Jorge Zepeda Patterson.
Este sábado 1 de diciembre sucedió algo más trascendente que
un traslado de la banda presidencial de las bíceps trabajados de Peña Nieto al
corpacho corrido en terracería de López Obrador. En su discurso el ahora presidente hizo todo lo posible por convencernos
de que lo que allí estaba escenificándose era un cambio de régimen. La verdad,
no necesita de tantos argumentos para entender que el modelo seguido en los
últimos 30 años ha dejado daños profundos en la sociedad. Podemos diferir en
los matices, pero la mayoría de los mexicanos coincidimos en el diagnóstico. El
país no podía seguir por el despeñadero en el que se había precipitado.
La pregunta que nos hacemos es si el derrotero de cambio que
propone López Obrador puede ponernos en la dirección correcta y si sus
planteamientos son viables y realistas. La discusión de este tema se ha
convertido en el nuevo deporte nacional, motivo de encendidas pasiones en las
charlas de sobremesa familiar, razón para el distanciamiento de amistades y
causa de separación amorosa en más de un caso. ¿Es López Obrador una esperanza o una amenaza para México?
Ambos bandos
encontrarán razones para nutrir sus argumentos. El presidente tiene una
personalidad de claroscuros con virtudes y defectos que no esconde. Sacados de
contexto sirven lo mismo para el panegírico más abyecto que para la
descalificación categórica. Según se mire su perseverancia puede ser vista como
peligrosa obstinación o como entereza irreductible. Su austeridad es percibida,
por unos u otros, como un provincialismo rústico y muestra de simpleza o como
expresión de integridad y congruencia ética.
Yo pensaría que estamos
ante un momento histórico, como lo estuvimos hace 18 años cuando el voto
ciudadano sacó al PRI de Los Pinos y se abrió la posibilidad de un cambio de
régimen. Aunque imposible describirlo en los límites de este artículo, el hecho
es que los mexicanos desperdiciamos esa oportunidad, al grado de que doce años
después el votante invocó el regreso del PRI, con resultados también fallidos.
Hoy se abre una nueva
oportunidad y tendríamos que estar conscientes de los terribles escenarios que
subyacen si esta alternativa también fracasa. Los sectores medios en las
grandes ciudades, los que leen este periódico, pueden no estar conscientes pero
el país se está desmoronado desde abajo. Hay una presión creciente del México
profundo, de los millones que trabajan en la economía informal (son ya la
mayoría), de las comunidades que comienzan a tomarse la ley por propia mano, de
las víctimas del crimen organizado que sigue tragándose espacios geográficos y
sociales.
Debemos entender que si
no somos capaces de generar una oportunidad para atender ese profundo reclamo
de manera pacífica y en medio de la estabilidad, se abrirán las compuertas del
infierno. Solo una opción autoritaria y antidemocrática será capaz de contener
la exasperación de las mayorías. Con sus virtudes y defectos, la opción que
plantea López Obrador podría ser la última oportunidad para resolver esta
fractura entre los dos Méxicos.
Exhortaría a todos
aquellos que se exasperan con López Obrador a tratar de ver el bosque y no solo
los árboles. Sí, Paco Ignacio Taibo, radical y provocador, debe entender que
sus palabras no hablan solo por él y afectan tanto al FCE que encabezaría como
también al gobierno del que forma parte. ¿Pero dónde estaban sus críticos
implacables cuando el Fondo era otorgado como premio a ex presidentes y
políticos sin experiencia editorial? Taibo acumula lustros de activismo a favor de la difusión
del libro entre los que menos tienen, por no hablar de su admirable y profusa
obra literaria.
Pintar de chavista al
nuevo régimen de una vez y para siempre porque se ha invitado a la toma de
posesión a Maduro, como al resto de los mandatarios latinoamericanos, simple y
sencillamente son ganas de perjudicar, cuando en la misma ceremonia se ha
agradecido la presencia de la hija de Trump. Lo único que revela es el deseo
del presidente de no abrir frentes de guerra innecesarios en el contexto
internacional y concentrar energías en los problemas de México.
Una guardia civil nutrida por militares o una política de
perdón para los corruptos del pasado son temas controversiales, pero antes de usarlos como pretexto para
emitir un veredicto flamígero y definitivo que anticipa el inminente fracaso
del régimen, habría que escuchar las razones realistas y los matices esbozados
para paliar sus inconvenientes.
No se puede gobernar en contra de los mercados financieros,
es cierto, pero tampoco se podrán operar
cambios si se es rehén de ellos. Nos espera un largo proceso de ensayo y error,
de rapones y sobaduras, de claros y oscuros. No se trata de ofrecer cheques en
blanco a la nueva administración, pero sí de armar una conversación pública que
les ayude a ser mejores.
Y no obstante, por vez
primera en mucho tiempo se abre la posibilidad de una esperanza para México,
sin garantías ni redes, pero oportunidad al fin.
Solo si mantenemos la
cabeza fría y actuamos con responsabilidad cívica conseguiremos que no se
convierta, otra vez, en una oportunidad perdida.
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