martes, 28 de noviembre de 2017

PRI, ódiame más.

Salvador Camarena.

¿Por qué les enoja que el PRI sea fiel a sí mismo y a su pasado?

Un presidente de la República priista llegó ayer al extremo de usar la residencia oficial de Los Pinos para, en vivo y en directo, destapar a su elegido. Que no se diga que los de Atlacomulco no saben de innovación: el canal de YouTube del gobierno federal, al servicio de la liturgia priista. Quiubo.

Tras el acto y en cosa de horas, el ungido recorrió varias capillas del tricolor, donde santones de ayer y de hoy bendijeron a ese hijo pródigo, que al comenzar el sexenio ni siquiera sabían que tenían. Los milagros del señor presidente siempre operan de manera caprichosa. Alabado sea el señor.

Y así serán las semanas por venir. La verdadera matraca de esta historia será José Antonio Meade, al que traerán vuelta y vuelta las fuerzas vivas (es un decir) del partido. No me aguanto la tentación de reproducir, por segundo día consecutivo, unas líneas de Mario Vargas Llosa en El pez en el agua, párrafo sobre los inconvenientes del baño de pueblo en las campañas electorales: “…debía hacer milagros para ocultar el desagrado que me producían aquellos jaloneos, empujones, besos, pellizcos y manoseos semihistéricos, y para sonreír, aun cuando sintiera que esas demostraciones de cariño me estaban triturando los huesos o desgarrando un músculo (…) al anochecer, regresaba a casa, exhausto y adolorido, a bañarme y cambiarme de ropa (…) y debía a veces refregarme con árnica el cuerpo lleno de moretones”.

El espectáculo priista puede resultar grotesco desde fuera. Y ayer en redes sociales y diversos medios hubo críticas al oropel acartonado de esa liturgia. Pero, como dijera aquél, los veo muy despistados: al PRI no le preocupa en lo más mínimo que le critiquen por anticuado; vaya, ni al propio Meade se le ve incómodo con el besamanos de momias cetemistas, cenecistas, cenopistas…

Además, lo de ayer no surge de la nada. Se ha preparado, con ahínco y, por lo que pudo verse, no poco éxito mediático, desde hace meses. Viene la plenitud del PRI no vergonzante. Enrique Ochoa ha marcado esa pauta, digna de la Perra Brava o la Monumental, para ser más precisos: Ódiennos más, exclama el líder nacional priista, adalid del discurso de un orgullo tricolor que no repara en nimiedades como casas de contratistas, conflicto de interés, socavones, exgobernadores presos y prófugos, empresas fantasma, estafas maestras y fallida estrategia anticriminal.

Tampoco son lógicas las quejas de la cobertura mediática que acompañó al destape. La radio y la televisión, y en buena medida las redes sociales también, viven en la misma lógica: los sucesos mandan, y el show de los priistas, arcaico si se quiere, no deja de provocar morbo, interés y en una de esas rating. Sobre todo, porque enfrente no hay nada: ni PAN ni PRD ni Morena pusieron nada en la mesa que disputara la atención de los medios frente al humo blanco priista.

El PRI llena el respetuoso vacío que le dejan sus contrincantes. AMLO ha programado para el 12 de diciembre su nueva misa. Para entonces ya todos andaremos en las preposadas. Por su parte, el Frente chapotea, un día sí y otro también, en las ambiciones de sus protagonistas.


El PRI, con un presidente reprobado, va por todo. Sin vergüenza y, por lo visto ayer, sin que nadie les dispute de veras la capacidad para armar show. Si no les gusta el PRI, el problema es que quién sabe si hay alternativa para, como si fuera televisión, cambiarle. Y esa es la tragedia.

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