martes, 26 de junio de 2018

Paradoja en el PRD.


Georgina Morett.

La debacle del PRD inició hace mucho tiempo, desde la salida de quien fue en dos ocasiones su candidato presidencial: Andrés Manuel López Obrador. Pero fue el año pasado cuando se observó la mayor sangría de militantes, que no termina a una semana de la elección.

Es una paradoja que quienes tienen mayores posibilidades de quedarse con lo que sobreviva del partido del sol azteca sean, precisamente, quienes influyeron directamente en su casi exterminio.

Es el caso de la corriente Vanguardia Progresista, encabezada por Miguel Ángel Mancera, quien obtuvo una votación histórica del 63.56 por ciento cuando fue electo jefe de Gobierno. Ahora será Amieva, a quien dejó en el cargo, el que entregue la Ciudad de México a otro partido político, después de 21 años de triunfos consecutivos desde que se eligen gobernantes en esta entidad.

Mancera se apropió del partido y de la ciudad, y a pesar de que no dará buenas cuentas, ya que de acuerdo con las encuestas perderán en la Ciudad de México, su corriente, junto con Alternativa Democrática Nacional (ADN), de Héctor Bautista, lucha contra los Chuchos para quedarse con los pedazos que sobrevivan después del 2 de julio.

Las demás corrientes están casi totalmente desdibujadas, ya que de Foro Nuevo Sol de hecho no queda casi nada y una de sus cabezas, Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán, ya dijo que votara por José Antonio Meade, de “Todos por México”.

Amalia García, un poco trasnochada, se acaba de dar cuenta de que Ricardo Anaya no cumple con el perfil del PRD para ser su candidato; además el líder de IDN, Alejandro Sánchez Camacho, quien también es secretario de Acción Política y Estratégica del CEN, señaló que no pueden votar por su candidato presidencial.

Así estamos, casi en el final de la izquierda mexicana. Después del 2 de julio observaremos la lucha encarnizada por los retazos de poder que quedarán para el PRD.

Pelean por el dinosaurio.

Tras pedir el voto favor de José Antonio Meade, Democracia Interna, que encabeza Ulises Ruiz, golpea directamente tanto a los priistas del actual gobierno como “a las vacas sagradas que estuvieron en la dirigencia, a las que sirvieron a otros gobiernos, algunos de manera pusilánime, de manera servil, de manera oficiosa, como una oposición totalmente domesticada cuando fuimos oposición”.

No da nombres, pero es evidente que estos ataques nos hacen pensar en los funcionarios del actual gobierno y también en los priistas que estuvieron en el Congreso de la Unión en los sexenios panistas, y sobre todo a los coordinadores de las bancadas priistas (léase Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa).

A menos de una semana de la elección, la corriente que mantuvo una crítica constante, sobre todo contra la dirigencia de Enrique Ochoa, pide ahora el voto para José Antonio Meade, pero no deja de exigir que los cambios al interior del PRI se hagan sin “los iluminados” de siempre.

Y también pone en su lugar a los gobernadores, quienes buscan influir en el tricolor al señalar: “No queremos más un PRI donde los gobernadores priistas se reúnan para definir el destino del partido o donde se reúnan los sectores y organizaciones y vayan a Los Pinos a pedir línea sobre quién debe ser el dirigente nacional. No queremos más que los coordinadores parlamentarios definan el destino de la dirigencia nacional, queremos un partido en que todos ellos tengan el espacio para participar, como un militante más, en las tareas que implica la reconstrucción de nuestra organización política”.

Así todavía sin resultados de la elección del próximo domingo, al interior del PRI se mueven las distintas corrientes para repartirse el cascarón de lo que fue el partido más importante del siglo XX.

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