José Gil
Olmos.
Aún no ha empezado su gobierno y las
piedras enormes que llegan a ser peñones ya están en el camino de Andrés Manuel
López Obrador. Y es que, no es lo mismo ser candidato por 18 años que
presidente por seis.
Durante sus
tres campañas presidenciales el tabasqueño hizo múltiples propuestas y promesas
para hacerse del voto ciudadano. En cada elección había distintas iniciativas
conforme el país iba cambiando. Y en
esta última centró sus propuestas en echar para atrás las reformas energética,
educativa, la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM)
y, especialmente, combatir la corrupción.
Cada una de
estas promesas de campaña funcionaron porque la ciudadanía y ciertos sectores
fueron afectados por decisiones erróneas del grupo más cercano al presidente
Enrique Peña Nieto. Pero ahora, cada una de ellas y muchas otras más se
encuentran en el camino del próximo gobierno que promete ser la Cuarta
Transformación.
Los últimos tres presidentes -Vicente
Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto- han hecho del país una zona de
desastre social con más pobres, más desempleo, mayores niveles de inseguridad,
miles de muertos y desaparecidos, así como millones de familias desamparadas de
los derechos de salud, educación y vivienda.
La esperada transición democrática la
echó a perder Fox Quesada pactando con los grupos de poder del PRI.
Calderón hizo lo mismo tomando
decisiones de manera irresponsable como la declaración de guerra al
narcotráfico.
Y Peña Nieto, poniendo énfasis en las
llamadas reformas estructurales que respondían más a compromisos con los
empresarios e inversionistas nacionales y extranjeros, que al beneficio social.
Ahora, López Obrador llegará a la
Presidencia de la República con un gran bono de confianza ciudadana que tiene
como reto darle una respuesta del mismo tamaño para que no le pase lo mismo que
a otros gobernantes que llegaron con la ilusión ciudadana de que marcarían un
cambio y se aplicaría la ley y al final resultaron un fiasco.
Seguramente, López Obrador se topará con muchas
piedras en el camino heredadas por los gobiernos anteriores, pero también con
otras que él o miembros de su equipo pondrán como resultado de su ejercicio de
servidores públicos.
Algunas de estas piedras ya las
comenzamos a ver en víspera de que arranque la nueva administración: la
decisión de dejar a las fuerzas armadas al frente de la lucha contra el crimen
organizado, con la propuesta de que las familias de las víctimas de la
violencia otorguen el perdón a sus victimarios, con foros de pacificación
inocuos, la presencia de Elba Esther Gordillo detrás de la reformulación de la
reforma educativa, el mantenimiento de los precios de los combustibles, la
indefinición en la estrategia de seguridad pública, la falta de precisión en la
aplicación de las pautas publicitarias y la incertidumbre en la
descentralización de las secretarías de Estado, entre otras más.
Andrés
Manuel López Obrador tendrá que sortear
todos estos retos heredados y adquiridos por él mismo como candidato y no será
suficiente tener buena voluntad -el famoso voluntarismo-, para darles una
solución aceptable en los primeros tres años de su administración, pues para
entonces habrá elecciones intermedias que serán un referéndum a su gobierno.
Por cierto… Muchas de las críticas que se han hecho a
López Obrador, aún antes de asumir el poder, son parte de las expresiones de
inconformidad que habrán de generar sus políticas de austeridad que impactan en
el bolsillo de algunos miembros de la “opinocracia” que han vivido como
“mirreyes” por años y que viven una vida de necesidades creadas que
difícilmente podrán mantener con su ingreso real.
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