Por Jesús
Esquivel.
Miguel Ángel
Martínez Martínez, El Tololoche o El
Gordo, ex subalterno de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, reapareció en Nueva York
para incriminar a su exjefe en delitos de tráfico de drogas a gran escala,
lavado de dinero y sobornos a policías.
Durante la
sexta audiencia del juicio contra Guzmán Loera, que se realiza en la Corte
Federal del Distrito Este, en el barrio de Brooklyn, Nueva York, el gobierno de Estados Unidos presentó a El
Tololoche como otro de sus testigos estelares para denunciar al acusado.
“Trabajé para el señor Guzmán en el
narcotráfico de 1986 a 1998”, dijo Martínez Martínez al ser cuestionado por
Michael Robbotti, uno de los siete fiscales del Departamento de Justicia
estadunidense encargados de acusar a El Chapo.
La presencia
de El Tololoche en el juicio estaba rodeada de misterio, ya que antes de que se
sentara a declarar, en la sala del juez Brian Cogan, el magistrado determinó
varios lineamientos de seguridad respecto del testigo del gobierno de Donald
Trump.
Dirigiéndose a las cuatro dibujantes
que en las audiencias realizan ilustraciones de lo que ocurre en la Corte,
donde está prohibido tomar fotografías y videos del juicio, Cogan les pidió que
para resguardar la identidad (apariencia física) de El Tololoche, hicieran un
dibujo genérico de su rostro.
“Antes de que se retiren le deben
mostrar al gobierno sus dibujos”, declaró el juez federal.
Martínez
Martínez entró a la sala vestido de
traje. Guzmán Loera, quien se encontraba sentado junto a su abogado Eduardo
Balarezo, no le quitó la vista de encima. Y el líder de una de las fracciones
del Cártel de Sinaloa se mostraba muy tranquilo en apariencia.
El Gordo, octavo testigo de la fiscalía que acusa a
El Chapo de 11 delitos relacionados con narcotráfico y lavado de dinero, habló
de los primeros años de la carrera delictiva de aquel, antes de que se formara
la organización que hoy se conoce como Cártel de Sinaloa.
Bajo la
tutela del cuestionamiento de Robbotti, El
Tololoche reveló al jurado que es originario de Celaya, Guanajuato, que obtuvo
licencia de piloto en Brownsville, Texas, y que fue una especie de “gerente” en
las operaciones del trasiego de drogas de Guzmán Loera.
–¿Para quién
trabajaba? –preguntó el fiscal.
–Única y exclusivamente para el señor
Joaquín Guzmán Loera –respondió Martínez.
Por orden
del juez a los dibujantes y por el secreto que la fiscalía y la defensa
mantuvieron sobre la identidad del octavo testigo, antes de que fuera llevado a
la sala. Se asume que Martínez Martínez
en algún momento se entregó a las autoridades estadunidenses y que logró un
acuerdo para traicionar a sus excolegas en el narco, a cambio de que se le
permitiera vivir en Estados Unidos bajo el programa de protección de testigos
con una nueva identidad.
Para asentar
la relación entre El Tololoche y El Chapo,
la fiscalía presentó ante el jurado una fotografía tomada –según el testigo– a
principios de los años noventa del siglo pasado, donde está sentado al lado
derecho del acusado, en una fiesta o reunión celebrada en un restaurante o una
casa particular.
“Para el señor Guzmán cargué drogas,
cocaína, mariguana y heroína, sobre todo cocaína colombiana… muchas toneladas
que enviaba a Los Angeles, California… el 100% de la cocaína llegó a Estados
Unidos, 55% era de cárteles de Colombia y el 45% del señor Guzmán”, aseguró El Gordo ante el jurado.
Guiado por
Robbotti, el testigo hizo un recuento
del tipo de relaciones que El Chapo tenía con narcotraficantes colombianos de
los cárteles de Cali y de Medellín, y sobre los métodos que usaban para hacer
llegar a México los cargamentos de cocaína que posteriormente enviaban a
Estados Unidos.
