martes, 24 de marzo de 2020

Más oscuro que el negro.


Dolia Estévez.

A los que aún tienen dudas sobre el por qué del indignado reclamo mundial de las mujeres contra el machismo y la desigualdad de género, bien harían en continuar leyendo este artículo que detalla el sufrimiento físico y mental que infligieron a sus indefensas víctimas un puñado de hombres infinitamente perversos que se dedicaban a la trata y esclavitud de mujeres y niñas. Cinco horas bastaron para que un jurado los declarara culpables de todos los cargos relacionados al tráfico sexual en la corte Este de Nueva York en Brooklyn el 13 de marzo (Comunicado 14/03/2020). Los cinco integrantes del clan de trata “Meléndez-Rojas” de Tenancingo, no tienen fecha aún para su sentencia, pero enfrentan cadena perpetua.

El juicio se realizó en el mismo tribunal neoyorquino donde fue condenado Harvey Weinstein, vaca sagrada de la poderosa industria cinematográfica de Hollywood, por violación y acoso sexuales. También donde el multimillonario Jeffrey Epstein hubiera sido juzgado por tráfico sexual de menores, de no haber aparecido colgado en una celda una madrugada. Weinstein, quien se creía intocable, detonó el movimiento #MeeToo que derrumbó las carreras de magnates de medios y hombres famosos y poderosos.

El hecho de que los que se dedican a la trata y la explotación sexual sean hombres tan dispares muestra que es un mal universal. No es privativo de ningún estrato socioeconómico o de ninguna nacionalidad, religión o ideología. Existe en todas las sociedades machistas y patriarcales.

“Los crímenes cometidos por la organización Meléndez-Rojas fueron horrendos”, dijo el Fiscal Richard P. Donoghue. Peter Fitzhugh, funcionario migratorio del Departamento de Seguridad Interna, llamó “despreciables” las “atrocidades¨ cometidas contra las jóvenes.

Las palabras de clausura de la Fiscal Erin Argo, resumiendo los testimonios y las pruebas sobre un comercio criminal en el que la mercancía era el sexo femenino y los mercantes la peor carroña humana, probaron que los hombres de Tenancingo usaron la fuerza, el fraude y la coerción para dominar a sus presas.

Entre 2006 y 2017, los tratantes introdujeron ilegalmente a Estados Unidos a cientos de mujeres y niñas. Algunas de apenas 14 años. Las incitaron a abandonar el hogar familiar con promesas de falsos romances y de una mejor vida. Una vez en Estados Unidos, las violaron y golpearon. La forzaron a venderse, a trabajar turnos de hasta 8 horas, con 20 a 30 clientes, y a entregar todas las ganancias a sus captores. Algunas ni sabían que quería decir prostitución. Otras eran obligadas a abortar. Si desobedecían o trataban de huir, recibían brutales palizas y amenazas de asesinar a sus padres y hermanos en México. La red operaba en la ciudad de Nueva York y los estados de Long Island, Nueva Jersey, Connecticut y Delaware.

Eran nada menos que propiedad. Vivían hacinadas en apartamentos en el condado de Queens, en Nueva York. Se les permitía únicamente salir a trabajar. Los tratantes las vendían a través de “tarjetas chicas”, con el celular de los choferes que se encargaban de entregar la mercancía. Las distribuían en la Avenida Roosevelt, la zona hispana donde los comercios tienen rótulos en español.

Los condones, que compraban al mayoreo a abastecedores cómplices, marcaban la pauta. Después de cada jornada, los tratantes contaban los condones no usados para saber cuanto dinero tenían que entregar las mujeres. Eran obligadas a anotar en libretas a cada cliente, monto percibido y número de condones o “chocolates”. El nombre en código.

Los lideres de la banda, conocida en México como “Los Meléndez”, son los hermanos José Miguel, José Osvaldo y Rosalío Meléndez Rojas–extraditados en febrero pasado–su padre Francisco Meléndez Pérez y primo Abel Romero Meléndez. Fabián Reyes Rojas, otro primo, se declaró culpable antes del juicio.

A pesar del alto número de víctimas, para las autoridades ha sido difícil convencerlas a cooperar por temor a represalias.

Quiero pensar que marcó la diferencia en este caso el poderoso movimiento #MeToo y la creciente intolerancia de las autoridades judiciales ante todo tipo de discriminación en bastiones progresistas como Nueva York.

Por duros que fueron los envites y oscuras sus vidas, cinco mujeres, identificadas en el juicio como “Delia”, “Diana”, “Verónica”, “Fabiola” y “María Rosalba”, finalmente rompieron las cadenas físicas y mentales que las ataron durante once años para compartir sus historias.

DELIA.

