Salvador
Camarena.
En una
oficina saturada de computadoras en la calle de Mérida, colonia Roma, Gabriel
García Hernández opera la elaboración del llamado Censo del Bienestar que desde
septiembre levantan integrantes del Movimiento Regeneración Nacional.
Según lo
presume García Hernández, en ese war room él hace funcionar “el corazón de
Morena”.
Acontecimientos
recientes llevarían a darle la razón, pues de alguna forma ha ido ganando
poder, poder que se ha traducido tanto en acopio de bienes e información que
habría puesto en sus manos la administración Peña Nieto, hasta posiciones que
ha ganado en las últimas horas, en lo que sería un saldo no dimensionado de la
caída de Gerardo Esquivel de la subsecretaría de Egresos.
García
Hernández fue secretario de Organización de Morena en las elecciones. Desde ahí
consolidó una red de operadores y parte de los mismos serían sumados al levantamiento
del Censo del Bienestar. Se hablaba de 20 mil “voluntarios” que, ya se sabe,
con chaleco y gorra y bajo el nombre de Servidores de la Nación, recorren desde
hace dos meses el país para elaborar un nuevo padrón de beneficiarios de
programas sociales.
Dos meses
después, está claro que operará desde la Presidencia de la República y que
tendrá en sus manos la coordinación de buena parte de lo que haga la Secretaría
del Bienestar, hasta hoy conocida como Desarrollo Social. Para no darle más
vueltas, por el manejo que tendrá de esa dependencia, García Hernández será el
verdadero secretario de la agenda social del gobierno de Andrés Manuel López
Obrador.
Porque para
empezar García Hernández intentará pagar a esos 20 mil “voluntarios” con el
ingreso de estos al gobierno –que por tanto responderán a él–, y además
manejará los padrones de beneficiarios y coordinará a los super-delegados.
Pero no sólo
eso: en las últimas horas ganó posiciones. Tonatiuh Herrera Gutiérrez, que iba
a ser designado como oficial mayor de la Secretaría de Bienestar, acaba de ser
desplazado para dejar esa posición “a gente de Gabriel”.
Aún más:
García Hernández habría conseguido también la Oficialía Mayor de la Secretaría
de Agricultura –desde donde también se adjudican apoyos– para otro de sus
incondicionales. Y lo mismo estaría demandando le otorguen el Servicio Postal
Mexicano (Sepomex) y Telecomm, para darle el control y utilizarlos como brazos
logísticos en la entrega de apoyos.
Todo lo
anterior sin contar dos datos que tendrán que aclararse. En un lance que podría
constituir una acción violatoria de la ley, los actuales funcionarios de la
Secretaría de Desarrollo Social le habrían entregado a García Hernández el
padrón único de beneficiarios del gobierno, que contiene 32 millones de
registros. Dicho de otra forma, los datos de millones de personas habrían sido
puestos por Eviel Pérez Magaña, responsable de Sedesol, en manos de
“voluntarios”, que no tendrían que haberlos recibido pues no pueden garantizar
que serán usados en estricto apego de la ley federal de protección de datos
personales.
Y el otro
dato: Pérez Magaña habría autorizado que se adquirieran y entregaran 10 mil
tabletas para el Censo del Bienestar (García Hernández había pedido 20 mil,
pero la Sedesol sólo pudo maniobrar para adquirir la mitad de esa cifra).
A pesar de
todo ese poder (miles de voluntarios, tabletas, padrón, etcétera), García
Hernández estaría por entregar malas cuentas en cuanto al censo, pues según
versiones recogidas no ha podido consolidar el padrón de adultos mayores para
definir el nuevo universo de beneficiarios de la pensión doble para los mayores
de 68 años y por si fuera poco tampoco ha podido pagar debidamente a los
“voluntarios”.
Los
recursos, en efecto, no se le dieron porque se negó a firmar de recibido por
los mismos. Sin embargo, hay una cosa más que es de suma gravedad: ha pedido –y
López Obrador está dispuesto a complacerlo– que se eliminen totalmente las
reglas de operación de todos los programas sociales, algo que ni en sus más
locos sueños imaginó el PRI.
Esto último
sería el telón de fondo del enfrentamiento ocurrido hace una semana entre
Gerardo Esquivel y García Hernández, cuando el primero le dijo al segundo,
delante del presidente electo, que no mintiera ni manipulara la verdad al
culpar a Urzúa y su equipo de que no le daban recursos para armar el censo.
Mismo que no lleva ni un 30 por ciento de avance.
Así que a
las versiones que hablan de que Esquivel se habría enfrentado a unos futuros
secretarios y de ahí su salida del futuro gabinete, habría que apuntar que
quizá lo que realmente pasó es que chocó con el que está destinado a ser super-secretario.
Hoy Esquivel
ya no podrá cuidar el dinero de los gobernadores abusivos y de los excesos al
interior del equipo de AMLO. Materia gris que ahora se irá al Banco de México,
mientras que ese músculo (o será mejor decir, esa víscera) que es el corazón de
Morena, seguirá latiendo cerca de López Obrador.
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