Adela
Navarro Bello.
En México después la tragedia no
viene la calma. Detrás de la solidaridad ciudadana viene la transa
gubernamental.
Mientras los ciudadanos coordinados entre sí primero y con las fuerzas armadas
y los voluntarios internacionales después, trabajaron arduamente en la primera
etapa tras el desastre natural en la recuperación de seres humanos, cuerpos, y
descombro de edificios caídos, el gobierno se apresta para entrar, ahora sí
activamente, en la segunda etapa: la reconstrucción.
Pero no los gobiernos aportando el
dinero que deberían restar a sus abultados presupuestos, sino listos para
manejar los dineros privados en acciones públicas. La rapiña gubernamental,
política, administrativa y electorera luego del terremoto ha iniciado.
No habían pasado dos días del temblor
que devastó zonas de Oaxaca, Puebla, Veracruz, el Estado de México y la Ciudad
de México, cuando la Secretaría de Hacienda y Crédito Público que preside José
Antonio Meade, había estructurado ya un Fideicomiso al que llamó “Fuerza
México”, para que ahí y solo ahí, se concentraran las donaciones en efectivo
realizadas para apoyar a la sociedad en la reconstrucción de las áreas dañadas.
Es decir, usted dona un banco, a una
fundación a través de un bando, y ese dinero irá a parar al Fideicomiso que
Hacienda hizo de la mano de su alfil el Consejo Coordinador Empresarial. Sí, el dinero que la gente ha otorgado de buena fe para no aportarle al gobierno
terminará siendo manejado y gastado por el gobierno.
Si una empresa, institución,
fundación u organización sin fines de lucro abrió una cuenta en algún banco de
los que funcionan en México para solicitar donaciones para apoyar las labores
de rescate y reconstrucción, y adherirse al programa del 2 x 1, donde el banco
pondría dos pesos para cada uno donado, ese dinero, debe ser depositado al
fideicomiso Fuerza México de la Secretaría de Hacienda, la institución que no tiene entre
sus facultades y obligaciones hacer trabajo social, ni obra, ni proyectos
ciudadanos, pero que es encabezada por
uno de quienes desde la esfera gubernamental, aspiran a convertirse en
candidato del PRI a la Presidencia de la República.
Los bancos de México han sido
obligados a transferir el recurso captado al Fideicomiso de Meade que “manejará” el CCE, lo mismo
piden que quienes han recabado dinero lo destinen a ese Fideicomiso del que
solo informaron en escueto boletín: “…ha sido constituido en Nacional
Financiera y tiene como propósito canalizar en un mismo esfuerzo todos los
donativos y aportaciones que realicen personas, organismos, organizaciones y
empresas desde el interior o exterior de la República Mexicana, para apoyar las
acciones de reconstrucción en los Estados que se vieron afectados”. O sea, el Secretario de Hacienda quiere
todo el dinero privado en una cuenta oficial para manejarlo al estilo de este
Gobierno de la República, que se ha distinguido por ser opaco, con hartos conflictos
de intereses y más señalamientos de corrupción.
Ya de suyo la voraz Secretaría de
Hacienda maneja los recursos federales producto de las aportaciones de los
ciudadanos y los productos y servicios de los gobiernos, y ahora quiere manejar
las aportaciones caritativas para las víctimas del terremoto. En el boletín informativo
proporcionan además las dos cuentas de Nacional Financiera del “Fideicomiso
Fuerza México”, para que ahí se concentre todo el recurso económico privado, y hacen un llamado al Senado de la República,
que anunció la creación de un fondo por 50 millones de pesos para la
reconstrucción, para que este sea incorporado al Fideicomiso de Meade.
A estas alturas de este gobierno con
tantos señalamientos de corrupción, los mexicanos no creen en el transparente
manejo de recurso alguno por parte del Gobierno Federal, vaya de ningún
gobierno. Ahí está
lo acontecido en Morelos, y hartamente señalado en medios electrónicos, de cómo
el Gobernador Graco Ramírez y su esposa Elena Cepeda, concentraron toneladas de
ayuda de distintos estados de la República en las bodegas del DIF de Morelos, y
no las entregaron rápidamente a las familias que las necesitaban de manera
urgente. El desvío de víveres hacia oficinas estatales se hizo, de acuerdo a
las denuncias en medios, para que esto fueron reetiquetados por parte del
gobierno y ser entregados con esa consigna.