Inducida a la prostitución a los 14 años, celebró sus quince con una fiesta organizada por sus captores, pero esa misma noche, tras quitarse el “primoroso vestido blanco” que Francisco (25 años) le compró, fue forzada a vender sexo. A su fiesta asistió uno de los proveedores de condones.

Cuando se le retrasaba la menstruación, pese a que tomaba pastillas anticonceptivas, Francisco la golpeaba para que abortara por si estaba embarazada. La amenazó con ir a Tenancingo a traer a su hermanita que podía ganar mas dinero que ella, pues era más jovencita, si no seguía trabajando para él.

Cuando a los 17 años trató de huir, la golpeó. Al día siguiente no pudo abrir la boca. Le dijeron que, si volvía a tratar de escaparse, iban a contratar a un sicario por 50 mil pesos para asesinar a toda su familia, incluidos a los niños y ancianos en Tenancingo.

DIANA.

Diana fue violada por Miguel (53 años) en presencia de su hijo Rosalío (38 años) y Abel (33 años). Relató que los tratantes hacían reuniones para ver como podían maximizar sus ingresos consiguiendo “el mejor de todos los productos”. Jóvenes de 14 y 15 años. Escapó en 2007 después de muchos intentos fallidos, que invariablemente terminaban en tremendas palizas y violaciones.

VERÓNICA.

Miguel viajó a México a buscar sustituta para Diana luego de su fuga. Encontró a Verónica en un restaurante en Oaxaca. Analfabeta y sin saber su fecha de nacimiento, era madre de dos niñas. Tenía varios hermanos y una madre enferma que mantener. Miguel pagó por los medicamentos de la madre para ganar su confianza. Con engaños la convenció viajar a Estados Unidos.

Ya en Queens le dijo que no tenía otra opción más que trabajar de prostituta. No conocía la palabra. Escuchó a tres de los acusados decir que la manera de ganar más dinero era haciendo que las mujeres de mayor edad ofrecieran sexo anal. Si no aceptaba iba a descuartizar a su mamá. Para probarlo, regresó a Tenancingo y la llamó de la casa de su familia.

Cuando Miguel y Osvaldo tomaron a su hermana en Tenancingo para traficarla a Estados Unidos, encontró a un cliente que la ayudó a escapar. Acudió a la policía. Osvaldo soltó a la hermana.

FABIOLA.

Conoció a Rosalío en un club nocturno en la Ciudad de México. Estaba feliz cuando se enteró que estaba embarazada, pero Rosalío le dio pastillas para forzarla a abortar. Le mintió diciéndole que eran para que se desarrollara mejor el bebé. Abortó. Un cliente la mordió en el cachete arrancándole un pedazo de piel. Pidió ir al hospital, pero Rosalío le dijo que no porque iban a hace muchas preguntas. Otro la violó poniéndole una pistola en la cabeza. Uno más la ahorcó con tanta fuerza que los gritos forzaron a los vecinos a derrumbar la puerta. Al día siguiente de esos episodios traumáticos fue obligada a trabajar.

MARÍA ROSALBA.

Osvaldo le prometió que se iba a casar con ella y que iban a forma una familia juntos. Para convencerla presentó a sus padres a los padres de ella y les obsequió una canasta de frutas. El sueño se hizo añicos cuando Osvaldo la violó y la forzó a abortar. Ni siquiera sabía que estaba embarazada.

La primera vez que vendió sexo fue a 30 hombres. Le dio a Osvaldo todo el dinero. Le dijo que no quería seguir. Le respondió que no tenía opciones. La violaba cuando le daba la gana. Una vez un cliente la atacó y la obligó a tener sexo anal. Osvaldo la reprendió por no haberle cobrado más.

Con 10 por ciento de sus 10 mil habitantes dedicados a la trata, el municipio de Tenancingo, en el estado de Tlaxcala, es conocido como la “capital mundial del tráfico sexual”. Varias víctimas dijeron haber atestiguado instancias en que las autoridades ponían en sobre aviso a los tratantes sobre posibles redadas. Trabajan con los grandes carteles. Los Zetas, los Caballeros Templarios y el Cartel del Golfo.

No es la primera vez que enfrentan a la justicia estadounidense. En 2014, una juez en Nueva York sentenció a prisión a 16 miembros de la organización de los hermanos Isaías y Bonifacio Flores Méndez de Tenancingo.

Hay atrocidades que sacuden las entrañas. Nos hacen recordar que la maldad humana puede no tener limites. Si en la gama de colores existiera uno más oscuro que el negro, las historias personales aquí narradas serían de ese color. Esperemos que el juicio, que inexplicablemente casi no recibió cobertura en México, abone a la toma de conciencia de hombres y mujeres respecto al imperativo de saldar la cuenta de la desigualdad entre géneros.

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