Raymundo
Riva Palacio.
Nadie puede
decir que la mayoría del futuro gabinete del presidente Andrés Manuel López
Obrador es inexperto, aunque no para las tareas que tendrán enfrente. La futura
secretaria de Gobernación, exministra de la Suprema Corte. El próximo titular
de Hacienda, académico estimado y funcionario por tres años de un gobierno
local. Tres políticos estarán a cargo de la Seguridad, Energía y de la Comisión
Federal de Electricidad, además de un ingeniero agrónomo no titulado en Pemex.
Operadores políticos de Tabasco y el Estado de México ocuparán subsecretarías,
y en un octogenario se recargan los proyectos de punta para el desarrollo. Este
no es el dream team que han visto en el mundo en otros gabinetes mexicanos. Se
perfila más bien como un nightmare team, un equipo de pesadilla, que comienza
sus funciones este sábado.
La
inexperiencia tiene sus curvas de aprendizaje, algunas muy pronunciadas. En el
gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, la curva de aprendizaje de Luis
Videgaray en Hacienda deshidrató la economía, y la de Miguel Ángel Osorio
Chong, en Gobernación, fue tan larga que lo hundió como candidato presidencial
y llenó de sangre el país. Felipe Calderón escogió gente más experimentada,
pero compitió y peleó durante una buena parte del sexenio. Vicente Fox quedó
atrapado en las veleidades y ambiciones de su equipo más cercano. Incluso
Ernesto Zedillo, que tenía un gabinete nombre por nombre superior a los que
vinieron después, tuvo que hacer ajustes antes de cumplir un mes en la
presidencia para rescatar al país de una crisis económica.
Todos estos
gabinetes han tenido problemas serios casi desde el inicio de la administración
en la que trabajaban, pero ninguno había generado tanto conflicto como el de
López Obrador. Ha habido choques públicos como los del próximo secretario de
Hacienda, Carlos Urzúa, con la futura secretaria de Energía, Rocío Nahle,
porque esta no entiende cómo funcionan los mercados y ha hecho algunas
declaraciones que aterrorizaron a inversionistas. Fueron los mercados famosos,
de los que el equipo de López Obrador se queja que “no los entienden”, los que
cambiaron la percepción global del gobierno que viene. Todavía no inician sus
funciones formales y ya muestran los síntomas del paradigma de la Rana, donde
no se dan cuenta de que el entorno está cambiando negativamente en forma
acelerada hasta que, cuando reparan en ello, es demasiado tarde y ya se
cosieron.
Los choques
de Urzúa para que el resto del futuro gabinete económico no diga sandeces que
producen temores e incertidumbres, son menos violentos de los que se viven en
el gabinete de seguridad. Pero el propio Urzúa admite en privado que no sabe
cómo hablar a los mercados. No es lo mismo conocer el predial y el agua, que
manejar con pulso de cirujano las finanzas públicas de una nación. Alfonso
Durazo, próximo titular de Seguridad, se quedó con los instrumentos de coerción
de la Secretaría de Gobernación que encabezará Olga Sánchez Cordero, aunque
después perdió el eje de su fortaleza porque la Policía Federal no tomará
órdenes de él, sino de las Fuerzas Armadas, y la Agencia de Inteligencia
Nacional, que sustituye al Cisen, quedará en manos del general retirado
Audomaro Martínez, que no acordará con él, sino con López Obrador.
El próximo
secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, sólo tiene
la protección del presidente electo, pues la mayoría del gabinete considera que
es incompetente. No por falta de inteligencia, sino porque sus conocimientos
huelen a naftalina. Su cruzada contra el aeropuerto en Texcoco fue el punto de
quiebre de la confianza de los inversionistas, y cuando dijo que construirían
un aeropuerto alterno en una zona donde no hay proyectos de ningún tipo,
aniquilando una obra con más de 30 por ciento terminada, sentido común fue lo
menos que le reconocieron. Entre quienes ven temas presupuestales del equipo de
López Obrador, hubo quien afirmó: “Jiménez Espriú nos borró el bono de arranque
de sexenio y elevó la deuda por las tasas a mediano y largo plazo”. Traducido
al castellano, su lucha contra Texcoco le quitó recursos al proyecto de López
Obrador.
En parte por
él y en otra buena parte por López Obrador se han ido del país más de 5 mil
millones de dólares, y hay fiebre en varias capitales del país por vender
propiedades para cambiar a dólares. En los últimos tres meses se han ido de la
Bolsa 113 millones y aparecido en Brasil, que detonó el análisis donde ven a
López Obrador más como un riesgo que a Jair Bolsonaro, el próximo presidente
brasileño de extrema derecha.
El
desconocimiento de cómo opera el mundo y cómo funciona la información, provocó
que este fin de semana Sánchez Cordero se metiera en otro problema. Admitió que
el gobierno entrante estaba negociando un acuerdo con el gobierno de Donald
Trump en materia migratoria, lo que significa, de concretarse, que por primera
vez México se pliega a una política migratoria de Estados Unidos. Un gobierno
tan lleno de nacionalismo quedó en entreguista por esa falta de conocimiento
general. El conflicto entre Trump y López Obrador ya viene en camino.
El gran
problema que tiene enfrente López Obrador es que está a cuatro días de ser
gobierno. Entonces, si como equipo de transición han causado tantos estragos
por sus limitaciones e incompetencias, cabe preguntarse qué es lo que podrá
suceder una vez que sus acciones tengan consecuencias concretas y duraderas
sobre el rumbo del país. Acelerar la marcha en la transición se pensaba
ayudaría a concretar esa curva de aprendizaje sin daños mayores. No fue así.
Todavía no aprenden y tampoco se ve que lo harán, cuando menos, en el corto
plazo.
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