Pablo Gómez.
De lo dicho
por Andrés Manuel López Obrador en el debate de Milenio TV se han derivado, por
lo visto, varios temas. Uno de ellos es el de la educación superior. Guillermo
Sheridan reacciona a lo señalado por el candidato de Morena con ironías y
muchas oscuridades en su columna de El Universal publicada el pasado martes 27.
Una verdad sabida es que el examen de
admisión, como dijo AMLO, es una mentira, pues si todos los aspirantes
obtuvieran calificación de diez, de cualquier forma, no podrían ingresar porque
no hay lugares suficientes. No se trata de un examen de conocimientos, sino de
un filtro, pues no existe calificación aprobatoria. Así ha sido desde que fue
diseñado en tiempos de Ignacio Chávez, quien decía a los cuatro vientos que a
la Universidad deberían ingresar sólo los mejores, en el sentido de pocos y
bien seleccionados.
Guillermo
Sheridan rechaza la “utopía” de López
Obrador en el sentido de que todos los aspirantes deben ingresar al ciclo
superior. Sería como ha sido hasta ahora en Francia, desde tiempos de Napoleón:
quien aprueba el examen de grado del Liceo puede ingresar a la universidad.
Ahora, Emmanuel Macron, nuevo presidente neoliberal, quiere cambiar ese
precepto bicentenario para que las universidades decidan a cuáles aspirantes
admiten y a quiénes rechazan según otros parámetros, ya no igualitarios, entre
ellos una pretendida reducción de la matrícula. De por sí, el filtro económico
es contundente, pero siempre se busca poner otros.
Eso es lo
que reivindica Sheridan. Pero en México,
en eso hemos vivido durante muchas décadas y por ello sufrimos desde entonces
un desastre educativo.
Al final,
Sheridan se queda en sus burlas y chistes de mala factura, pero no aporta absolutamente nada para entender uno de los más graves
problemas nacionales.
Hace unos 30 años, Corea del Sur y
México tenían en las aulas superiores al 25% de sus respectivas juventudes.
Hoy, el país asiático tiene el 65% y el nuestro se ubica en el 28%. Esto es así a pesar de los rasgos
francamente clasistas y autoritarios de la educación coreana, pero la pregunta es: ¿por qué se estancó México?
La respuesta es sencilla: la política educativa es nefasta.
Sheridan acusa a AMLO de querer dar
órdenes a las universidades autónomas para que modifiquen sus métodos de
ingreso. Pero, al respecto, las instituciones educativas carecen de política
como no sea la de admitir a todos los que quepan en las aulas sin que haya
calificación de ingreso, sino sólo cupo. En Corea, a pesar de la brutal y
enfermiza competencia existente, la calificación mínima aprobatoria es 250
sobre 400, es decir, 62.50 puntos en una escala de 100. Si en México ese fuera
el mínimo de ingreso no habría bancas disponibles en las aulas. Para que un
estudiante del bachillerato de la UNAM tenga pase automático dentro de su
propia universidad requiere 7 de promedio en todo el ciclo.
Lo que está proponiendo López Obrador
es lo que se ha estado planteando durante más de 50 años, de lo cual, por lo
visto, Sheridan no se ha enterado todavía.
Aumentar el cupo en la educación
superior para incorporar a todos los jóvenes aspirantes y elevar la proporción
de ellos sobre el total de personas en edad de acceder a esos estudios. Estados
Unidos y Europa están en el 75%, alto; América Latina se encuentra en el 44%, medio; México, casi en la cola mundial con su 28%.
Luego llegamos pronto a dos problemas.
Uno de ellos es el presupuestal, que AMLO plantea primordialmente. El otro, que
tendrán que resolver directamente las instituciones, autónomas y no, consiste
en preparar a los profesores y organizar la docencia.
Esa es la
utopía, según Sheridan. Pero, según el programa educativo histórico de todas
las izquierdas mexicanas, sencillamente es poner fin al desastre educativo
mexicano.
Hace más de 40 años, Pablo González
Casanova y Manuel Pérez Rocha, uno, rector, el otro, fundador coordinador del
Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), decían una verdad de a kilo: no hay
contradicción entre el tamaño y la calidad de la educación.
Una revolución educativa puede estar
por empezar si se defiende con firmeza el planteamiento de que la educación es
un derecho de todos los niños, niñas y jóvenes, que el Estado debe garantizar.
Los
reaccionarios como Guillermo Sheridan deben pasar a la oposición y, desde ahí,
seguir luchando contra la educación popular. Ese sería su derecho y su misión.
Pero, mientras tanto, la realidad social
de México estaría cambiando para mejorar.
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