martes, 27 de marzo de 2018

Spots y espectáculo político.


Gabriel Sosa Plata.

¡Arrancan! Los primeros spots de las campañas políticas de tres de los candidatos a la presidencia ya están disponibles en internet y redes sociales. No hubo que esperar a la fecha de inicio legal de las campañas políticas, el próximo viernes, para verlos porque el mismo Instituto Nacional Electoral (INE) los subió a su sitio web y de ahí fueron tomados por usuarios y medios digitales.

¿Sorpresas o novedades en su contenido? Pocas, porque prevalecen planteamientos que ya conocemos de los candidatos o se explotan las mismas propuestas. Es comprensible. Es el arranque formal de las campañas políticas y quienes diseñan sus estrategias de comunicación han preferido ser por ahora cautelosos. Ya habrá tiempo, supongo, para un debate (o confrontación) más abierto, con base en la información periodística de coyuntura y los resultados de las nuevas encuestas.

No obstante, los spots algo ya nos dicen de la estrategia discursiva o persuasiva para atraer a los votantes, sobre todo los indecisos, que son el objetivo prioritario.

Ricardo Anaya se presenta como alguien jovial, que le pregunta a su audiencia qué cambio quiere: “¿el de Andrés Manuel? a mi parecer con una visión ya anticuada de México y el mundo, ¿o el del Frente?”, dice.

Luego afirma que ofrecerá una nueva manera de gobernar “y un verdadero plan que utilice todos los recursos y tecnologías para resolver nuestros problemas de hoy y llevar a México a un futuro mejor”. Esta frase es apoyada con imágenes de nuestro planeta, de escaneo de un cuerpo humano, de la proyección digital de unos pulmones (supongo), etc.

El determinismo tecnológico en toda su expresión. Como si la tecnología por sí misma fuera la solución a los grandes problemas que vive nuestro país. Anaya trata de vendernos espejitos y foquitos en un país agobiado por la pobreza, la inseguridad, el desempleo, la falta de competencia en muchos sectores, pero la tecnología lo resolverá todo. Es lo que uno entiende de su mensaje. Supongo que desea ser empático con las personas jóvenes de las grandes ciudades, más cercanas a las innovaciones tecnológicas, no con los adultos, con aquellos convencidos de que “todo pasado fue mejor”.

En otro spot, Ricardo Anaya no aparece, pero sí quienes lo apoyan, para demostrar que hay unidad en torno de su persona y que cuenta con el respaldo de su partido y el PRD. El mensaje parece más dirigido al PAN y los “rebeldes”. Se apoya en figuras como el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, Luis Donaldo Colosio Rojas, Xóchitl Gálvez, Jorge G. Castañeda y “el jefe” Diego Fernández de Cevallos, entre otros.

En otra trinchera, Andrés Manuel López Obrador responde a quienes lo señalan de regresar al pasado con sus propuestas. “Nosotros nos inspiramos en lo mejor de nuestra historia nacional”, pero aclara: “Ni chavismo, ni trumpismo. Sí juarismo, maderismo, cardenismo, mexicanismo”, dice en uno de sus spots.

Reitera que la sociedad no debe asustarse del cambio. México no será como Venezuela, dice. “Que no te asusten, ten confianza. Yo no te voy a fallar”, expresa López Obrador, con el objetivo de aminorar la percepción de que es una persona violenta. Recuérdese que esa imagen de violento fue muy bien construida, a través de una costosa campaña en radio y televisión por el PAN y la iniciativa privada en las elecciones de 2006 y López Obrador contribuyó en ello con expresiones al presidente como “cállate chachalaca”.

Este spot de López Obrador es austero, con poca producción, a diferencia de los mensajes de sus contrincantes políticos. Habrá a quien le parezca de baja calidad, pero quizás el candidato pretende verse cercano a sus audiencias y alejado del glamour de los efectos especiales, el maquillaje y otros distractores. Trata de ser congruente con su discurso de austeridad.

En otro spot, López Obrador reitera que no se subirá al avión presidencial, que costó 7 mil 500 millones de pesos, y que lo venderá. A estas alturas, dicha promesa no dice mucho, es trillada, pero es probable que López Obrador y sus estrategas de comunicación consideren que vale la pena recuperarla para mantener el voto amarrado, que es el que debe conservarse, pero poco o nada dice a los indecisos.

