miércoles, 29 de agosto de 2018

24 bebés muertos.


Javier Risco.

¿Cómo se archivan las tragedias a los ojos de la opinión pública? ¿Cómo la maldita coyuntura sepulta injusticias? Excepto para las víctimas. Ellas son las que nunca olvidan.

Hoy, una vez más, nos recuerdan que nuestro país es un lugar donde cientos de miles no pueden dormir tranquilos, no pueden vivir en paz, porque la justicia está lejos y la impunidad acecha la rutina.

Sé que detrás de estos párrafos podría caber cualquiera de las tragedias del último año… del último sexenio… de los últimos 10 años, pero si continúa verá que hay razón para la indignación: la injusticia viene precedida por un caso insólito de negligencia.

De acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, de diciembre de 2014 a septiembre de 2015 en el Hospital General Regional Núm. 1 de Culiacán, Sinaloa, murieron 24 recién nacidos, todos de manera inesperada en horas, días, semanas. Veinticuatro muertes. Veinticuatro historias de injusticia y búsqueda de verdad.

Ayer, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, Noroeste, el Colectivo de Mujeres Activas de Sinaloa y el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) revivieron esta historia con los testimonios de madres y padres que tres años después no saben por qué murieron sus hijos. Una nebulosa de explicaciones y enredos sin fundamentos los han desesperado con versiones encontradas y falsas de los hechos ¿cómo es posible que después de tres años el sistema de salud de Sinaloa y el Sistema de Salud Federal hayan sido incapaces de sentarse con los padres y explicarles por qué y cómo murieron sus hijos? ¿No es lo mínimo que deberían de exigir?

Tienen razón estas organizaciones y periodistas cuando dicen que la impunidad tiene formas sutiles para representarse.

“La más inmediata está en las palabras […] La construcción narrativa que van urdiendo enfermeras, médicos, autoridades del Seguro Social, instituciones obligadas de investigar y sancionar, como la PGR o la CNDH, va acompañada de una intención que al final enreda toda posibilidad de obtener respuestas claras para llegar a la verdad.

“Al final, las autoridades médicas se terminaron perdiendo en sus propios argumentos. En septiembre de 2016, el reportero Luis Moreno, de Debate, publicó que entre el 15 de agosto y el 30 de septiembre de 2015 habían fallecido 12 recién nacidos. De estos, de acuerdo con información del mismo Instituto Mexicano del Seguro Social, al menos 10 murieron por sepsis bacteriana, teniendo como principal lugar el Hospital General Regional núm. 1.”

En 10 meses se perdieron 24 vidas que apenas comenzaban. Más de una cada 15 días. Así, sin explicación, sin responsables, sin respuestas, sin paz para las familias. ¿Por qué sumamos tragedias y restamos exigencias?

El trabajo periodístico titulado “Esperar la vida… recibir la muerte. La desesperanza alimentada por la impunidad”, es un esfuerzo por hacer una sola voz de todos los reclamos de las madres que ingresaron a ese hospital esperando salir con la vida que cultivaron y cuidaron por nueve meses, y que salieron con los brazos vacíos.

El trabajo de estos tres grupos pone al descubierto un hilo conductor que las autoridades han obviado: no existen las coincidencias, hay una suma de factores que ameritarían, al menos, una investigación exhaustiva: un hospital con mala atención, mala higiene, descuido del personal y 24 vidas que se apagaron. No sólo la impunidad ha ido lastimando a las 24 familias con cunero vacío, también lo hace la indiferencia, el silencio.

La respuesta oficial del deceso, en algunos casos en que es posible entender legiblemente la causa de muerte que se puso en las actas de defunción: sepsis, ocasionado por una bacteria que atacó su sistema inmune.

¿Cómo explica, por ejemplo, el sistema de salud de Sinaloa un caso como el de la señora Vielka Hernández, que perdió a sus dos gemelas, una a los 15 días de nacida y la otra un par de meses después, tiempo en el que además fue testigo de 9 bebés más que murieron por la misma bacteria que le arrancó a sus dos hijas?

Por supuesto que este también es un caso en el que la organización de las familias las ha llevado a documentar mucho mejor que la PGJ o la CNDH, donde tienen denuncias por los casos de negligencia.

Y es que esta es la historia sin fin de un país en el que quien debe cuidarnos es negligente y nos mata. Que quien debe dar respuesta, calla. Y quien ha perdido todo, debe sacar entereza del vacío para exigir justicia.

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