Raymundo
Riva Palacio.
Por más
esfuerzos que hace, el presidente Andrés Manuel López Obrador perdió su
liderazgo. La frivolidad con la que ha actuado en la crisis del Covid-19 le ha
generado críticas en México y carcajadas en el mundo, consecuencias con las
que, sin embargo, puede vivir.
Perder el
liderazgo es otra cosa, y ha dado claras muestras que no puede vivir sin él.
Pero eso es lo que ha sucedido con su errática y, muy frecuentemente,
contradictoria actuación, por lo que otros gobernantes decidieron actuar para
salvaguardar la salud y la vida de quienes gobiernan. Los gobernadores avanzan
en una creciente separación de los deseos centralizadores de López Obrador,
pero una, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum,
sobresale.
No es que
Sheinbaum sea superior a sus colegas, pese a que algunas medidas que ha
ordenado para la capital sean de menor alcance que en estados como Jalisco o
México, pero su caso tiene que ser medido aparte. Sheinbaum no sólo forma parte
de Morena, además es una de las personas más cercanas a López Obrador,
incondicional durante lustros, y a quien el Presidente y su entorno duro
cercano, quisieran ver en la candidatura presidencial para 2024.
La doctora,
sin embargo, ha puesto en riesgo ese futuro político como apéndice del actual
Presidente, pero ha actuado con responsabilidad ante los capitalinos y ganado
el respeto de quienes no lo tenía.
Ante un
personaje como López Obrador, encararlo no es sencillo. Muchos de sus
colaboradores, entre ellos los más inteligentes, prefieren hacerse a un lado y
callar a tiempo antes de confrontarlo. Otros, pusilánimes para renunciar, para
evitar el desprestigio, han preferido humillarse y servir de títere en la
palestra de las mañaneras. Sheinbaum resistió poco y optó por la ética
institucional que cualquier servidor público profesional debe tener. Hacerlo le
ha provocado tensiones en Palacio Nacional, reveses y críticas. El punto de
inflexión fue en la segunda semana de marzo.
En esa
semana, Sheinbaum informó a la oficina de López Obrador que el viernes 13, el
gobierno y los organizadores del festival Vive Latino anunciarían la
cancelación del concierto de dos días por las aglomeraciones, tras haberse
detectado los primeros casos de coronavirus en México –el primero fue el 28 de
febrero. La jefa de Gobierno explicó que un grupo de científicos que la
asesoran habían concluido que era conveniente tomar medidas preventivas. López
Obrador envió a uno de sus más cercanos colaboradores a hablar personalmente
con ella, en una conversación que fue descrita por personas que conocen de esa
plática, difícil, tensa y que se llevó más de media hora. El colaborador
comentó: “Cada vez es más difícil convencer a la doctora”.
López
Obrador no quería que nada bajo su control total saliera de su línea política
de que la pandemia no es tan seria como la presentaban los medios de
comunicación, no de tanta alarma, como la manejaban los gobiernos en los países
afectados.
La
instrucción para todos los gobiernos de Morena era no cancelar absolutamente
nada. Así se mantuvieron, mientras varios gobernadores priistas comenzaron a
tomar medidas preventivas desde mediados de marzo, pese a tener buena relación
con el Presidente, como Alejandro Murat en Oaxaca, y Alfredo del Mazo en el
Estado de México.
Siguieron
gobernadores con otras filiaciones, como Enrique Alfaro, de Jalisco, y Jaime
Rodríguez, de Nuevo León, quien incluso pidió a una consultora internacional
que le prepara un plan de contingencia para enfrentar la pandemia. Sheinbaum
rompió con la atonía morena.
El domingo
fue el día del quiebre. Desde Oaxaca, donde se encontraba de gira, el
Presidente subió en las redes un mensaje que decía: “Yo les voy a decir cuándo
no salgan, pero si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, sigan
llevando a la familia a comer, a los restaurantes, a las fondas”.
Antagónicamente, Sheinbaum anunció la suspensión de actividades en centros
educativos y públicos. López Obrador, con puntos de vista acientíficos;
Sheinbaum, respaldada en lo que un comité científico le informaba cada día.
La jefa de Gobierno
ha estado actuando de forma autónoma, que no lo había hecho, pero respondiendo
a la altura de las circunstancias.
La Ciudad de
México, por su densidad poblacional, sus ramificaciones a todo el Valle de
México y sus conexiones terrestres y aéreas nacionales e internacionales, será
donde el Covid-19 golpee con mayor intensidad. Ningún gobierno en el mundo
estaba preparado para enfrentar esta pandemia, y aquellos que han logrado
mejores resultados han tenido en sus medidas de distanciamiento social a tiempo
y dolorosamente drásticas, unas de sus mejores herramientas para combatirla.
El costo
político para quienes desafíen el dogmatismo centralizador y vertical de López
Obrador va a ser alto. Ya se asomaron los esbirros del Presidente para
atacarlos, y apoyar la palabra de López Obrador que descalifica acciones a
favor de la población como oportunismo político que trata de dañarlo a él.
Siempre él va primero y luego la gente.
En el caso
de Sheinbaum, aún no se voltean las turbas del presidente, pero tendrá un mayor
costo. No se sabe, empero, qué tan alto será. López Obrador la ha ido puliendo
y construyendo a lo largo de los años para convertirla en su sucesora y jefa de
su proyecto transexenal, y envió a sus mejores operadores a protegerla para que
el colapso de la escuela en Tlalpan, en el terremoto de 2017, cuando era la
delegada, no le costara, y después a trabajar con ella su campaña para la
jefatura de Gobierno.
Sheinbaum,
como el resto de los gobernadores, no tienen opción. Respaldar los caprichos
presidenciales y evitar sus arrebatos, o intensificar la prevención que puede
significar salvar más vidas. La decisión racional es clara. Lo demás es un
delirio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.