De lo que
menos han tachado a Graco Ramírez y a su esposa es de abusivos y aprovechados
de la tragedia para lucrar con la necesidad y el dolor de las familias
afectadas en Morelos por el temblor.
Hace un día
en un acto público ni siquiera le dejaron concluir un discurso al grito
ciudadano de “Cállate”, “Fuera”, “Ratero”, según se consigna en una nota
informativa de este portal Sinembargo.mx
En la Ciudad de México, los víveres
fueron fluyendo de manos ciudadanas a manos ciudadanas que los entregaron en
las zonas afectadas a cambio de nada. El Gobierno no entró a los centros de
acopio ciudadanos ni a la distribución de los productos originados en la solidaridad
mexicana. En cuanto el gobierno entra, quiere concentrar, aprovecharse, sacar
provecho de la desgracia ajena.
Aun hoy en
día hay historias de cómo los
millonarios recursos donados o destinados por parte de gobiernos en tragedias
naturales anteriores, no fueron utilizados para beneficio de los damnificados,
sino para provecho de empresas fantasma contratadas por gobiernos para la
construcción de casas, o como toneladas de ayuda fueron canalizadas por
partidos políticos o gobiernos abusivos.
Cuando el gobierno entra, llega la
transa.
Es el mismo caso del Partido
Revolucionario Institucional que propone ya, le sean retirados el cien por
ciento de los recursos públicos de lo que resta del año, y que estos sean
regresados a la Hacienda Pública, o al Fondo Nacional de Desastres, para que el
gobierno lucre con la reconstrucción tras el temblor.
Especialmente
el PRI y el PAN, partido este último que también ha sugerido le sean eliminadas
las prestaciones públicas al 100 por ciento en el 2018 (junto al PRD y el MC),
son partidos que están acostumbrados a pasar charola, al quedarse sin
financiamiento público en su totalidad, el financiamiento ilícito, ya de suyo
existente, cobrará mayor vigencia, y será una realidad a partir de la extorsión
política y el chantaje, de que quien o quienes no aporten a la causa electoral,
no serán beneficiados con las acciones gubernamentales.
Quitarles el 100 por ciento del
financiamiento público a los partidos políticos para regresarlo al Gobierno
Central y éste lo “administre” en beneficio de los damnificados, es lo que
mismo a que se quede en las arcas partidistas y sea gastado abusiva y
onerosamente. Ni partidos ni gobiernos tienen calidad moral, ética, ni
compromiso para hacer un buen uso, transparente y efectivo, de los recursos
aportados por las donaciones de muchos mexicanos que actuaron de buena fe y en
solidaridad. Pasaría lo mismo que en Morelos con los víveres.
Desde la
intelectualidad mexicana, desde el activismo social y la participación
ciudadana, han surgido voces que
proponen que estos recursos productos de donaciones nacionales y extranjeras,
sean administrados por un comité ciudadano, no de los empresarios comparsas del
CCE, sino organizaciones ciudadanas probadas, y mexicanos comprometidos con la
transparencia para que cada peso sea invertido de manera efectiva y exitosa en
la reconstrucción de los estados dañados por el temblor, sin amiguismos, sin
favoritismos, sin conflicto de intereses, con convocatorias públicas,
transparentes y metas por igual.
México ha demostrado no necesitar de
sus gobiernos para salir adelante, basta tener a los mexicanos, seres humanos
de bien por naturaleza, alejados de la política y de los contaminados partidos
todos, al fin y al cabo,
con raigambre priista. Eso es lo que hemos visto estos últimos días y, por lo
tanto, habría que esperar lo mismo a futuro de parte de los ciudadanos que
deben manejar los dineros privados.
En pocas palabras, si el gobierno no
ayudó que ahora no nos quite. Ya estuvo bueno de tanta voracidad.
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