miércoles, 28 de noviembre de 2018

Quien se atreva a predecir al AMLO-presidente, seguro fallará.


Adela Navarro Bello.

Ciertamente no sabemos lo que espera a México. A partir del 1 de diciembre por primera vez tendrá un gobierno emanado de la izquierda, aun moderada, aun cargada al centro, pero izquierda. Finalmente, después de doce años de buscar la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, será Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

La personalidad del futuro presidente es incierta. A la vista de muchos ha pasado de ser un reaccionario a un mesías a un conciliador. Es verdad que ya fue gobernante cuando encabezó la entonces jefatura del gobierno del entonces Distrito Federal, pero administrar una entidad federativa es harto distinto a administrar los bienes de la Nación.

Andrés Manuel López Obrador parece transitar hacia su propia transformación, contexto que hace más difícil prever cómo será su gobierno, hacía dónde llevará a México.

En el camino de una larga transición política, pues el 2 de julio Enrique Peña Nieto llevó a su mínima expresión su tarea como presidente de la República al tiempo que López Obrador llevó al máximo sus labores como presidente electo, el ex candidato de Morena se ha deshecho de muchas de las promesas que le llevaron al triunfo, a conseguir los más de 30 millones de votos que le calificaron como el más votado de la historia del País.

Ya no habla, por ejemplo, de acabar con los gasolinazos que mes con mes hacen languidecer la economía de los mexicanos de a pie. Reculó en aquello de meter a la cárcel a los corruptos, de quienes hoy se erige redentor al ofrecerles una no pedida –al menos oficialmente- amnistía que los aleje de la causa legal y la prisión. También dio para atrás en su compromiso de regresar a los militares y marinos a sus cuarteles, y se rodea de aquellos a quienes acusó de manera exacerbada de conformar la mafia del poder, pero que ahora son su consejo asesor.

La transformación de candidato a presidente electo ha dejado causas sociales en el tintero del futuro presidente, y ha sumado nuevos planes para su proyecto de nación. Otros han sido sostenidos, como la creación de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, la eliminación del CISEN (cambia de nombre y sale de Gobernación), la eliminación del fuero al presidente dela República así como la disminución de su salario y la salida de Los Pinos como oficina y casa residencial; las dos consultas populares, una para desechar el proyecto ya en construcción del aeropuerto de Texcoco y aprobar su iniciativa de instalar uno comercial en la base aérea de Santa Lucía; la otra la reciente donde la población, poco menos de un millón de mexicanos, le dieron el avala para diez de sus proyectos que fueron efectivamente promesas de campaña, entre ellas la construcción del tren maya y varios programas asistencialistas.

En la misma transición López Obrador nombró a su gabinete –reculó en quien había dicho sería el secretario de Relaciones Exteriores- y también a los 32 coordinadores federales en los estados, iniciativa a la que se ha aferrado ante la inconformidad de algunos gobernadores que ven cómo esa figura les restará poder en la toma de decisiones, particularmente en las inversiones federales y la coordinación en materia de seguridad.

En su transformación de candidato a presidente electo, también vimos cómo López Obrador se reconcilió con quienes por doce años fueron sus más aguerridos adversarios: los grandes empresarios de este país, muchos de ellos que crecieron sus fortunas al amparo de los gobiernos federales, y los medios masivos de comunicación, particularmente con las televisoras y las radiodifusoras, el resto, los medios independientes y críticos, siguen siendo calificados como “prensa fifí”, “sensacionalistas, amarillistas”.

Andrés Manuel López Obrador seguramente atravesará otra transformación una vez que se siente en la silla del águila y tenga de hecho y derecho, acceso a la administración de los recursos del país. Una nación que recibe en muy malas condiciones, con una devaluación sistemática del dólar durante los últimos seis años, que le hizo perder su valor al peso por casi 50 por ciento, enfrentará que más del 50 por ciento de la población viven en la pobreza y pobreza extrema, que la canasta básica incrementó en 40 por ciento y el salario mínimo está estancado, que hay dependencias donde el abuso del dinero público es constante, y otras con una excesiva nómina. Que los otros poderes del Estado normalmente buscan su beneficio y que en las cámaras legislativas con todo y mayoría deberá legislar, que la inseguridad se tasa en cientos de miles de ejecutados en el último lustro, y que la impunidad y la corrupción que niega investigar, contribuyeron al crecimiento de las estructuras criminales y los cárteles de la droga.

En esas condiciones, en ese contexto de inseguridad, inequidad, pobreza, corrupción, impunidad, ojalá emerja el AMLO presidente, el que finalmente acabe con los vicios de la administración federal como lo prometió, que transforme el sistema de gobierno, que cambie la manera de hacer política gubernamental, y fortalezca las instituciones que en términos financieros le abonen al rescate de un país que política, social y económicamente se encuentra severamente dañado. Que respete la justicia y ejerza el Estado de Derecho, así se llevando a juicio a los corruptos, y participando para hacer más eficiente la procuración de la justicia y la propia administración de la misma.

De ojalás están llenas las conversaciones estos últimos días de la peor y la más corrupta administración federal en la historia contemporánea de México, y ante el arribo de un partido distinto al gobierno federal, y de un personaje con una muy alta expectativa que llevó a 30 millones a votar por él. Quien se atreva a dar un pronóstico de cómo será la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, podría seguramente fallar. Las transformaciones personales y políticas de quien dice encabezar la cuarta transformación en el país han sido una constante mayormente visible en los últimos meses.

A partir del sábado 1 de diciembre de 2018, se sabrá cómo AMLO gobernará esta Nación cuya población lo que quiere es justicia para todos, seguridad en todos los niveles, y progreso en todas las familias. Finalmente le llegó su oportunidad, a ver cómo nos va.

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