martes, 27 de marzo de 2018

Defendamos nuestro actual aeropuerto internacional.


Gustavo De la Rosa.

En reunión con el Consejo Coordinador Empresarial surgió el tema de la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y, usando como arma su sentido común y sin terminología rebuscada, AMLO logró frenarla y que el CCE determinará establecer una mesa técnica de revisión de pertinencia de la obra multimillonaria.

Así llamó la atención sobre un tema que desnuda la corrupta manera de hacer negocios entre constructores y Gobierno, ya que muchos mexicanos no teníamos la información básica de lo que significa la obra. A raíz de esta polémica han surgido algunos datos clave que debemos subrayar.

El costo de la obra es de 200 mil millones de pesos, pagados fundamentalmente por la Hacienda pública; está cantidad representa el gasto de una ciudad como Juárez durante 75 años.

Dicen que su construcción es indispensable porque el aeropuerto actual está saturado y, aunque esto es cierto, la solución propuesta incluye además destruirlo, lo cual costará otra millonada y les juro que ya están planeando cómo sacarle ganancia a la demolición y al terreno que quede baldío.

Es una tontería destruir el aeropuerto actual, ¿cómo se les ocurre derrumbar una instalación tan bien hecha, con dos terminales y una arquitectura de alto valor artístico, para construir otro de un costo impagable para este país? Con menos frecuencia de lo que quisiera viajo a la Ciudad de México, y me asombra su tamaño y belleza, y su operatividad; está saturado pero despacha y recibe los vuelos, con uno saliendo cada dos minutos.

Si se deben desahogar 25 % de los vuelos de las instalaciones actuales, construyan una extensión capaz de manejar 33 % de ellos y dejen que el aeropuerto actual siga funcionando; es una tontería querer construir un nuevo aeropuerto para manejar el 100 % de los vuelos que sólo se acabaría saturando otra vez.

El aeropuerto Orly de París fue inaugurado en 1932 y después se le sumó a la ciudad el Charles De Gaulle en 1974; en Nueva York se construyó el aeropuerto Kennedy en 1948, pero se siguen usando los de La Guardia, de 1939, y el Newark, de 1928; en Washington el viejo aeropuerto Ronald Reagan, construido en 1941, y el Washington-Dulles, de 1962, operan de forma paralela; sólo los Gobernantes mexicanos pueden pensar en destruir un aeropuerto de nivel mundial como el actual. Siguiendo esa lógica, al hacer la Estela de Luz seguramente pensaron en demoler el Ángel de la Independencia y venderlo como fierro viejo para sacar ganancia.

También este tema desnudó a Meade y a Anaya, ambos de acuerdo con seguir la construcción de esta obra, porque los intereses que defienden son los de los inversionistas, no los de los mexicanos que podrían beneficiarse con un Presupuesto de Egresos mejor equilibrado.

Debemos defender nuestro aeropuerto internacional.

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