Martín
Moreno.
El
Presidente ya no quiere escuchar. Ya no quiere ver. Ya no quiere saber de la
violencia galopante que ha rebasado a su Gobierno, que arrodilla a millones de
mexicanos y convida al poderoso crimen organizado a darse un festín ante la
inmovilidad de la seguridad pública. Allí vemos a una Guardia Nacional
sometiendo y poniéndole el pie – literal- a los migrantes que llegan del sur.
Más ocupados nuestros soldados en ser el muro diseñado desde Washington con
sede en Tapachula, que en apoyar las tareas para contener a los delincuentes.
El
Presidente rechaza hablar, cara a cara, en Palacio Nacional, con las familias
azotadas por la violencia. ¡Que se jodan los LeBarón! ¡Que Javier Sicilia deje
de estar molestando! Para eso está el disminuido equipo de seguridad que ofrece
de todo – pretextos, promesas, retórica-, menos lo que debería ser su
prioridad: la seguridad, y que Durazo y el general y el marino los atiendan. Al
ciego de Palacio no lo molesten con la realidad que lacera al país y que no ha
sabido enfrentar por cobardía, ineficacia o interés personal. Él solo recorre
caminitos de 8 kilómetros que presume como obra magna y sensible de su
Gobierno. Esa es la estampa del aldeanismo presidencial.
El
Presidente ya acuñó nueva frase con dedicatoria a las familias que padecen la
alta violencia en el México actual y que participarán en la Marcha por la Paz
que llegará a Palacio Nacional el próximo domingo: “Van a ser recibidos, pero
no los voy a recibir yo. No hay que hacer un show. No me gusta ese manejo
propagandístico…tenerlos allí, conmigo; tengo que cuidar la investidura presidencial.
Como decía don Adolfo Ruiz Cortines: no soy yo, es la investidura. Si de
repente se altera alguien, hay un exabrupto, (pues) es el Presidente de México.
Es una institución”. En un lance descocado, el Presidente ubica los reclamos de
las familias víctimas de la violencia en mera propaganda o en un show.
Lamentable escucharlo.
El
Presidente no quiere ver.
El
Presidente no quiere escuchar.
El
Presidente no quiere saber.
Andrés
Manuel López Obrador olvida a los nueve muertos de la familia LeBarón,
incluidos siete niños, y ofende su memoria al dimensionarlos como parte de un
show o de un acto de propaganda. Insulta a una realidad que vive el país:
mientras inocentes menores de edad son masacrados, quemados, el Presidente le
cierra el diálogo directo a los LeBarón, a Sicilia, a aquellos mexicanos que
tienen algo que decir o reclamar por la estrategia fallida del actual Gobierno
en contra de la inseguridad; hartos de los malos resultados, de la ausencia de
inteligencia y de eficacia. “Vienen a hacer show”, dice AMLO con el rostro
inyectado por la furia. Lástima.
“Es un
desprecio del Presidente hacia las víctimas. Es insensible”, advierte Adrián
LeBarón, el abuelo cuyos nietos fueron asesinados.
“Vivimos al
cien por ciento de impunidad. Las instituciones están podridas. Yo no creo que
el Presidente lo pueda resolver. ¿Dónde está la estrategia?”, cuestiona Julián
LeBarón.
López
Obrador que no quiere ver ni escuchar ni saber de violencia, mientras la
realidad – descarnada, dolorosa-, le estalla entre las manos:
“El primer
año de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador fue el más violento del que se
tenga registro. De acuerdo con datos oficiales difundidos ayer, durante 2019 se
iniciaron 29 mil 401 carpetas de investigación por el delito de homicidio
doloso en el país. Fue la cifra anual más alta por lo menos desde 1997, cuando
el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP)
comenzó a sistematizar los delitos a nivel nacional”. (Reforma/Antonio
Baranda/21-Enero-2020).
Y más:
2019 cerró
con mil 6 feminicidios, un 10.3 por ciento más en comparación al 2018, con 912
casos. Es la cantidad más alta desde 2015. En secuestros también hubo repunte:
se registraron mil 614 víctimas el año pasado, un 3.5 por ciento más que en
2018. (Fuente: SESNSP).
Allí están
las cifras. Los datos duros. Los escenarios de una violencia fuera de control
apuntalada por la incompetencia de la estrategia de seguridad – es un decir-
implementada por el actual Gobierno.
Al
Presidente que no quiere ver ni escuchar ni saber, habrá que enviarle un
mensaje basado en la realidad mexicana:
Su
estrategia de “abrazos, no balazos”, ha fracasado.
Ofende y
enerva que López Obrador recurra a la frase de un ex Presidente priista que
gobernó hace…¡67 años!, y que hoy enarbola como pretexto para defender la
decadente “investidura presidencial”. Chorradas.
Mal síntoma,
que apenas a 13 meses de haber asumido la Presidencia, AMLO ya esté tan
agobiado por la mala economía, por la inseguridad, por el fracaso del INSABI o
hasta por su propia salud, que prefiera cerrar ojos, oídos y entendimiento, y
encerrarse en sus aposentos palaciegos para escuchar los cantos al oído de sus
zalameros que le hacen creer que está gobernando de maravilla y que los
LeBarón, Sicilia y compañía sólo quieren molestarlo.
Y ya que
tanto admira y cita a los ex presidentes priistas, López Obrador ya debería
saber que la soledad del Presidente en Palacio Nacional llega en la recta final
de cada sexenio, y no al principio, como ahora ocurre.
AMLO no
quiere ver.
Ni escuchar.
Ni saber.
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