Diego Petersen Farah.
Con la
salida de Norberto Ribera de la diócesis de la ciudad de México (el Papa
Francisco le aceptó la renuncia por edad y nombró en su lugar a Aguiar Retes)
termina una generación que dominó y manejó a la iglesia católica mexicana con
una visión conservadora y sobre todo de poder. Son los “hijos” de Girolamo
Prigione, el nuncio apostólico que llegó a México en los años ochenta con la
misión de restablecer las relaciones de la iglesia católica con el Estado
Mexicano y encontró que la iglesia y el Estado tenían una visión y misión
común: desbaratar todo aquello que oliera a teología de la liberación y todo
trabajo pastoral que acercara a los fieles a la participación política u
organización social.
El trabajo
de desmonte de la iglesia subversiva comenzó en Cuernavaca. El obispo Méndez
Arceo (conocido por sus enemigos como el obispón rojo) había hecho de la
diócesis de Cuernavaca un santuario de la diversidad y un foco de crítica
social. El encargado de desmontar el trabajo de Méndez Arceo fue Juan Jesús Posadas
Ocampo y lo hizo con tal “eficiencia” que unos años después fue nombrado
arzobispo de Guadalajara y ordenado Cardenal.
A Norberto
Rivera Carrera lo mandó como obispo a Tehuacán, Puebla, donde estaba el
seminario más cercano a la teología de la liberación, con la orden de desmontar
aquel foco de sublevación. Rivera simple y llanamente cerró el seminario, algo
poco común en la historia de la iglesia. Su premio fue la arquidiócesis primada
de México y meses después fue también ordenado cardenal.
En 1985, tras
un gran fraude electoral en Chihuahua que movilizó a toda la sociedad en ese
estado, el obispo de Ciudad Juárez, Manuel Talamás Camandari ordenó el cierre
del culto como una forma de protesta, algo que no sucedía en México desde la
guerra cristera. Prigione envió como obispo coadjutor a Juan Sandoval Íñiguez
para “poner orden” en la plaza. Tras el asesinato de Posadas, Sandoval fue
nombrado arzobispo de Guadalajara y meses después ordenado Cardenal.
Con la
diócesis que nunca pudo Prigione fue con la de San Cristóbal en Chiapas. Samuel
Ruiz fue acusado de alentar la revuelta zapatista y removido de su diócesis
unos meses después. Prigione mando a Raúl Vera, pero lejos de que este cambiara
a la diócesis, la diócesis lo cambió a él y sigue siendo, hoy por hoy, la voz
más crítica y abierta dentro del episcopado mexicano.
Para muchos
la era Prigione es la más oscura de la iglesia mexicana; para otros fue el
momento del orden tras los excesos de los sesentas y setentas. Lo cierto es que
con la salida de Rivera se cierra la época de una iglesia empoderada y
principesca, como le llamó el propio Papa Francisco.
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