Javier Risco.
Nunca más
debemos comprar igual. El mercado inmobiliario en la Ciudad de México se
transformó. Tras la sacudida del 19 de septiembre pasado han quedado
derrumbadas las sospechas de la presencia de una mafia en la compra y venta de
casas y departamentos y quedaron expuestas como las débiles columnas de algunos
edificios.
Construcciones
mal hechas con materiales no permitidos y directores responsables de obra en
las delegaciones embarrados por la corrupción. El cáncer de este país muta.
Igual se presenta como un rancho de 200 millones de pesos, que como una empresa
fantasma, medicamentos apócrifos o compañías que construyen departamentos con
pisos de unicel. El final es el mismo, de alguna u otra forma: la corrupción
mata.
La delegación Benito Juárez, en la
Ciudad de México, había sido multi-señalada por el voraz boom inmobiliario que
crecía ante nuestros ojos y tras el sismo se ha convertido en el botón de
muestra de que no basta con reglamentos de construcción innovadores, no son suficientes
si se otorgan permisos y se edifica al por mayor sin la seguridad de que se
cumplan los lineamientos.
Esta semana,
a través de EL FINANCIERO Bloomberg se
denunciaron los casos de al menos cuatro edificios en esta delegación gobernada
por el PAN capitalino que, si bien no están en la lista de los que colapsaron
por completo, quedaron inhabitables a pesar de tener sólo un año o menos de
haberse entregado.
El periodista Édgar Ledesma recorrió
la zona roja de Benito Juárez y encontró varios ejemplos de construcciones
nuevas que demostraron ser de papel. El edificio de Elite Aparments, en el 418 de Eje Central
Lázaro Cárdenas, empezó a ocuparse hace menos de tres meses; el edificio
colindante, en el número 422, también tiene menos de un año y quedó tan dañado
que los ocupantes decidieron desalojarlo por completo.
El 550 de
Calzada de Tlalpan, el marcado con el número 117 de Emiliano Zapata y el 56,
también de Emiliano Zapata, donde una parte colapsó y enterró a dos de las 203
víctimas mortales que hasta ahora ha dejado el sismo, todas, construcciones que
no podrán ser usadas porque cualquier movimiento podría convertirlas en
montículos de escombros. Todas, edificaciones con menos de un año.
La revisión
inmobiliaria debe hacerse en toda la ciudad, por supuesto, pero llama la atención que uno de cada cuatro
edificios que se cayeron durante el terrible 19 de septiembre se concentren en
una de 16 delegaciones. ¿Cómo se explica si no es a través de la corrupción?
¿Otro caso?
El derrumbe del edificio de Narvarte, sobre la calle Enrique Rébsamen, donde
Laura Ramos quedó sepultada y que
vecinos habían reportado como peligroso por su debilidad estructural en 2014 al
entonces delegado y hoy diputado local, Jorge Romero Herrera, denuncia que, por
supuesto, terminó en nada. ¿Alguna respuesta del panista, líder de su grupo en
la ciudad y quien durante su administración fue señalado precisamente por actos
de corrupción inmobiliaria? Ninguna.
¿Cuál ha
sido la respuesta del actual delegado en Benito Juárez, Christian von Roehrich?
La promesa de procedimientos administrativos y penales para sancionar al menos
a dos empresas constructoras y corresponsables de los edificios 'nuevos' que
colapsaron o que tienen daños estructurales en la demarcación. No es por dudar, pero recordemos que Romero
Herrera es precisamente su padrino político. Y es que no se trata sólo de sanciones a las constructoras, siempre las
culpables más visibles, sino poner bajo la lupa todo el proceso de un sistema
que ha permitido facilitar la corrupción.
¿Y el jefe de Gobierno? Qué puede
decir Mancera si durante dos años tuvo al frente de la Secretaria de Desarrollo
Urbano y Vivienda al que fue socio de dos grandes constructoras: Simón Newman;
o qué dirá la diputada Margarita Martínez Fisher, encargada de la comisión de
desarrollo urbano en la ALDF, si en ocho días no ha salido a dar una postura al
respecto esperando instrucciones del grupo político que la respalda, que
pretende impulsarla como primera alcaldesa de Miguel Hidalgo y que sí, está
liderado por Jorge Romero.
No se trata
de negocios, pretextos o conflictos de interés, sino de las 46 víctimas
mortales de los colapsos en esta delegación y los más de mil vecinos desalojados.
Porque sí, ya lo hemos visto, la
corrupción mata.
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