Describió una sofisticada red de
transporte aéreo –con pistas clandestinas– y marítimo, a través de barcos
mercantiles y de pesca.
Relató al jurado la relación de
Guzmán Loera con los hermanos Arturo y Héctor Beltrán Leyva, Amado Carrillo
Fuentes y Miguel Ángel Félix Gallardo, entre otros capos mexicanos.
Además, El Tololoche se encargó de mencionar por
primera vez en el juicio el nombre del abogado Huberto Loya Castro, operador de
El Chapo Guzmán con los colombianos y a quien el gobierno de Estados Unidos
califica como representante legal del Cártel de Sinaloa.
La misma Administración Federal
Antidrogas (DEA) ha hecho acuerdos con Loya Castro para concretar traiciones
entre los líderes de la organización criminal dedicada al trasiego de
narcóticos.
Al hablar de
corrupción por narcotráfico en México, en sus años como gerente del negocio de
drogas de El Chapo, El Gordo narró la
relación de su jefe con Guillermo González Calderoni.
“El señor Guzmán tuvo una relación
desde siempre con González Calderoni, desde 1987, cuanto empecé a trabajar con
él, hasta que el otro se fue de la policía a principios de 1991 o 1992, era su
amigo. Decía (El Chapo) que era un policía muy inteligente”, comentó Martínez.
González Calderoni, excomandante de
la Policía Judicial Federal, asesinado el 6 de febrero de 2003 en McAllen,
Texas, huyó de México en 1993 tras ser acusado por el gobierno federal de
enriquecimiento ilícito y delitos contra la salud (narcotráfico).
De acuerdo
con la versión de El Tololoche, en 1987
en Reynosa, Tamaulipas, “en los jets del señor Guzmán dos o tres veces” le
llevaron a González Calderoni 10 millones de dólares, como pago para que
permitiera y garantizara las transacciones de trasiego de drogas del hoy
acusado y procesado en la Corte Federal en Brooklyn.
La sexta
audiencia del juicio que se sigue contra Guzmán Loera se destacó por algunas
sorpresas: primero, el hecho de que
Jeffrey Litchman, otro de los tres abogados del acusado, abandonara la sala
casi al inicio de la sesión. En segundo lugar, destacó el misterio en torno a
la identidad y seguridad del octavo testigo.
Y, por
último, el hecho de que el juez obligara
a Emma Coronel, la esposa de El Chapo, a que se sometiera al escrutinio de
pasar por el detector de metales colocado a la entrada de su sala en la Corte,
se quitara los zapatos y sacara todas sus pertenencias, como hacen con los
periodistas y público que asiste al juicio.
El juez dijo que la medida se debía
acotar, luego de que por medio de un video los alguaciles federales
descubrieron que la señora Coronel usó un teléfono celular dentro de la Corte,
lo cual está estrictamente prohibido.
“La
agarraron con el celular”, le comentó el corresponsal de Proceso a la esposa de
El Chapo durante el receso del almuerzo.
–No era ni
mío –respondió.
–Para colmo.
–Sí.
La cónyuge
de Guzmán Loera llegó a la audiencia vestida con un pantalón de mezclilla
negro, blusa azul claro y saco azul rey, y botines de gamuza con plataforma. Su
marido apareció de traje negro, camisa malva, corbata azul y zapatos cafés.
Desde el
arranque de la audiencia, El Chapo se notaba incómodo con la vestimenta formal,
porque no dejó de ajustarse el nudo de la corbata. Cuando los dos alguaciles
que lo vigilan lo sacaron de la sala por el receso de la mañana, y tras
reiniciarse la audiencia 15 minutos después, Guzmán reapareció sin corbata,
justo para enfrentar con la mirada a El Tololoche, su exempleado y ahora
traidor a su causa.
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