Arnoldo
Cuellar.
Si por
algo paró en una enorme proporción la actividad económica de Guanajuato, fue
para tratar de evitar un colapso del sistema de salud público y privado y su
principal secuela: una tragedia humanitaria.
La
afectación a la normalidad, a la vida de las personas, a sus ingresos, a través
de la suspensión de las actividades productivas, escolares, de los servicios y
hasta del entretenimiento, tiene un fin supremo: evitar en la medida de lo
posible la masificación de los contagios y la pérdida de vidas, no solo por las
consecuencias de la enfermedad en sí misma, sino también por la saturación de
la infraestructura hospitalaria.
México
vive además su particular precariedad en la materia. La escasa inversión en
salud, la histórica y la de los últimos sexenios, nos enfrenta a la primera
pandemia mundial en un siglo con recursos debilitados. Pero, adicional a eso,
el deterioro de las prácticas alimentarias de unos años a la fecha, con las
secuelas de morbilidades asociadas (obesidad, diabetes e hipertensión), hace
más peligroso y letal al virus que nos amenaza en esta ocasión.
En ese
sentido y si partimos de que el objetivo central del gobierno es la seguridad
de la población a la que rige y conduce, lo que debería estar en el centro de
la actuación pública, hoy por hoy, debería de ser el objetivo de mantener a la
gente confinada en sus domicilios, con una renta mínima y en un espacio seguro
para todos los que conviven en ese espacio.
Sin embargo,
de unos días a la fecha, el protagonismo inicial con el que el Gobernador
Diego Sinhue Rodríguez tomó el tema de la pandemia de COVID-19, ha disminuido,
justo cuando es más importante el llamado a mantenerse en casa y la
coordinación con los alcaldes para las medidas que se tomen en ese sentido.
La discusión
pública que puede leerse en los medios de comunicación hace pensar que el
mandatario se encuentra centrado en preparar la respuesta económica para hacer
frente a la emergencia coyuntural: la asignación de recursos que permitan
mantener las nóminas de las empresas formales, así sea con salarios recortados,
y le generación de una renta universal para quienes trabajan por su cuenta.
Pero también
ocupa tiempo la coordinación de un plan institucional para los días de la
recuperación, para generar dinámicas virtuosas que permitan recuperar un estado
funcional del aparato productivo. En el entorno del Gobernador se habla de un
“plan Marshall”, aludiendo al programa de recuperación financiado por Estados
Unidos para reconstruir las economías europeas después de la guerra. La
comparación no parece afortunada pues falta lo que aquel programa tuvo de
sobra: flujos de efectivo desde una fuente externa cargados a fondo perdido o
con tasas de interés ultra preferentes.
Sin duda
nunca es tarde para empezar a hacer planes para la recuperación de los daños
que dejé la obligada parálisis. Sin embargo, en esa tarea deberían estar los
especialistas mientras el Gobernador acompaña a sus conciudadanos en el momento
en que las bombas apenas empiezan a caer y surge el dolor humano.
Vendrá el
tiempo de reconstruir, de buscar recursos debajo de las piedras, de los cuales
el más importante será, sin duda, el valor y la voluntad de las personas. Pero
hoy, en lo que debería estarse pensando de tiempo completo es en disminuir la
cantidad de contagios y de víctimas mortales; en fortalecer los recursos y la
buena disposición del ejército de trabajadores de la salud y de que los apoyos
se destinen a la primera línea donde pueden acotarse los daños.
Los
gobernantes que emerjan de la pandemia deben, antes que nada, contar con
legitimidad ganada al haberse arremangado las camisas y los sacos para dar la
pelea, codo con codo, junto a los verdaderos héroes de esta difícil hora: las
familias de Guanajuato y el personal sanitario de todas las instituciones de
salud, de cualquier tipo y adscripción.
La ruta
tiene etapas y tiene momentos, no adelantemos vísperas hasta saber de qué
magnitud será el daño pensando, siempre, que la vida humana es el mayor valor a
preservar.
La historia
ha probado una y otra vez que las pérdidas materiales pueden recuperarse. No
así las personas. Primero el uno, luego el dos.
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