Ricardo Ravelo.
Sexenios van y vienen y los cárteles
de la droga se mantienen de pie, en plena lucha por mantener el control del
mercado de estupefacientes.
Después de la aventura de Felipe
Calderón, iniciada en 2006 con su guerra contra el crimen organizado, nada ha
cambiado en el país, por el contrario, los cárteles se han fortalecido y aún
aquellos que se habían considerado exterminados, como “la Familia Michoacana” o
la organización Beltrán Leyva –que vino a menos con la muerte de Arturo Beltrán
y las detenciones de Alfredo y Héctor –se mantienen de pie con nuevos
operadores que siguen sembrando violencia y muerte por doquier.
Lo más desastroso de la guerra de
Felipe Calderón –cuyo gobierno fue verdaderamente monotemático porque hizo de
una guerra fallida un gran negocio sexenal –es que los cárteles mexicanos no
sólo se fortalecieron, sino que estiraron sus tentáculos y ramajes hacia otros
países.
A Calderón se le debe esa gran
expansión criminal con la que México comenzó a exportar violencia al resto del
continente. Y es que
los grupos criminales mexicanos empezaron a rivalizar con sus pares colombianos
y los desplazaron: les quitaron el negocio del transporte de drogas, en otro
tiempo uno de los más boyantes para los colombianos.
Los cárteles mexicanos mantuvieron a
sus abastecedores colombianos –muchos de ellos operan desde Panamá, Venezuela,
Costa Rica y Guatemala –, éste último país se convirtió en una gran bodega de
drogas, pues desde ese territorio los estupefacientes se transportan hacia
México a través del estado de Chiapas –curiosamente aquí no hay violencia de
alto impacto, existe un pacto para que eso no ocurra –y después mueven los
cargamentos por Tabasco, bajan a Veracruz –donde cuentan con protección
institucional –y luego suben hacia Tamaulipas y, desde ahí, entran a Estados
Unidos por cualquiera de los pasos fronterizos.
EN MÉXICO LOS CÁRTELES SIGUEN DE PIE
Y TAN FIRMES COMO SI NADIE LOS COMBATIERA.
Recientemente
la Drug Enforcement Administration (DEA) alertó
sobre el explosivo crecimiento de los cárteles en México. De acuerdo con la
agencia estadunidense, los grupos criminales que en otro momento fueron
combatidos y debilitados ahora cobran mayor fuerza y se reposicionan en sus
zonas de asiento ya con la complacencia de los gobernadores, ya con el respaldo
policiaco y militar. En pocas palabras, el narco ahí sigue tan boyante como si
nada los perturbara.
Y es que el
poder que actualmente muestran las organizaciones criminales también se debe a
que se han dividido en células. Ya no existen los grandes grupos paramidales,
al estilo del cártel de Medellín o de Cali. Los cárteles y sus jefes
entendieron que para sobrevivir no sólo era necesario internacionalizarse y
asociarse con otros grupos sino fraccionarse en células, algo parecido a la
guerrilla.
Así, el cártel del Golfo, por
ejemplo, en otro tiempo un grupo poderoso y robusto ahora está conformado por
siete células, según datos oficiales, entre las que destacan “Los Rojos”, “Los
Metros”, “Grupo Dragones”, “Los Fresitas” y “los Ciclones”. Otras dos células
–“Los Talibanes” y “Los Pelones” — miembros del mismo consorcio criminal, están
afincados en Quintana Roo, donde disputan el territorio con Sinaloa y Zetas.
El cártel del Golfo actualmente está
encabezado por José Antonio Romo López y José Alfredo Cárdenas Martínez. Al
primero se le conoce como “Don Chucho”, al segundo le dicen “El Contador”.
Según la DEA e informes de la PGR, el
cártel de Sinaloa también se ha dividido como una forma de mantenerse firme en
el mercado del narcotráfico. Un grupo lo encabezan los hijos de Joaquín Guzmán
Loera, El Chapo, encabezados por Alfredo e Iván Archivaldo Guzmán Salazar. Otro
Aureliano Guzmán, hermano de “El Chapo”, uno más está bajo el liderazgo de
Ismael Zambada García y su viejo socio, Rafael Caro Quintero, quien luego de
ser liberado volvió a sus andanzas y ahora opera desde Sonora, una entidad tan
boyante como Sinaloa en el tráfico de drogas.
