Raymundo
Riva Palacio.
El
presidente Andrés Manuel López Obrador está haciendo todo lo posible para que
la conversación nacional se aleje del video donde su hermano Pío recibe bolsas
con fajos de dinero para el movimiento de quien en el momento de la grabación,
era el líder de la izquierda social que aspiraba por tercera vez llegar a
Palacio Nacional. No ha podido pese a la amplia variedad de temas que ha querido
imponer en la agenda política, porque el video demostró que no es nada
diferente a quienes ataca todos los días, ni es tan puro como pregona, ni tiene
las manos limpias de dinero de orígenes desconocidos. Tampoco hay que
extrañarse. El hijo de un sistema político podrido y decadente, que se valió de
él para crecer y empoderarse, ¿por qué tendría que ser distinto?
López
Obrador dice que es un revolucionario, y que las revoluciones se financian de
todos lados. Es cierto, suelen financiarlas gobiernos interesados en
desestabilizar a otros, o las altas clases y las oligarquías, a las que les
afectaron sus intereses o que rompieron sus viejas alianzas poder. Pero López
Obrador no es un revolucionario en ese sentido. Llegó a la Presidencia bajo las
mismas reglas de sus antecesores, aunque a diferencia de ellos, prohijado,
financiado y legalmente protegido por los gobiernos de Carlos Salinas y Ernesto
Zedillo.
Durante el
gobierno de Salinas, el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal,
Manuel Camacho, financió sus marchas y a billetazos negociaba con él la
liberación del Zócalo, ocupada por tabasqueños que llevaba a la Ciudad de
México desde La Chontalpa; el de Zedillo actuó para que el PRI, por la vía
legal, no le impidiera ser candidato al gobierno capitalino porque incumplía
con los requisitos. De no haber sido por ellos dos, López Obrador no hubiera
pintado en el escenario nacional. Selectivo en la memoria que proyecta a los
mexicanos, son cosas de las que es mejor no mencionarlas. Como el video de Pío.
Se sabe de
dónde salió. David León, excoordinador nacional de Protección Civil, que
entregó un millón de pesos a Pío, lo grabó. En este espacio se publicó ayer que
grabar a sus interlocutores políticos y empresariales era un modus operandi de
Manuel Velasco, gobernador de Chiapas, en el tiempo en que fue grabado el video
por quien en ese entonces también era su asesor, pero el hoy senador negó en una
carta que envió a este espacio para negar que así operara. “Es completamente
falso que yo haya ordenado videograbar a personas, ni sabía de la existencia de
los videos difundidos la semana pasada”, afirmó.
Previamente,
en una conversación telefónica, la tarde del lunes, insistió que “no tenía
conocimiento de nada, y menos que la entregué a alguien del anterior gobierno.
Yo soy el más afectado de este video. No sé que pasó. Me he esmerado en tener
una relación de confianza con López Obrador y voté contra el desafuero en
2005”. La relación de Velasco con el Presidente viene efectivamente de tiempo
atrás. López Obrador conoció a su abuelo, y éste a los padres del tabasqueño.
Como aseguró en la plática, no necesitaba de utilizar recursos como los que
aparecen en el video, para establecer comunicación con él. Lo que hizo León en
su momento, fue responsabilidad de él, que “tiene una trayectoria propia”. El
deslinde con su excolaborador es total, con la intención quizás que en una
eventual investigación de la Fiscalía General, por el presunto delito
electoral, por financiar campañas, él no sea incluido.
Velasco
aparece como el tercero más afectado, después de León y Pío López Obrador. La
pregunta central, y que él mismo la formuló en la plática por teléfono, es quién
gana con la difusión del video. Hasta ahora, lo único que está claro es quién
no gana, sobre todo la cuarta víctima, el Presidente. Su hermano, su
excolaborador y Velasco, fueron instrumentos de una batalla donde los
adversarios de López Obrador comenzaron a responder.
Si apenas se
mostraron partes de un arsenal probablemente construido por años contra López
Obrador, ¿de qué tamaño es o son los enemigos invisibles que respondieron por
primera vez en lo que va del sexenio los hostigamientos y ataques del
Presidente? Para dañar a León, como se sugirió en la columna del martes, no era
necesario recurrir al video donde comprometen a Pío. Pero si escogieron esa
grabación, el objetivo verdadero era su hermano, el Presidente.
Fue un misil
que le abrió un hoyo en su grueso blindaje, y enseñaron que quien ha hecho de
la honestidad su mayor activo y la presume como la autoridad moral para decir
todo lo que piensa, aunque mienta o carezca de pruebas cuando ataca, tiene la
piel hecha con el mismo material que la del resto de la clase política, lo que
le resta credibilidad con unos, o lo proyecta como hipócrita con otros.
López
Obrador acusó el golpe. El viernes advirtió, en fuga hacia delante, que iría
contra todos a los que considera sus adversarios. El lunes revivió con fuerza
la posibilidad del enjuiciamiento de los expresidentes por mandato de una
consulta ciudadana. Una vez más, López Obrador está usando la ofensiva como
mejor defensa. Quienes tienen capacidad de fuego y tiene enfrente, aunque no
alcance a verlos, ya le mostraron los colmillos. Otros, que también puedan
tener información delicada y comprometedora en su contra, y que por alguna
razón no usaron en su momento, vieron que lo dañaron y le comenzó a salir la
sangre. Quizás se sumen.
Esto no es
un espectáculo. Lo que se avecina, por los términos como se planteó la lucha en
los últimos días, será violento. No se trata de una revolución, por utilizar
los términos del Presidente, sino una guerra civil. Ya vimos cómo empezó, pero
no sabemos cómo terminará.
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