viernes, 29 de septiembre de 2017

Tanta sociedad para tan poco gobierno e IP.

Álvaro Delgado.

La sociedad ha acreditado su vigorosa generosidad ante la devastación de los sismos y ahora, en la etapa de reconstrucción, las instituciones públicas y también del sector privado están obligadas al sacrificio de ganancias políticas y económicas.

Edificar y reparar 153 mil viviendas, 13 mil escuelas y mil 225 inmuebles históricos en México requerirá del compromiso inequívoco de los tres órdenes de gobierno –puestos en entredicho en esta hora trágica–, pero también del sector privado, sobre todo el que proveerá de millones de toneladas de cemento, arena, grava, varilla, ladrillo y otros materiales para la reconstrucción y el equipamiento.

Tras los sismos del 7, 19 y 23 de septiembre, las compañías de alimentos, herramientas, medicamentos y otros insumos obtuvieron rápidamente fabulosas ganancias de los voluntarios que se volcaron a adquirir productos para atender la emergencia.

En contraste, los grandes almacenes –Sams, Costco, Home Deepot, por ejemplo– NO fueron capaces de ofrecer un mínimo descuento de sus productos. Todo fue y ha sido lucro ante la desgracia.

Pronto se verá si, ante le reconstrucción, prevalece este afán de lucro del sector privado o existe la sensibilidad de sacrificar un porcentaje de sus ganancias en la venta de los materiales e insumos. La sociedad los está mirando.

Lo mismo ha pasado con los gobiernos en sus tres niveles, en particular con el federal que encabeza Enrique Peña Nieto. Ante el terremoto, toda acción de gobierno tiene una orientación política, incluyendo el plan de entregar a los damnificados apoyo económico en tarjetas de débito, como en las campañas priistas.

Y él en particular ha buscado aminorar el repudio popular convirtiendo sus visitas a las zonas de desastre en un gran set para actuar ante los damnificados, en especial con mujeres de la tercera edad.

La estrategia venía desde su quinto informe de gobierno, con una apabullante difusión de spots –incluyendo los de cadena nacional–, y su omnipresencia ante los desastres desde el sismo del 7 de septiembre, una estrategia que se intensificó con el terremoto del 19.

Los estrategas de Peña lo presentaron como un político sensible y considerado, servicial, cercano a las víctimas, aunque detrás de él está un aparato de propaganda que no es capaz de abastecer de lo básico a los damnificados.

Esta impostura la resume el emblemático reclamo de Areli Arce, la joven universitaria de Puebla, quien con sus compañeros abastecieron de víveres la población de San Juan Pilcaya, epicentro del sismo, en la sierra Mixteca de Puebla:

–En vez de estarse tomando fotos, ¿por qué no traes comida? — le reclamó.

La reconstrucción costará 39 mil millones de pesos, según dio a conocer el propio Peña Nieto. ¿Es mucho? Lo es. Pero es casi la misma cantidad que el gobierno federal ha gastado en publicidad en cinco años de su gestión: 37 mil millones de pesos.

Y es casi lo mismo que, a su vez, gastó el panista Felipe Calderón en su sexenio: 38 mil 725 millones de pesos, una cifra ínfima ante los 7 mil millones de pesos que presupuestó el Instituto Nacional Electoral (INE) para los nueve partidos el próximo año y que no han definido cuánto aportarán para la reconstrucción.


Es hora, pues, de que los tres niveles de gobierno e, insisto, el sector privado de México, correspondan a la generosidad de la sociedad que los ha mirado sólo lucrando con la tragedia…

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