la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas, precisa que tras
una reunión que sostuvo con Ríos Vázquez en abril de este año, supo que había
por lo menos 10 carpetas de investigación diferentes.
“Cuando platiqué con él me habló de
todo el historial con el ex alcalde Gaspar Gómez y sus entonces subordinados.
Desafortunadamente no tenía un orden de todas las denuncias que él inició y
cuando hicimos un rastreo de esos documentos en las fiscalías y agencias de la
región, no las encontraron.
“Evidentemente hay varias líneas de
investigación y la del ex alcalde es una de ellas. No quisiera adelantarme
porque ese trabajó deberá hacerlo la Fiscalía, pero se trataba de un periodista
que estaba amenazado y que su vida corría peligro”, señala Morales, quien hasta la noche
del miércoles era el único funcionario que había tenido contacto directo con la
familia. Pese a que gozaba de protección, la esposa no había tenido
comunicación con los encargados del Mecanismo Federal.
TEME POR SU
VIDA.
Hilda Nieves está tan convencida que
el multihomicidio en el que falleció Cándido Ríos está vinculado con Gaspar
Gómez que ahora pide protección. No quiere quedarse sola, pero tampoco desea
emigrar a Guadalajara o Toluca, ciudades donde ahora radican sus hijas.
“Esta agresión tuvo que ver con él
(ex alcalde), es un señor muy malo, tanto que quiero protección y no quiero
irme a encerrar a la ciudad. Quiero que me cuiden porque vivo aquí solita”, implora mientras la acompañan sus
dos hijas.
La postura
de Hilda es reforzada por ambas hijas y las hermanas del periodista, quienes
han sido las encargadas de hacer los trámites necesarios y solucionar todo lo
relacionado con el funeral. Incluso una de ellas, Teresa, se dio el tiempo para
prender una veladora en las inmediaciones de la gasolinera donde se cometió el
crimen.
A escasos 10
metros de una tienda de conveniencia, lugar donde quedó postrado el cuerpo sin
vida de su hermano, aún es visible la sangre de las víctimas y las marcas
establecidas por los peritos de la Fiscalía. En la parte posterior de la gasolinera también están a la vista tres
cartuchos percutidos, los cuales acabaron con la vida de Víctor Acrelio Alegría
y fueron olvidados en el peritaje.
CAMPA NIEGA
CRIMEN CON ACTIVIDAD REPORTERIL.
Mientras la
familia Ríos Vázquez asimilaba la muerte de Cándido, en Xalapa -la capital del
estado-, el subsecretario de Derechos
Humanos, Roberto Campa Cifrían negaba que el asesinato tuviera relación con la actividad
periodística del corresponsal.
“Todos los indicios apuntan a que el
ataque está vinculado con otra persona y sus escoltas, y no contra el
periodista. Sin
embargo, me parece importante esperar a que concluyan las investigaciones y una
vez que esto pase, que la Fiscalía lo haga del conocimiento público. Conviene
esperar”, insistió el funcionario federal.
La ‘otra
persona’ a la que se refirió Campa Cifrían es Víctor Acrelio, un ex mando de la
Policía Municipal de Acayucan que fue destituido de su cargo en mayo de 2013,
fecha en que la Secretaría de Marina-Armada de México, a través de la Policía
Naval, asumió el control temporal de la seguridad del municipio.
LA OTRA
VERSIÓN.
Acrelio Alegría se encontraba en el
lugar junto a uno de sus escoltas y de acuerdo con fuentes de la Secretaría de Seguridad
Pública estaba relacionado con una banda del crimen organizado. Una de las
versiones que circulan en Hueyapan de Ocampo gira en torno a que Cándido Ríos
se encontraba en el momento y el lugar equivocado.
“Cada que él terminaba su jornada,
justo entre las 6 y 7 de la tarde, de camino a su casa pasaba a esa gasolinera.
Él tenía muchos amigos y era conocido en la región. Lo que sabemos es que él
pasó y se detuvo a saludar a Víctor y al empresario ganadero que lo acompañaba
(…) cuando él estaba con ellos sucede el ataque y cuentan algunos testigos que
es el primero en caer”, relata un conocido que acompaña el funeral de Cándido, pero que pide no
ser citado por cuestiones de seguridad.
Hasta este jueves, la FGE no ha
ofrecido más detalles sobre el avance de las investigaciones del caso. En tanto
esto ocurre, la familia afirma que las constantes críticas al ex munícipe de
Hueyapan desencadenaron en el asesinato de Ríos Vázquez; mientras que Roberto
Campa sostiene que la agresión no iba dirigida al periodista y se trató de una
víctima circunstancial.
SE QUEDÓ
SOLO.
Cándido Ríos
homenajeó su nombre en vida. Chiflaba cuando saludaba de cerca y gritaba con
ímpetu cuando a la distancia veía a uno de sus amigos. El reportero que
caminaba de entre los verdes campos de su municipio, cuentan un par de amigos
que lo acompañan en el velorio, nunca faltó a la picardía, al buen humor y a la
sencillez.
Esa personalidad
quedó de manifiesto en el video que publicó el 13 de agosto en su cuenta de
Facebook: “Yo ando frío, señor, miren mi carterita, 100 pesos señores ¡pero
ando feliz! En la calle soy Pabuche, el pueblo me estima, me aprecia”, habló en
referencia a los políticos de Hueyapan que anteponían sus intereses a los del
pueblo.
Pero esa
estima que presumía de la gente dice Hilda Nieves, ahora está ausente.
“Mira, aquí no se han parado esos que
él me decía eran sus amigos. El otro día también me dijo que en el Facebook lo
apoyaban como 300 personas, pero na´más se engañaba. Llegó solo a los
periódicos y solo se fue, nadie lo apoyaba en realidad. Ahora nos han dado la
espalda”, dice con un evidente desencanto.
El entierro
de Cándido Ríos se realizó este jueves 24 de agosto a las 4 de la tarde. Su
cuerpo, el mismo que recorrió con sus gastados zapatos durante casi 6 décadas,
entregará su última nota en el panteón de Hueyapan de Ocampo.
El popular Pabuche dejó de ser un
testigo de la historia de su pueblo y a partir de ahora será parte de ella.
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