Javier Risco.
Todos
nosotros estamos más plenos y somos más productivos en un trabajo en el que nos
sentimos valorados, donde nuestros jefes se preocupan por cumplir los derechos
mínimos que establece la Ley Federal del Trabajo; estamos más tranquilos
teniendo un seguro médico, las prestaciones de ley y una remuneración justa por
nuestro desempeño. Vemos natural que entre las prestaciones se encuentre un
periodo vacacional y aguinaldo. No tenerlo sería motivo suficiente para
rechazar una oferta laboral. Quizá hasta ahora le parezca que este párrafo es
una obviedad. ¿A quién no le gustaría tener buenas condiciones en la actividad
que nos permite solvencia económica y a la que dedicamos dos terceras partes de
nuestro día?
Y si le
agrego que luego de nuestra jornada laboral en una oficina, en un hospital, en
un despacho, es un alivio llegar a una casa que está limpia, ordenada, que no
nos implica un trabajo doméstico extra, usted dirá: ¡claro, obvio!
Llegar y
descansar es posible porque en casa hay una persona que mientras nosotros
trabajábamos mantenía en orden nuestro hogar. ¿Y usted que se facilita la vida
con el trabajo de otra persona, le otorga los mismos derechos laborales que
usted exige en una oficina gubernamental o desde la iniciativa privada? ¿Le da
un sueldo justo, vacaciones y seguridad médica a esa persona que le permite
llegar a una casa ordenada y limpia? ¡Ah!, parece que esa respuesta ya no
parece responderse con un 'obvio sí'.
En México,
2.5 millones de personas realizan trabajo en el hogar: lavar, cocinar, limpiar,
planchar, cuidar un jardín o administrar la economía de una casa. Sin embargo,
99 por ciento de esas personas no tiene un contrato y presta sus servicios
confiando sólo en la palabra de un empleador, que le exige largas jornadas de
trabajo y que a cambio no le ofrece ninguna prestación. ¿Quién vela por los
derechos de esas personas de las que nueve de cada 10 son mujeres?
Hace siete años, nuestro país
suscribió el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (C189),
un documento en el que quien lo firma se compromete a generar las condiciones
mínimas indispensables para proteger y hacer valer los derechos de los
trabajadores domésticos. Este convenio ha sido suscrito por 25 naciones en el
mundo, entre las que se encuentran Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa
Rica, República Dominicana, Ecuador, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Uruguay.
Sin embargo, el documento firmado en
época de Felipe Calderón nunca fue enviado al Senado para su ratificación,
requisito indispensable para que tanto el Ejecutivo como el Legislativo
comiencen a generar las políticas públicas y leyes necesarias para que el C189
no sea letra muerta como tantas legislaciones en México.
Siete años en la 'congeladora'
legislativa. Como ya habrá adivinado, los derechos de las trabajadoras
domésticas no han sido una prioridad en los entretejes políticos de nuestro
presidente o el secretario de Gobernación, a quien correspondería enviar al
Senado el documento para ratificarlo y establecer una ruta de trabajo.
De hecho, ¿sabía que en este sexenio
no se ha ratificado ninguno de los convenios o tratados que México ha signado
en materia de derechos humanos? No extraña cuando se sabe que son sistemáticas las
violaciones en el tema, el pie del que cojeó siempre la administración
peñanietista.
Pero las trabajadoras del hogar no
están solas en su lucha. Organizaciones como Hogar justo Hogar y la ONU llevan
años peleando porque el Legislativo recuerde que no sólo ameritan la pena
aquellos temas que les garantizan un golpe mediático en la coyuntura electoral,
sino que la ratificación de este convenio nos convencería más de su legítimo
interés por ‘abrazar’ agendas de derechos humanos.
Y es que no
se trata sólo de los derechos laborales, sino de la prevención del maltrato y
la discriminación que padecen aquellos que nos permiten llegar a un hogar
cómodo y limpio, que se vuelva un espacio de convivencia familiar. ¿O es que no sabía que siete de cada 10
mujeres dedicadas al trabajo doméstico han sido víctimas de una agresión física
o verbal?
El 42 por ciento de las trabajadoras,
casi la mitad en todo el país recibe apenas entre uno y dos salarios mínimos
mientras que 37 por ciento percibe sólo hasta un salario mínimo. Además, seis
de cada 10 no tienen vacaciones y cinco de cada 10 no reciben aguinaldo.
La solución es más sencilla de lo que
parece y la mitad está en las manos de todos. La primera parte corresponde al
Legislativo, que después de años de intentos por fin tiene una iniciativa de
ley que está lista desde noviembre del año pasado y que podría discutirse y
aprobarse antes del 30 de abril. Una iniciativa en la que se contempla
armonizar la Ley Federal del Trabajo con el C189 y que tendría un año de
vigencia para implementarse. ¿Qué les hace falta? Nada más que la voluntad política
de destrabar un asunto que en nada afecta los intereses políticos de nadie y sí
le cambiaría la vida a millones de trabajadoras. Un gran regalo, por ejemplo,
para este 30 de marzo, Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar,
#AúnHayTiempo.
La otra
mitad le corresponde a usted a quien le gusta recibir un trato justo en su
trabajo y gozar del empleo doméstico de alguien más. Firme un contrato, no
exceda ocho horas de jornada laboral, inscriba a sus empleados en el Seguro
Social, dele un sueldo justo por sus actividades y vacaciones. Nada más que lo que usted pediría para sí
mismo. ¿Le parece un trato justo?
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