miércoles, 20 de diciembre de 2017

Otro periodista asesinado.

Javier Risco.

Se están terminando las palabras que expresen con claridad la impotencia de decir que nos pasó una vez más: otro periodista, otro mexicano, otro de Veracruz fue asesinado ayer y con su asesinato colocó a México, oficialmente, como el país más peligroso para ejercer esta profesión, al mismo nivel que Siria, un país en guerra.

Doce, uno cada 30 días en promedio. 2017 no ha sido sólo uno de los años más violentos en el país, sino lo fue también para la libertad de expresión, que ha tenido que hablar en voz baja o callarse, para conservar la vida de sus comunicadores. 111 desde el año 2000. ¿Hasta cuándo?

Ayer, frente a su hijo, en un día en el que convivía con su familia, en el que había decenas de niños más, Gumaro Pérez Aguilando fue acribillado por tres atacantes, que con nueve tiros lo callaron para siempre.

El periodista número 22 asesinado en Veracruz. El tercero en sólo un año de la administración de Miguel Ángel Yunes, quien en un año de gestión no logró ser el cambio que prometió tras la salida de Javier Duarte, quien además de la desviación de recursos públicos por la que está encarcelado, fue un gobernador bajo cuyo mando la prensa estuvo amenazada constantemente.

Gumaro es otro de esos casos en que ya había alertas sobre el riesgo que corría. En 2012 había sido agredido mientras hacía su trabajo de cobertura de nota policiaca. Fue golpeado dentro de las instalaciones de un Ministerio Público, donde trataron de hacerlo desistir de denunciar. En 2015, por el tipo de cobertura a la que se enfrentaba y el estado de riesgo en el que ejercía, solicitó protección del mecanismo local que debió arroparlo.

Nada fue suficiente. Tres hombres se atrevieron a ingresar a la escuela de su hijo, asesinarlo, salir y huir, porque saben que cuentan con el cobijo de la impunidad en que viven las agresiones contra los periodistas en este país.

Después de la muerte de Javier Valdez, que conmocionó al mundo, el presidente Enrique Peña Nieto hizo uso de la demagogia de costumbre y prometió firmeza ante una violencia que no ha disminuido. Se dijo sentirse como un ciudadano ofendido por un golpe a la libertad de expresión, pero no, presidente, no es un ciudadano indignado como nosotros, es el que está a cargo, el responsable de que tantos meses después de ese discurso aún no haya medidas concretas que marquen una política pública de defensa a los periodistas.

“La violencia perpetrada contra periodistas y defensores de derechos humanos ha abierto una profunda herida en nuestra sociedad (…). La violencia no puede ser parte de nuestra vida cotidiana. Cada crimen contra un periodista es un atentado contra la libertad de expresión y de prensa, y contra la ciudadanía. Como ciudadano, comparto la exigencia de justicia del gremio periodístico y de la sociedad entera. Y, como presidente de la República, les digo que actuaremos con firmeza y determinación para detener y castigar a los responsables”, el discurso vacío de siempre. Y hoy tenemos que usar nuevamente la etiqueta #NiUnoMás.

Y a seis días del inicio de las campañas disfrazadas de precampañas, sólo uno de los tres candidatos más fuertes hizo referencia al hecho: José Antonio Meade, que al puro estilo priista, en lugar de aprovechar el momento para decir con claridad y detalle cómo contribuiría él para erradicar la violencia contra los periodistas, lo aprovechó como un pretexto para lucirse diciendo que en su gestión al frente de la Secretaria de Hacienda se había reforzado el fideicomiso de protección a defensores de derechos humanos y periodistas. ¿Y qué vas a hacer tú, José Antonio? Ninguna respuesta en concreta.

En un país con un problema tan grave de ataque a la prensa, el tema no está en la lista de prioridades de los (pre)candidatos presidenciales. Ricardo Anaya no hizo ninguna referencia, pese a que Yunes emana de su partido aliado con el PRD; tampoco lo hizo Andrés Manuel López Obrador, que pasa de denostar a los medios que lo critican y señalarlos como "aliados de la mafia del poder", en lugar de poner sobre la mesa un plan de trabajo a favor de la protección de la prensa.


Esos son los mensajes que nos gustaría oír de los candidatos, con un plan de trabajo concreto, no los mismos lamentos sin una propuesta de fondo que sólo señalan que en el siguiente sexenio la crisis no parece tener un pronto final.

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