Raymundo Riva Palacio.
La
precampaña presidencial de José Antonio Meade arrancó de manera desafortunada
por cuanto a los símbolos. Vestido de chamula, no es lo que se esperaba de un
candidato ciudadano que busca desterrar los rituales de un PRI que huele a
naftalina y se presenta como la alternativa de futuro. Tan opaco fue el inicio
de campaña, que prácticamente pasó desapercibido. Pese a ser apenas el
calentamiento de motores, el suyo se va a desbielar si no se afina en los
próximos días. Que se acuerde de lo que sucedió con Luis Donaldo Colosio, cuya
campaña padeció de un contexto desfavorable y un acomodo de equipos muy difícil
de compaginar. Esa analogía le puede permitir aprender de aquellos errores y no
repetirlos.
Colosio era
el candidato que construyó el presidente Carlos Salinas para consolidar el
modelo de país que diseñó; Meade es el de Peña Nieto, para consolidar el modelo
de país que diseñó. Colosio no era el hermano, sino el heredero de Salinas,
quien hizo a un lado a Manuel Camacho, poderoso jefe del Departamento del
Distrito Federal; Meade tampoco es el hermano, sino el heredero del legado de
Peña Nieto, quien hizo a un lado a Miguel Ángel Osorio Chong, poderoso
secretario de Gobernación. Camacho enfureció y Salinas le dio viabilidad
política al nombrarlo comisionado para la paz en Chiapas; Osorio Chong está
abiertamente molesto.
Peña Nieto
debe voltear a ver la experiencia de Salinas. El arrebato de Camacho por no ser
candidato presidencial produjo una crisis al interior del equipo compacto de
Salinas, quien cometió el error de nombrarlo secretario de Relaciones
Exteriores. Al colocarlo ahí, no lo comprometió con la campaña ni vinculó su
futuro a trabajar por Colosio y no sabotearlo. Peña Nieto debe pensar qué va a
hacer con Osorio Chong, quien era el favorito de la estructura del PRI y de sus
gobernadores. O sea, puede hacer daño.
El
presidente no puede dejarlo en la Secretaría de Gobernación, donde tiene que
incorporar a un incondicional de él, buen operador político y que además le
ayude en el tema de la seguridad –el único perfil de ese tipo es el de Alfonso
Navarrete Prida, secretario de Trabajo–, pero tampoco enviarlo a donde no lo
comprometa con Meade. De ahí, la versión en Los Pinos de que Osorio Chong
saldrá en enero de Gobernación para buscar una senaduría de mayoría por
Hidalgo. De esta forma, ganar con votos le da futuro transexenal y ayuda al
candidato presidencial.
Salinas
cometió un segundo error. Al levantarse el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional, nombró a Camacho comisionado para la paz en Chiapas, y a Jorge
Carpizo como secretario de Gobernación. Estos movimientos fueron tóxicos. El
alzamiento indígena modificó la campaña de Colosio desde el primer momento. Su
arranque iba a ser en Motozintla, Chiapas, y tuvo que cambiarla, apresuradamente,
a Huejutla, en la huasteca hidalguense. Pero, desde el primer momento, el
protagonismo de Camacho aplastó la campaña. Su gran habilidad con los medios
creó la percepción en la Ciudad de México de que la campaña no prendía, y
comenzó a construir la imagen del candidato sustituto. Incluso, en una
entrevista con el entonces columnista de asuntos latinoamericanos del The Wall
Street Journal, David Assman, dejó entrever esa posibilidad, al tiempo que
anticipó que Pedro Aspe repetiría como secretario de Hacienda. Al mismo tiempo,
una serie de acciones políticas ejecutadas por Carpizo fueron interpretadas en
el equipo de Colosio como perjudiciales a la campaña. Salinas, que en el primer
trimestre de 1994 sólo estaba enfocado a la paz en Chiapas, avalaba con su inacción
lo que hacían Camacho y Carpizo.
En el
arranque de la campaña de Colosio, los dos principales operadores políticos de
Salinas estaban embarcados en la contracampaña. Pero ese factor no era lo único
que alteraba las cosas en el equipo de Colosio, quien comenzó a tener problemas
internos desde que nombró a Ernesto Zedillo, quien era secretario de Educación,
como coordinador de su campaña. El equipo compacto de Colosio se venía
preparando para la candidatura presidencial desde que era líder del PRI, por lo
que, al llegar Zedillo con un nuevo equipo, los choques y las tensiones fueron
en aumento.
Uno de los
momentos que mejor reflejan la confrontación en esa campaña fue cuando Zedillo
presentó un extenso manual de campaña a Colosio y a todo el equipo, y el
entonces presidente del PRI, Santiago Oñate, casi textualmente, le dijo cuándo
comenzó a repartirlo: “Yo no voy a abrir este libro con tus pendejadas”.
Demasiado técnico para los políticos, Zedillo fue totalmente marginado por el
equipo compacto de Colosio, José Luis Soberanes, Samuel Palma y Guillermo
Hopkins, entre los principales.
Meade no
enfrentará el problema de Colosio, donde su coordinador de campaña, Aurelio
Nuño, y el líder del PRI, Enrique Ochoa, choquen: son muy cercanos y han
trabajado mucho tiempo juntos. El problema lo está teniendo con la integración
de su viejo equipo y el que está llegando con Nuño. Ese proceso está siendo
complicado y provocando tensiones, de acuerdo con personas que están dentro del
cuarto de máquinas de la campaña, y de mantenerse el rumbo sin corrección,
habrá un quiebre en el equipo de campaña de Meade. Peña Nieto no está ajeno a
lo que está sucediendo y podría considerar ajustes en el equipo estratégico. En
todo caso, este es sólo uno de los problemas de la campaña. El otro es el
propio Meade, al tener que contender como el candidato de la continuidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.