La organización Beltrán Leyva no está
exterminada, como se dijo. La DEA y la PGR tienen identificados a sus nuevos
cabecillas. Sus nombres: Fausto Isidro Meza Flores, “El Chapo Isidro” y José
Luis Ruelas Torres. Ellos tomaron el control del cártel. No tienen buenas
relaciones con el cártel de Sinaloa, por el contrario, sus líderes están
peleados a muerte y la célula Beltrán Leyva y el Cártel de Jalisco son las
principales amenazas para Sinaloa. De ahí que sobre sentido por qué Sinaloa
decidió, como otros grupos lo han hecho, dividirse en varios frentes. Es una
forma de ocupar más territorio y correr menos riesgo.
Del Cártel de Jalisco Nueva
Generación (CJNG) se puede decir que es el que más ha crecido en el último
lustro: domina diez entidades federativas. Bajo el liderazgo de Nemesio
Oceguera, “El Mencho”, esta organización delictiva rivaliza con Sinaloa en el
mercado estadunidense, exporta drogas a Europa y dentro del territorio nacional
su expansión ha sido sorpresiva: está presente tanto en el Golfo como en el
Pacífico y, sin duda, en el centro del país.
En otro
tiempo un cártel poderoso, el de Juárez cayó en crisis con la muerte de sus
líderes, los hermanos Carrillo Fuentes. Pero mucho ha contado en su
reposicionamiento el hecho de que operan en una ciudad fronteriza, el llamado
territorio del mal: Ciudad Juárez.
Este cártel ahora ha retomado su
poder con nuevos miembros. La PGR identifica, por ejemplo, a Carlos Arturo
Quintana, “El 80” y a Julio César Olivas como piezas nuevas de esta empresa
criminal.
Los cárteles de “La Familia
michoacana” y “Los Caballeros templarios” no han desaparecido, como se ha
dicho. De acuerdo con datos de la DEA y de la PGR actualmente lo encabeza
Fernando Cruz Mendoza, mejor conocido en el mundo del hampa como “El Tena”.
Junto con él está “El Gallido”, quien responde al nombre de Homero González.
Este cártel
–uno de los más violentos, escisión de La Familia Michoacana –opera en los
municipios michoacanos de Aquila, Coahuayana (aquí existe pequeño muelle para
el desembarco de drogas), Coalcomán, Tumbiscatio y Apatzingán.
De Los Zetas hay versiones
encontradas: por un lado, se afirma que cada vez está más debilitado, pero eso
está en duda. “Los Zetas”, primer cártel que utilizó el paramilitarismo en sus
tareas delictivas, dominaba unos quince estados en los tiempos en que era
dirigido por Heriberto Lazcano Lazcano, “El Lazca” y Miguel Treviño Morales,
“El Z-40”. Después vino a menos y ahora, según la PGR, sólo tiene tres bloques:
Dos grupos operativos denominados Zetas y otro que se autodenomina Fuerzas
Especiales Zetas.
Por lo que respecta al cártel de
Tijuana –fundado en los años ochenta por los hermanos Benjamín y Ramón Arellano
Félix –también existen datos duros de que se ha reposicionado con nuevos
elementos.
Según la DEA y la PGR, en Baja
California –su feudo –opera con las células encabezadas por personajes a
quienes las autoridades sólo han identificado por sus alias: “El Chan”, “El
Jorquera” y “El Quieto”. Su radio de acción es el estado de Baja California,
particularmente en los municipios de Mexicali, Tecate y Tijuana, pero también
se afirma que algunos de sus brazos llegan al Estado de México, Guerrero y
Michoacán. Y existen razones que lo refuerzan: la droga que mueven hacia
Estados Unidos es abastecida desde estas entidades.
Frente a
este panorama, donde resulta evidente el repunte del crimen organizado y de los
cárteles, el gobierno de Enrique Peña
Nieto nada ha hecho. Sin estrategia y sin un proyecto claro para frenar la
violencia, el país parece estar encaminado hacia una mafiocracia, donde el
crimen organizado hace y deshace y no sólo eso: pone y quita autoridades,
financia campañas políticas, transa con el poder y goza de plena impunidad, su
salud más rebosante.
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