A su vez, José Antonio Meade busca presentarse en uno de los spots como una persona honesta, que combatirá la corrupción. “¿Qué gobierno quiero? Uno que esté encabezado por gente decente”, dice. Y agrega: “Yo he combatido la corrupción toda mi vida. Por mi trabajo, muchos políticos corruptos hoy están en la cárcel. Tú sabes quiénes son”.

Más adelante dice que nunca ha vivido por arriba de sus ingresos, ataca indirectamente a Anaya por aquello de que “se puede ser servidor público sin lavar dinero” y a López Obrador por su rancho (¿el denominado “La chingada”?), pero sus palabras contrastan con la realidad de un partido en el gobierno con innumerables casos de corrupción y que ahora lo está postulando.

Afirma que por su trabajo “muchos políticos corruptos hoy están en la cárcel”. ¿Muchos? ¿por su trabajo? ¿en serio? ¿cuáles? Y luego asegura: “tú sabes quiénes son”. Y el ciudadano poco o muy informado contestaría: “no sé quiénes son, disculpe mi ignorancia”. Acaso si viene sólo a la mente Duarte, el de Veracruz, y nada más, pero ¿Meade lo hizo posible? Además, hay muchos políticos corruptos más, libres, impunes, que desde el gobierno federal (del que formó parte Meade) no tocó, pese a existir denuncias documentadas en su contra por el desvío de decenas y cientos de millones de pesos de las arcas públicas.

Quizás la novedad está en otro de los spots. Ahora ya sabemos que de ganar la presidencia, el programa social que impulsaría Meade se llamará Avanzar Contigo, en el que “tú pones las ganas y nosotros el apoyo”. En el spot, bien producido, se cuentan tres historias de apoyos de becas, de crédito para negocios y créditos hipotecarios. Tampoco nada nuevo, son programas que ya existen, pero servirían como gancho electoral, para continuar explotando al Estado benefactor. Por eso, el periodista Samuel Prieto lo compara en imagen y concepto con el Programa Nacional de Solidaridad, de Carlos Salinas.

IMAGEN Y EMOCIÓN

Los spots, como los discursos políticos, apuestan más a las emociones, a la imagen y las frases contundentes y breves. No son la vía más adecuada para informarse ampliamente de las propuestas de gobierno ni tampoco son determinantes en los resultados elecciones, como se ha demostrado en innumerables estudios académicos, pero sí pueden incidir en las percepciones negativas o positivas hacia candidatos o partidos políticos o en su caso colocar temas en la agenda de los medios de comunicación ante su profusa difusión en radio y televisión. Son también instrumentos para que la ciudadanía identifique a candidatas y candidatos que aspiran a otros cargos de elección popular o bien para que se apoyen a las personas del mismo partido para ganar el Congreso, como lo hace López Obrador en otro de los spots recientemente liberados.

La producción y transmisión de estos mensajes son importantes en las campañas políticas y en ciertos casos, excepcionales, ayudan a fortalecer el derecho a la información de los electores. Sin embargo, también pueden ser contraproducentes ante la repetición una y otra vez de un mismo spot en las estaciones de radio y televisión, como ha ocurrido en México en las últimas elecciones. Así que en lugar de acercar a partidos y candidatos a la ciudadanía, los aleja. Todavía hoy martes los nuevos spots de Anaya, López Obrador y Meade son novedad, pero mañana es muy probable que muchos estemos hartos de su retransmisión. No olvide que esto apenas empieza.

El spot político, sobre todo de la televisión, se agota cada vez más como estrategia de persuasión ante lo poco que aporta al electorado y al debate de los asuntos nacionales, la endeble o nula credibilidad de los políticos y de la misma televisión tradicional, frente al crecimiento de las redes sociales y su uso como fuente de información, pese a Facebook y la manipulación de los datos de sus usuarios. Los spots políticos televisivos sucumben frente a los gifs, los videos y recursos sonoros cortos, las “niñas bien”, los memes y otros recursos comunicacionales utilizados durante las campañas, aunque no dejan de ser espectáculo político y, como se advierte, objeto de análisis y crítica.

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