Salvador Camarena.
¿Por qué les
enoja que el PRI sea fiel a sí mismo y a su pasado?
Un presidente
de la República priista llegó ayer al extremo de usar la residencia oficial de
Los Pinos para, en vivo y en directo, destapar a su elegido. Que no se diga que
los de Atlacomulco no saben de innovación: el canal de YouTube del gobierno
federal, al servicio de la liturgia priista. Quiubo.
Tras el acto
y en cosa de horas, el ungido recorrió varias capillas del tricolor, donde
santones de ayer y de hoy bendijeron a ese hijo pródigo, que al comenzar el
sexenio ni siquiera sabían que tenían. Los milagros del señor presidente
siempre operan de manera caprichosa. Alabado sea el señor.
Y así serán las semanas por venir. La
verdadera matraca de esta historia será José Antonio Meade, al que traerán
vuelta y vuelta las fuerzas vivas (es un decir) del partido. No me aguanto la tentación de
reproducir, por segundo día consecutivo, unas líneas de Mario Vargas Llosa en
El pez en el agua, párrafo sobre los inconvenientes del baño de pueblo en las
campañas electorales: “…debía hacer milagros para ocultar el desagrado que me
producían aquellos jaloneos, empujones, besos, pellizcos y manoseos
semihistéricos, y para sonreír, aun cuando sintiera que esas demostraciones de
cariño me estaban triturando los huesos o desgarrando un músculo (…) al
anochecer, regresaba a casa, exhausto y adolorido, a bañarme y cambiarme de
ropa (…) y debía a veces refregarme con árnica el cuerpo lleno de moretones”.
El espectáculo priista puede resultar
grotesco desde fuera. Y ayer en redes sociales y diversos medios hubo críticas
al oropel acartonado de esa liturgia. Pero, como dijera aquél, los veo muy
despistados: al PRI no le preocupa en lo más mínimo que le critiquen por
anticuado; vaya, ni al propio Meade se le ve incómodo con el besamanos de
momias cetemistas, cenecistas, cenopistas…
Además, lo
de ayer no surge de la nada. Se ha preparado, con ahínco y, por lo que pudo
verse, no poco éxito mediático, desde hace meses. Viene la plenitud del PRI no
vergonzante. Enrique Ochoa ha marcado
esa pauta, digna de la Perra Brava o la Monumental, para ser más precisos: Ódiennos más, exclama el líder nacional
priista, adalid del discurso de un orgullo tricolor que no repara en nimiedades
como casas de contratistas, conflicto de interés, socavones, exgobernadores
presos y prófugos, empresas fantasma, estafas maestras y fallida estrategia
anticriminal.
Tampoco son
lógicas las quejas de la cobertura mediática que acompañó al destape. La radio
y la televisión, y en buena medida las redes sociales también, viven en la
misma lógica: los sucesos mandan, y el show de los priistas, arcaico si se
quiere, no deja de provocar morbo, interés y en una de esas rating. Sobre todo,
porque enfrente no hay nada: ni PAN ni PRD ni Morena pusieron nada en la mesa
que disputara la atención de los medios frente al humo blanco priista.
El PRI llena
el respetuoso vacío que le dejan sus contrincantes. AMLO ha programado para el
12 de diciembre su nueva misa. Para entonces ya todos andaremos en las
preposadas. Por su parte, el Frente chapotea, un día sí y otro también, en las
ambiciones de sus protagonistas.
El PRI, con un presidente reprobado,
va por todo. Sin vergüenza y, por lo visto ayer, sin que nadie les dispute de
veras la capacidad para armar show. Si no les gusta el PRI, el problema es que
quién sabe si hay alternativa para, como si fuera televisión, cambiarle. Y esa
es la tragedia.
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