Adela
Navarro Bello.
Ciertamente no sabemos lo que espera
a México. A partir del 1 de diciembre por primera vez tendrá un gobierno
emanado de la izquierda, aun moderada, aun cargada al centro, pero izquierda.
Finalmente, después de doce años de buscar la presidencia de la República,
Andrés Manuel López Obrador, será Presidente Constitucional de los Estados
Unidos Mexicanos.
La personalidad del futuro presidente
es incierta. A la vista de muchos ha pasado de ser un reaccionario a un mesías
a un conciliador. Es verdad que ya fue gobernante cuando encabezó la entonces
jefatura del gobierno del entonces Distrito Federal, pero administrar una
entidad federativa es harto distinto a administrar los bienes de la Nación.
Andrés
Manuel López Obrador parece transitar
hacia su propia transformación, contexto que hace más difícil prever cómo será
su gobierno, hacía dónde llevará a México.
En el camino
de una larga transición política, pues el 2 de julio Enrique Peña Nieto llevó a
su mínima expresión su tarea como presidente de la República al tiempo que
López Obrador llevó al máximo sus labores como presidente electo, el ex
candidato de Morena se ha deshecho de muchas de las promesas que le llevaron al
triunfo, a conseguir los más de 30 millones de votos que le calificaron como el
más votado de la historia del País.
Ya no habla, por ejemplo, de acabar
con los gasolinazos que mes con mes hacen languidecer la economía de los
mexicanos de a pie. Reculó en aquello de meter a la cárcel a los corruptos, de
quienes hoy se erige redentor al ofrecerles una no pedida –al menos
oficialmente- amnistía que los aleje de la causa legal y la prisión. También
dio para atrás en su compromiso de regresar a los militares y marinos a sus
cuarteles, y se rodea de aquellos a quienes acusó de manera exacerbada de
conformar la mafia del poder, pero que ahora son su consejo asesor.
La transformación de candidato a
presidente electo ha dejado causas sociales en el tintero del futuro
presidente, y ha sumado nuevos planes para su proyecto de nación. Otros han
sido sostenidos, como la creación de la Secretaría de Seguridad Pública
Federal, la eliminación del CISEN (cambia de nombre y sale de Gobernación), la
eliminación del fuero al presidente dela República así como la disminución de
su salario y la salida de Los Pinos como oficina y casa residencial; las dos
consultas populares, una para desechar el proyecto ya en construcción del
aeropuerto de Texcoco y aprobar su iniciativa de instalar uno comercial en la
base aérea de Santa Lucía; la otra la reciente donde la población, poco menos
de un millón de mexicanos, le dieron el avala para diez de sus proyectos que
fueron efectivamente promesas de campaña, entre ellas la construcción del tren
maya y varios programas asistencialistas.
En la misma
transición López Obrador nombró a su gabinete –reculó en quien había dicho sería el secretario de Relaciones
Exteriores- y también a los 32 coordinadores federales en los estados,
iniciativa a la que se ha aferrado ante la inconformidad de algunos
gobernadores que ven cómo esa figura les restará poder en la toma de
decisiones, particularmente en las inversiones federales y la coordinación en
materia de seguridad.
En su
transformación de candidato a presidente electo, también vimos cómo López Obrador se reconcilió con quienes por doce
años fueron sus más aguerridos adversarios: los grandes empresarios de este
país, muchos de ellos que crecieron sus fortunas al amparo de los gobiernos
federales, y los medios masivos de comunicación, particularmente con las
televisoras y las radiodifusoras, el resto, los medios independientes y
críticos, siguen siendo calificados como “prensa fifí”, “sensacionalistas,
amarillistas”.
Andrés
Manuel López Obrador seguramente
atravesará otra transformación una vez que se siente en la silla del águila y
tenga de hecho y derecho, acceso a la administración de los recursos del país.
Una nación que recibe en muy malas condiciones, con una devaluación sistemática
del dólar durante los últimos seis años, que le hizo perder su valor al peso
por casi 50 por ciento, enfrentará que más del 50 por ciento de la población
viven en la pobreza y pobreza extrema, que la canasta básica incrementó en 40
por ciento y el salario mínimo está estancado, que hay dependencias donde el
abuso del dinero público es constante, y otras con una excesiva nómina. Que los
otros poderes del Estado normalmente buscan su beneficio y que en las cámaras
legislativas con todo y mayoría deberá legislar, que la inseguridad se tasa en
cientos de miles de ejecutados en el último lustro, y que la impunidad y la
corrupción que niega investigar, contribuyeron al crecimiento de las
estructuras criminales y los cárteles de la droga.
En esas condiciones, en ese contexto
de inseguridad, inequidad, pobreza, corrupción, impunidad, ojalá emerja el AMLO
presidente, el que finalmente acabe con los vicios de la administración federal
como lo prometió, que transforme el sistema de gobierno, que cambie la manera
de hacer política gubernamental, y fortalezca las instituciones que en términos
financieros le abonen al rescate de un país que política, social y
económicamente se encuentra severamente dañado. Que respete la justicia y
ejerza el Estado de Derecho, así se llevando a juicio a los corruptos, y participando
para hacer más eficiente la procuración de la justicia y la propia
administración de la misma.
De ojalás están llenas las
conversaciones estos últimos días de la peor y la más corrupta administración
federal en la historia contemporánea de México, y ante el arribo de un partido
distinto al gobierno federal, y de un personaje con una muy alta expectativa
que llevó a 30 millones a votar por él. Quien se atreva a dar un pronóstico de
cómo será la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, podría seguramente
fallar. Las transformaciones personales y políticas de quien dice encabezar la
cuarta transformación en el país han sido una constante mayormente visible en
los últimos meses.
A partir del
sábado 1 de diciembre de 2018, se sabrá cómo AMLO gobernará esta Nación cuya
población lo que quiere es justicia para todos, seguridad en todos los niveles,
y progreso en todas las familias. Finalmente le llegó su oportunidad, a ver
cómo nos va.
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