Javier Risco.
¿Cómo se archivan las tragedias a los
ojos de la opinión pública? ¿Cómo la maldita coyuntura sepulta injusticias?
Excepto para las víctimas. Ellas son las que nunca olvidan.
Hoy, una vez más, nos recuerdan que
nuestro país es un lugar donde cientos de miles no pueden dormir tranquilos, no
pueden vivir en paz, porque la justicia está lejos y la impunidad acecha la
rutina.
Sé que detrás de estos párrafos
podría caber cualquiera de las tragedias del último año… del último sexenio… de
los últimos 10 años, pero si continúa verá que hay razón para la indignación:
la injusticia viene precedida por un caso insólito de negligencia.
De acuerdo
con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, de diciembre de 2014 a septiembre de 2015 en el Hospital General
Regional Núm. 1 de Culiacán, Sinaloa, murieron 24 recién nacidos, todos de
manera inesperada en horas, días, semanas. Veinticuatro muertes. Veinticuatro
historias de injusticia y búsqueda de verdad.
Ayer,
Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, Noroeste, el Colectivo de
Mujeres Activas de Sinaloa y el Grupo de Información en Reproducción Elegida
(GIRE) revivieron esta historia con los
testimonios de madres y padres que tres años después no saben por qué murieron
sus hijos. Una nebulosa de explicaciones y enredos sin fundamentos los han
desesperado con versiones encontradas y falsas de los hechos ¿cómo es posible
que después de tres años el sistema de salud de Sinaloa y el Sistema de Salud
Federal hayan sido incapaces de sentarse con los padres y explicarles por qué y
cómo murieron sus hijos? ¿No es lo mínimo que deberían de exigir?
Tienen razón estas organizaciones y
periodistas cuando dicen que la impunidad tiene formas sutiles para
representarse.
“La más inmediata está en las
palabras […] La construcción narrativa que van urdiendo enfermeras, médicos,
autoridades del Seguro Social, instituciones obligadas de investigar y
sancionar, como la PGR o la CNDH, va acompañada de una intención que al final
enreda toda posibilidad de obtener respuestas claras para llegar a la verdad.
“Al final, las autoridades médicas se
terminaron perdiendo en sus propios argumentos. En septiembre de 2016, el
reportero Luis Moreno, de Debate, publicó que entre el 15 de agosto y el 30 de
septiembre de 2015 habían fallecido 12 recién nacidos. De estos, de acuerdo con
información del mismo Instituto Mexicano del Seguro Social, al menos 10
murieron por sepsis bacteriana, teniendo como principal lugar el Hospital
General Regional núm. 1.”
En 10 meses se perdieron 24 vidas que
apenas comenzaban. Más de una cada 15 días. Así, sin explicación, sin
responsables, sin respuestas, sin paz para las familias. ¿Por qué sumamos
tragedias y restamos exigencias?
El trabajo periodístico titulado
“Esperar la vida… recibir la muerte. La desesperanza alimentada por la
impunidad”, es un esfuerzo por hacer una sola voz de todos los reclamos de las
madres que ingresaron a ese hospital esperando salir con la vida que cultivaron
y cuidaron por nueve meses, y que salieron con los brazos vacíos.
El trabajo
de estos tres grupos pone al descubierto un hilo conductor que las autoridades
han obviado: no existen las
coincidencias, hay una suma de factores que ameritarían, al menos, una investigación
exhaustiva: un hospital con mala atención, mala higiene, descuido del personal
y 24 vidas que se apagaron. No sólo la impunidad ha ido lastimando a las 24
familias con cunero vacío, también lo hace la indiferencia, el silencio.
La respuesta oficial del deceso, en
algunos casos en que es posible entender legiblemente la causa de muerte que se
puso en las actas de defunción: sepsis, ocasionado por una bacteria que atacó
su sistema inmune.
¿Cómo explica, por ejemplo, el
sistema de salud de Sinaloa un caso como el de la señora Vielka Hernández, que
perdió a sus dos gemelas, una a los 15 días de nacida y la otra un par de meses
después, tiempo en el que además fue testigo de 9 bebés más que murieron por la
misma bacteria que le arrancó a sus dos hijas?
Por supuesto
que este también es un caso en el que la organización de las familias las ha
llevado a documentar mucho mejor que la PGJ o la CNDH, donde tienen denuncias
por los casos de negligencia.
Y es que esta es la historia sin fin
de un país en el que quien debe cuidarnos es negligente y nos mata. Que quien
debe dar respuesta, calla. Y quien ha perdido todo, debe sacar entereza del
vacío para exigir justicia.
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