Raymundo Riva Palacio.
El
presidente Enrique Peña Nieto lanzó un
grito al desierto. Este jueves, en la clausura de la reunión del Consejo de
Seguridad Pública, abogó vehementemente por el mando único para enfrentar a la
delincuencia y por el control de confianza de las policías. Pidió a los
gobernadores del país combatir a los criminales, en uno de sus últimos llamados
para restaurar la seguridad en la nación. Se apoyó en un diagnóstico dramático,
que subraya su gravedad porque es el mismo que el presidente Felipe Calderón
tenía hace ocho años. ¿Cómo es posible que en lugar de avanzar nos hemos
quedado estancados, que significa un retroceso? La tasa delincuencial es mayor
a la que se registró en la administración anterior, y de acuerdo con un alto
funcionario federal, va a empeorar. ¿Qué sucedió? Hay que regresar a 2009.
El 29 de
septiembre de aquel año, en la glosa del Tercer Informe de Gobierno, el titular
de la extinta Secretaría de Seguridad Pública, Genaro García Luna, explicó en
el Congreso el Mando Único que impulsaba Calderón para combatir a la delincuencia,
mediante el fortalecimiento institucional de las policías estatales y
municipales, al tiempo de proporcionar un blindaje a los alcaldes. La situación
era dramática. El 4.0 por ciento de los municipios no tenía policía y alrededor
de 22 por ciento no tenía turnos suficientes para cubrir los horarios que se
requerían. Sólo una tercera parte de los estados los tenían completos. Las
deficiencias estructurales tenían que ver con baja escolaridad, paupérrimos
ingresos de no más de cuatro mil pesos, y ausencia de controles de confianza.
En su
discurso en el Consejo de Seguridad Pública, Peña Nieto señaló: “Las entidades, en muchos casos, no cuentan
con cuerpos policiacos suficientemente sólidos y confiables. En el caso de los
municipios, muchos ni siquiera han desarrollado sus propias corporaciones.
Únicamente 14 de las 32 entidades tienen cuerpos policiales en todos sus
municipios; y en la gran mayoría de donde sí las hay, el número no rebasa los
100 elementos. No sólo se trata de tener un mayor número de policías, sino de
que sean más confiables y cercanos a la ciudadanía y que, además, estén
debidamente profesionalizados. Se requiere de policías mejor preparados. En la
actualidad, 70 por ciento tiene una escolaridad de secundaria o menos y, desde
luego, falta avanzar en lograr una mejor remuneración. Aproximadamente 40 por
ciento de los policías municipales percibe un sueldo base mensual inferior a
cuatro mil 600 pesos”.
Es decir, los problemas de 2017 son
los mismos de 2009.
En 2010, el presidente de la Comisión de Seguridad de la Conago, el gobernador
de Nuevo León, Rodrigo Medina, asumió como propia la iniciativa de Calderón y
García Luna y la presentó al Sistema Nacional de Seguridad Pública. Marcelo
Ebrard, presidente en turno de la Conago, la presentó formalmente ante los
gobernadores. El gobernador del Estado de México, Peña Nieto, la apoyó. Pero en
el tema del control de confianza, Peña Nieto se opuso a lo planteado por
Calderón, señalando que quería utilizarlo como presión política, y como otros
mandatarios estatales, lo sabotearon. Incluso, al presentar su reforma judicial
en diciembre de 2014, recordó que el proceso de depuración y profesionalización
de los cuerpos policiacos impulsado por Calderón había fracasado.
En 2009, Calderón, que el año
anterior había intentado sin éxito que avanzara una ley contra el crimen
organizado que incluía provisiones extra constitucionales, como aprehensiones y
cateos sin órdenes judiciales, buscó una nueva
salida y respaldó la propuesta de varias organizaciones civiles, encabezadas
por SOS, de Alejandro Martí, para un nuevo sistema penal acusatorio. Lo que
resultó de esa ley fue un adefesio aprobado en el Congreso. Por ejemplo,
votaron el artículo 123, Apartado B, fracción 13, que establece la remoción de
su empleo a policías, fiscales y peritos conforme a la ley vigente al momento
de la remoción. Es decir, la convirtió en la única ley en el mundo que se puede
aplicar con retroactividad, una especie de ley en perjuicio. Ese artículo
maltrata a quienes, en el artículo 21, se les mandata para investigar delitos.
La contradicción nunca fue resuelta.
El examen de ingreso y permanencia de
policías, fiscales y peritos se basa en el artículo 123, por lo que, en la
actualidad en la vida real, si por ejemplo un detenido argumenta que fue
torturado y en la captura sufrió algún jalón o golpe porque, digamos, se oponía
a la aprehensión, el juez puede determinar que sí fue torturado y se le inicia
una averiguación previa que lo inhabilita para permanecer en la dependencia
donde trabaja. En suma, el sistema acusatorio pleno de garantías, que aprobaron
los diputados bajo la dirección de varios de quienes hoy desde el gobierno
federal ven sus fallas, permite utilizar un sistema inquisitivo contra quienes
persiguen a delincuentes. Lo que se construyó en todo este tiempo, contra los
buenos deseos de sus impulsores, creó incentivos inversos.
El resultado
directo fue el incremento de los delitos del fuero común, subrayado por el
presidente Peña Nieto. “Ante los retos que implica el combate a la
delincuencia, no podemos bajar la guardia, ni retroceder un sólo paso”, expresó.
Su declaración tiene una buena
intención, pero no irá más allá. El reto es modificar las leyes, pero ante la
proximidad del año electoral, no hay ni habrá voluntad política para hacerlo.
Por tanto, si las cosas están mal, se pondrán peor. No es un silogismo. Los
delitos seguirán incrementándose. Las muertes también. El final del sexenio ya
tiene definido su color: rojo será.
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